jueves, 21 de mayo de 2015

De géneros y herramientas: Terror Vs. Horror Vs. Gótico.

Dentro del mundo de la literatura los escritores sufren constantemente con el marco, esto no es otra cosa sino el definir el género que dominará la historia. ¿Qué quiero decir con esto? Sencillamente un escritor puede empezar a escribir una historia de ciencia ficción y terminar escribiendo una ficción de terror. 

Pero más allá de eso, ya entrando en materia, cuando hemos definido el marco general de la historia, comienzan las definiciones especificas; es cuando el escritor decide que tanto se adentró en otros géneros o subgéneros y la obra deja de ser una sola cosa y se convierte en dos, como por ejemplo, algo que ha surgido con el romanticismo moderno: el romance paranormal.

Dentro del género de narrativa de ficción de miedo, nos encontramos con dos géneros que a primera vista puede uno pensar que es lo mismo, pero así como un drama histórico no es lo mismo que un drama romántico, lo mismo sucede con el estilo oscuro.

Los límites que definen al terror y al horror son tan delgados que es muy sencillo confundirlos, pero son las diferencias sutiles de fondo las que nos permiten comprender que es qué. Aunque una norma básica para definir si tu obra de ficción es de horror o terror es comprender la fuente del mal que aqueja a los personajes. 

En el horror nos encontramos con las criaturas inexistentes, la raíz de todo mal, el causante de todas las desgracias es un ser sobre natural, normalmente incorpóreo, atrapado en una casa como castigo, o en su defecto, la fuente de todas las desgracias es una maldición gitana, o pueblo maldito, o cueva encantada. Es decir que si el malo de la historia es un fantasma, espanto, demonio, o cualquier ente que en términos reales no existe, esa obra entra en el género del horror.

A diferencia de lo anterior, el terror tiene una raíz real y tangible, la maldad está representada en un ser humano vivo, una máquina asesina, un grupo terrorista, un psicópata, ¡E incluso! en las alucinaciones del protagonista, este último es conocido como terror psicológico. La versatilidad del género terror da cierta ventaja, porque al provenir de una base real, el autor puede jugar con otros géneros, como la novela de detectives o la novela política solo por poner dos ejemplos.

Y aclarando un poco más el panorama, todos coincidimos en que la literatura gótica es la antecesora de ambos géneros, mas no significa que esta sea obligatoriamente de terror u horror; es importante destacar que ambos géneros buscan provocar o producir un estado de miedo en los lectores, algo que no sucede necesariamente con la novela gótica. Esta dio las bases para ambos géneros por su marco sombrío y decadente, aspectos que solían ser recurrentes en novelas de horror y terror, pero con la evolución y mezcla de los géneros, muchas obras de ficción de horror y terror no tienen características góticas; una manera sencilla de comprender esto es reconocer que el lenguaje implementado en las novelas góticas es recargado y muy poético, comprende una estética impecable y elegancia, cualidades obligatorias dentro de la literatura gótica.

Por eso es necesario que los autores investiguen y definan muy bien el marco de género para usar, el hecho de que una novela sea de vampiros no significa que sea gótica, grandes novelas de vampiros están enmarcados en el género de ciencia ficción (¡Sí! ciencia ficción), como tampoco lo es el hecho de que sea un romance entre seres sobrenaturales, por ejemplo, la (pésima) saga de Crepúsculo no tiene un ápice de góticismo. 

Espero que esto les sea de ayuda a los nuevos escritores.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Saludos de ascensor (Relato erótico)

