Recientemente estuve meditando
sobre este punto, y supuse que, al igual que yo, otras personas que escriben se
preguntarán lo mismo. Nuestro máximo deseo como escritores es que nos lean, que
exista esa retroalimentación que nos motiva a continuar escribiendo; por más
que nos repitamos una y otra vez que escribimos para nosotros mismos,
eventualmente la necesidad de que esas obras salgan a la luz se manifestará, y
nos encontraremos con el difícil mercado actual de los lectores.
¿Por qué es tan complicado el
mercado literario? La respuesta es, en realidad, muy simple, a diferencia de
otras representaciones artísticas más comunes, los libros sufren de mala fama,
la razón viene desde la escuela y el hogar, en el que vemos a los libros como
una obligación y no como un medio de adquirir conocimiento (incluso aunque se
trate de ficción); los primeros libros de un niño son los libros de escuela,
comenzamos con el “Caracolito” o el que corresponda al país de quien este
leyendo esta entrada; la maestra y/o la madre empiezan a enseñarnos las
palabras que se forman con la unión de las letras, esas que nos han repetido en
la cartilla del ABC casi desde que nacemos, y vienen llenas de imágenes
coloridas que ilustran los símbolos que construyen nuestra lengua escrita;
entonces nos damos cuenta que en este nuevo libro donde salen palabras como
“mamá” “papá” “bebé”, viene con menos dibujos y más palabras con más silabas
cada vez, lo que implica que toda la hoja se llena de letras y por ende se
vuelve aburrido, pero como es obligatorio aprender a leer y a escribir para
perpetuar el sistema educativo, terminan endilgándole al niño el “DEBER” de
leer, y a nadie le gusta las cosas por obligación, mucho menos a los niños.
Entonces esos pequeños
arrastrarán una aversión hacia la lectura por el resto de su infancia y
adolescencia, incluso en la adultez; porque ven la lectura como una obligación
y no como un medio de esparcimiento. Esto convierte a los libros en un artículo
de poco consumo.
Luego nos enfrentamos al hecho de
que los que leen, son elitistas.
La élite de lectores se divide en
géneros, a medida que el lector se adentra en el mundo de los libros y va ampliando
la diversidad literaria ya no lee solo ficción sino que se sumerge en la
política, filosofía, sociología, religión, psicología y demás, en pocas
palabras: empieza a refinar los gustos; así nos vamos separando unos de otros,
primero los que leemos de los que no, luego los que leen tal género de los que
leen otro, luego de los que leen libros con contenidos específicos (no tanto
como técnicos) de los que solo leen ficción, y así sucesivamente.
Esto también conlleva a que los
lectores se vuelvan renuentes a leer autores independientes, consideran que una
marca de calidad literaria es la editorial que soporta al autor publicado, esto
sin tomar en cuenta el género; me refiero a que si alguien te ofrece un libro
del género vampiro de Anne Rice y al mismo tiempo te ofrece otro pero de un
autor independiente y menos conocido, el lector se va a decantar por leer
primero el de Anne Rice, simplemente porque es ella, y la han publicado
editoriales. Así el escritor se enfrenta al monstruo de “¿Quién es este
escritor y que obra famosa escribió?”. Lamentablemente los autores independientes
no cuentan con las plataformas de máxima difusión, así que como decimos acá en
mi tierra: “Solo es famoso en su pueblo”
Y si todo lo anterior no fue
suficiente, nos encontramos con la sociedad de consumo, ese universo de
lectores “nuevos”, que se han adentrado a leer gracias a las nuevas tecnologías
y al boom de la literatura “erótica” (cualquier herramienta es válida para que
las personas se pongan a leer, pero por favor, de nada sirve leer si solo se va
leer basura). Los autores se encuentran con un mercado de creciente tendencia
genérica, con lectores que van desde los doce años en adelante, con un gusto
definido por el tema romántico-sexual en cualquier presentación, lo que ha
llevado a la aparición de una nueva ola de autores que se lanzan a escribir
sagas de quince libros (todos iguales) y lo que marca la diferencia es que uno
es de vampiros, otra es de guerreros
míticos, otra es de ángeles, o licántropos, elfos y paren ustedes de contar;
trayendo como consecuencia que dichos lectores no lean nada más que eso, sin
darle oportunidad a otros escritores y géneros.
Todo esto lleva al autor a
plantearse la incógnita: ¿Qué escribir? ¿Escribo lo que me gusta y me lanzo a
una competencia desigual? O ¿Escribo lo que está de moda, me vuelvo famoso y luego
sí escribo lo que en un principio quería escribir, arriesgándome al rechazo
natural por cambiarme de género y por ende, perder lectores?
Entonces comienza la lucha
interna del escritor que desea escribir por amor al arte. Los lectores que hoy
me obsequian un minuto de su tiempo deben comprender el por qué de esta lucha.
Los libros, a diferencia de otras ramas artísticas, solo verán cumplido su fin
si son leídos; otras representaciones artísticas serán percibidas de una u otra
forma, pero los libros no, sin difusión un libro puede pasar al olvido con
facilidad, aunque el mismo escritor se aboque a obsequiarlo y llevarlo de un
lado a otro, y esto es debido al desagrado generalizado que hay contra la
lectura, es probable que el destino de un libro de un autor independiente no
sea otro que el indiferencia y las repisas de familia y amigos; y no es ese el
destino que un escritor quiere.
¿Cómo concluir esta entrada? No
lo sé, creo que estas palabras solo sirven de catarsis. Yo me decanté por un
género que en Latinoamérica y en habla hispana no tiene muchos lectores a menos
de que tenga un gran nombre detrás como el de Stephen King; el universo actual
de lectores no se detiene mucho a pensar qué tan bueno puede ser un escritor
que ha ganado un premio simplemente porque no es el género que le gusta,
también me enfrento al hecho de la costumbre, la gente en general es renuente a
darle oportunidad al cambio, a lo nuevo, ¿Por qué hacerlo si lo conocido le
gusta y le sirve, y así sucesivamente puedo enumerarle más razones. Tal vez
todo esto se deba a uno de esos episodios existencialista que todos los que
escribimos sufrimos de vez en cuando, hay personas que nos planteamos
constantemente los por qué.
No me queda nada más que decir,
un abrazo confortable a todos los escritores que se han preguntado lo mismo que
yo, y a los que no… ¡Qué suerte tienen!
Saludos.
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