Cuando un escritor decide
escribir es porque tiene una historia que contar; cada género conlleva un grado
de dificultad y por ende el autor debe poseer una determinada cantidad de
conocimiento mínimo para poder llevar a cabo todo el proceso.
En narrativa, sean cuentos,
relatos, novelas; el cuerpo de la historia se compone de tres partes básicas:
inicio, nudo y fin. Muchos escritores dicen que mientras uno tenga el principio
y el final, todo lo demás es relleno; algo extremadamente ridículo y que solo
denota el ego de sapo que tiene dicho autor ¿De qué te sirve un magnifico final
y un hechizante comienzo, si el desarrollo es plano y aburrido? Ningún lector
terminará esa obra a menos de que se vea obligado a ello.
El nudo o desarrollo debe poseer
todo lo necesario para atrapar al lector, el arte de escribir narrativa se
caracteriza por la habilidad que tiene el autor para generar deseo y pasión por
la historia que muestra. No es que no se puede o no se deba escribir capítulos
sosos, evidentemente sí, en este arte, el escritor debe hacer un uso magistral
de su capacidad para poder darle respiro al lector, es como un prestidigitador,
que entre acto y acto de cortar a su ayudante en dos o prenderse fuego a sí
mismo, aparece y desaparece una paloma en un sombrero, echa agua en un vaso de
papel que al girarlo se encuentra vacío o convierte una hoja de papel en una
rosa; del mismo modo, entre un capítulo intenso y otro, se deben introducir
remansos en el que se le dejan pistas al lector para que vaya descubriendo los
misterios que se han ocultado entre las líneas. Un escritor de narrativa debe
comprender que hay que tratar al lector con respeto, aceptar que incluso la
trama más enrevesada no debe ser explicada completamente como si quienes
leyeran fuesen tontos incapaces de percibir y seguir todas las líneas. Explicar
todo no sirve, tanto como no funciona dejar demasiados cabos sueltos.
Posteriormente, mientras el
escritor va desarrollando el nudo o los nudos, podrá encontrarse con que el
final pensado no es apropiado, el proceso de escribir debe ser muy flexible,
porque a medida que la historia toma forma puede darse cuenta que todo el
proceso le llevó a otro lado, lo que hace imposible que ese final tan bien
pensado no funcione. Es en ese instante en el que el autor descubre qué tan
ególatra es, también es ese momento en el que descubre que la historia es la
que manda y no él. Algunos se enfrascarán en seguir alargando todo hasta llegar
al punto que quieren, generando ladrillos de ochocientas o mil páginas de las
cuales solo pueden que sean buenas la mitad o menos.
Una recomendación es que acepten
las cantidades de hojas que salgan, no por escribir libros más extensos se es
mejor que otro, si consideras que tu libro es muy “pequeño” haz trampa: tipos
de letras más grandes, en vez de 11 ptos. usa 12 o 12.5, interlineados más
grandes, agrega espacios entre párrafos, amplía un poco los márgenes.
Otra cosa que el escritor de
narrativa tiene que comprender es que uno no echa un cuento, escribir una
historia no es como contarle el chisme a un amigo mientras se toma un café, el
escritor debe recordar lo que le gustó del libro como lector y trasladarlo a su
creación; escribir no es solo contar la historia, es contarla bien.
Por último, escribir narrativa no
es un proceso rápido, no es como escribir un ensayo o un poema, cada género
tiene su tiempo particular y cada autor también, lo que sumado puede generar un
lapso variable de publicación, eso sin contar todos los procesos técnicos.
También es indispensable que un escritor interiorice un hecho importantísimo: Los
libros son la mezcla balanceada y perfecta entre corazón y técnica. Un libro
con corazón pero mal narrado, mal escrito, lleno de errores demasiado obvios,
con fallas técnicas, es tan malo y deplorable como el técnicamente bien escrito
pero sin un ápice de pasión.
Un ejemplo de esto es lo siguiente, no es lo mismo decir:
La c
asa roja en la que bibian los
niños
A
La casa roja en la que vivían los
niños.
A
La casa escarlata, el hogar donde
los pequeños fueron felices.
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