Los vampiros
son seres que han trascendido el tiempo y el espacio en la memoria colectiva de
la humanidad; tal vez se deba al hecho de todo lo que representa para los
anhelos del hombre: poder, belleza, inmortalidad, sexo.
En mi opinión particular,
la nueva literatura le está quitando muchísimo de la personalidad innata de
este ser, lo han convertido en jóvenes adolescentes con problemas
existenciales, que brillan a la luz del sol (sí, es una mención obvia); cuando
en realidad, los vampiros tienen una amplia y rica historia a través del
tiempo, que los nuevos lectores están dejando de lado sin saber lo que se
pierden.
Dependiendo de
la región, los vampiros cambian, incluso varían de nombre y de ciertos
aspectos, pero en rasgos generales, siguen siendo vampiros.
Pero esta
entrada tiene como finalidad esbozar al vampiro en líneas generales, lo que
representa y lo que significa.
Como mencioné
palabras arriba, el vampiro es la personificación de los deseos ocultos. En un determinado
momento de la historia, los vampiros se desvincularon de los demonios y
tuvieron vida propia, mezclando la fantasía con la realidad y generando nuevos
productos, de este modo, encontramos que personajes históricos tienen una
versión alternativa o que con el paso de los años y su vida tan macabra y
oscura, se convirtieron en personajes de literatura de ficción vampírica,
dándole al mito una nueva forma y un mejor fondo, trayendo al vampiro al nivel
de los humanos, poniendo al alcance de la mano de un pobre mortal, la ansiada
eternidad.
Un ejemplo
claro de esto que digo es el archiconocido Vlad Tepes, el personaje real en que
se basó Bram Stoker para escribir Dracula, también está Erzebeth Bathory, mejor
conocida como la condesa sangrienta.
La nueva
literatura ha buscado quitarle esa aura maligna y atractiva que tienen los
vampiros, una energía que, en primera instancia, es lo que los convierte en lo
que son. El vampiro tiene un ansia incontrolable de alimentarse de sangre, es
primitivo y voraz, lo que convierte su particular fijación en una víctima, en
un deseo incontrolable. Dicho vampiro no ama a su presa, solo la desea más
intensamente que a otras, la literatura nos demuestra que el vampiro que no
destruye al objeto de sus pasiones, no lo hace por amor, sino simplemente, el
antagonista, el archí enemigo cazador, se lo impide.
¿Qué representa
este deseo incontenible de sangre? Representa el deseo sexual reprimido, en la
antigüedad los vampiros tenían un solo colmillo (sí, nótese que escribí uno)
era grueso y alargado y se encontraba debajo de la lengua, solían morder a sus
víctimas en la cara interna del muslo. Es demasiado obvia la connotación fálica
de dicho colmillo, que por cuestiones de evolución estética fue cambiando.
También es notorio, que el influjo o hechizo que ejerce el vampiro sobre sus
presas neutraliza la capacidad de razonamiento, incluso a pesar de que esta
pueda estar enamorada; esto simboliza la incapacidad del ser humano de
controlar sus deseos sexuales, y en perspectiva, es algo lógico si tomamos en
cuenta el contexto histórico en el que se basaron las primeras leyendas, una
sociedad “casta”, llena de prejuicios morales, en el que la mujer
(particularmente) era considerada débil y presa fácil de sus deseos sexuales,
por esa razón, la mayoría de la literatura de vampiros se enfoca en cómo la
mujer cae rendida a los pies del vampiro o vampireza. Lo que también me
recuerda que dichas relaciones de obsesión con una víctima no eran
exclusivamente entre hombres vampiros y mujeres o viceversa; también existía
entre hombres o mujeres, como en el caso de Carmilla, escrita por Sheridan Le
Fanu, en el que se evidencia una relación lésbica entre la protagonista y la
vampira.
Una de las
características más interesantes de la literatura de vampiros, es que estos
escaparon del género gótico y abrieron su propio campo. Ahora encontramos que
los vampiros tienen su propio apartado dentro del mundo literario y se pueden
mezclar muy homogéneamente con otros géneros sin crear disonancia entre ellos,
como por ejemplo la ciencia ficción, en el que encontramos una notable lista de
títulos, como el de Soy Leyenda de Richard Matheson, que posiblemente la gente
conoce por su adaptación al cine.
Tomando en
cuenta todo lo anterior, los lectores podrán comprender las razones por las
cuales no soporto a los vampiros de las nuevas generaciones; han perdido todo
su magnetismo malvado y tétrico, la nueva literatura ha despojado al vampiro de
todo lo que lo convertía en eso, dejando simplemente un personaje de cliché. La
literatura de vampiros no se esmeraba tanto en describir al vampiro seductor,
sino se decantaba por mostrar los aspectos psicológicos de las víctimas, e
inclusive, nos demostraba cómo la virtud lograba derrotar a la perversión y la
maldad, pero dejando en evidencia de que estos deseos oscuros seguían allí, que
no importaba si el vampiro moría al final de la historia, había otros afuera y
los hombres siempre estarían en riesgo de caer a merced del vampiro. La nueva
literatura de vampiros se ha olvidado por completo de los simbolismos y
significados, despojando de toda gracia, a mis amados monstruos.
Espero que les haya gustado la entrada, y los invito a unirse a mi grupo de Facebook: Los Mundos Oscuros de Johana Caldern.
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