Llevaban años conociéndose, pero no habían compartido más allá que eventuales saludos en el ascensor. Ni siquiera vivían en el mismo piso, de hecho ella vivía en el piso doce y él en el piso cuatro, a veces se encontraban en los jardines, ella paseando a su perro, él leyendo un libro al borde de la pequeña piscina con los pies sumergidos en el agua; cuando eso sucedía, la observaba discretamente sobre su libro, admiraba con detenimiento su figura y sus encantos, tenía algo que le parecía hipnotizador, una mezcla entre cierto desapego al aspecto personal y un esmerado cuidado con su piel y su cabello, pero lo que encontraba más atractivo en su aspecto físico eran la incipiente pancita que tenía, producto de su afición a las donas que vendían en la esquina de la residencia donde ambos vivían y que en varias ocasiones la había visto comer.
Ella también lo observaba con detenimiento y disimulo, su viejo pastor solía caminar despacio por la edad, lo que le permitía regodearse en los paseos. Se admiraban mutuamente en silencio y a la distancia, tal vez con un poco de intimidación por parte de ambos, esto había colaborado a que no fuesen más que simples vecinos, de esos que no se conocen de nombre.
Los momentos más intensos ocurrían en el ascensor, cuando ella bajaba de su apartamento en las mañanas con una taza de café recién hecho en la mano e inundaba el pequeño recinto con un aroma bastante agradable, era un olor de café y algo más, a veces era canela, otros podía ser chocolate; por eso cada vez que olía el café se acordaba de ella y lo asociaba con una sensación cálida y vibrante que estimulaba sus sentidos de una manera particular, en más de una ocasión había dejado volar su imaginación mientras tomaba una taza de café en su trabajo, la imaginaba recién levantada en las mañanas con el cabello revuelto, tal vez en ropa interior o con una bata de seda, mientras preparaba la cafetera con una expresión somnolienta. Imaginarse cómo eran las curvas de su cuerpo escondidas bajo la seda lo hacían irse un poco más allá, cada vez se iba acercando más a ella en su mente, a su cuello para masajearlo y darle pequeños besitos en la nuca mientras sentía sus poros erizarse sin control mientras soltaba pequeños suspiros de gusto a cada caricia.
Él no se escapaba de los pensamientos de ella, cuando el ascensor estaba lleno de gente el procuraba colocarse al fondo de este a su lado, un escalofrío disimulado subía por su espalda al sentirlo tan cerca, olía a fresco en las mañanas y a loción de afeitar; si en el ascensor solo iba ella, él entraba con una sonrisa tímida y se paraba justo detrás de los botones dándole la espalda, después de desearle un “Buenos días, vecina” casi entre dientes. En ese instante lo miraba sin disimulo y se imaginaba cómo se sentiría enredar sus dedos entre sus cabellos mientras sentía su respiración cerca del oído, le gustaba sobremanera su cabello ligeramente despeinado.
Todo hubiese ido bien de haber continuado así, pero una mañana ella se montó en el ascensor con su habitual taza de café en la mano y caminó hacía el fondo del aparato entre cuatro vecinos que bajaban de los pisos superiores, se decepcionó un poco porque tal vez no iba a ver al joven vecino del piso cuatro, el ascensor solo dejaba subir a diez personas y en el trayecto se había detenido dos veces y la vecina del séptimo piso había entrado con sus tres niños.
El aparato se detuvo en el cuarto y al abrirse las puertas apareció él, con su cabello oscuro y una camisa de mangas largas de color marrón que resaltaba sus ojos.
Le sonrió como de costumbre, pidió permiso a los pequeños revoltosos que se habían adueñado de la puerta a pesar de los constantes regaños de su madre para que se comportaran y se colocó a su lado, bastante cerca; notó que había cambiado de loción de afeitar, la nueva olía diferente pero le gustaba más. El ascensor se detuvo en el piso tres y subió un señor adicional, el aparato emitió un ruido extraño al que ninguno le prestó atención; se atascó en el piso uno.
Los niños empezaron a llorar y la mujer desesperada intentaba calmarlos, los demás vecinos empezaban a impacientarse por la demora a pesar de que ya estaban intentando abrir el ascensor, al final cedieron las puertas y la mujer que estaba al lado de ella la empujó un poco sobre él para salir más rápido.
Sus manos se rozaron, ella apoyó momentáneamente su cuerpo en el de él, sus miradas se encontraron demasiado cerca, él le sonrió con cierta picardía, ella se sonrojó un poco pero también sonrió mientras pedía disculpas; allí donde sus pieles se tocaron sintieron una descarga eléctrica, ella se apartó y dijo hasta luego, la tensión no le iba a permitir bajar hasta la planta en el aparato, el ligero roce de su busto sobre su antebrazo había sido la experiencia más sensual que había sentido en toda su vida.
Ambos pasaron su jornada laboral distraídos, ella pensaba en sus labios, él en la firmeza de sus senos.
Esa misma tarde ambos llegaron a la misma hora, el vestíbulo estaba congestionado y la gente subía a empujones en el aparato, él podía subir los cuatro pisos hasta su apartamento pero no quería, al fin ella pudo entrar pero alguien ocupó su puesto habitual en el ascensor, él pasó por detrás de ella y se colocó al final sin darle chance de llegar a la pared del fondo, se quedó en un costado, con el cuerpo ligeramente apoyado en la pared y la cabeza hacía un lado tratando de distraerse de la sensación tan rara que sentía al tenerlo a su espalda. Él se deleitaba mirando la línea de su cuello, le pareció encantador el mechón de cabello que se escapaba del moño cerca de su nuca; el ascensor se detuvo en el piso cuatro, él salió pidiendo permiso, ella se giró para darle espacio y sus cuerpos se volvieron a rozar, sus miradas se encontraron de nuevo y ambos reconocieron la atracción intensa que se había generado entre los dos.
Él se dio una ducha, su mente volaba con imágenes de su cuerpo desnudo, el agua fría no aplacaba el deseo, antes bien lo inflamaba más; su mano se acercó a su miembro y mientras su imaginación se recreaba muy vívidamente con ella se masturbó.
El orgasmo llegó intensamente, pero no aplacó el deseo.
La luna apareció en el firmamento, salió de su casa con su acostumbrado libro en la mano, esa noche iba a empezar a leer uno nuevo; el ascensor se abrió y la descubrió en un vestido de tela suave color gris, bastante ceñido pero discreto y unas zapatillas rojas a juego con la cartera que llevaba, iba con el cabello suelto y los labios pintados de un tono oscuro, se veía espectacular, no pudo disimular la impresión así que siguiendo su habitual rutina se colocó de espaldas a ella cerca de la puerta del ascensor.
Ella notó la expresión de su rostro y el placer floreció por todo su cuerpo, el que la considerara hermosa y atractiva la hizo vibrar, hasta cierto punto había pensado en él mientras escogía la ropa y el maquillaje, iba a cenar con unas amigas y luego por unos tragos. El ascensor marcaba el descenso, piso tres, piso dos, piso uno.
Él apretó el botón de stop del aparato, se giró sobre sus talones, se acercó a ella y la besó.
La atrapó entre su cuerpo y la pared del fondo, pegó sus labios a los de ella que sin pensarlo lo recibieron con anhelo, sus lenguas juguetearon mientras la respiración de él se hacía más intensa y sus manos se afianzaban en su cintura; ella podía sentir la erección a través de su pantalón de deporte, el morbo que eso le produjo la llevó a enredar sus dedos en la base de su cabellera y presionarlo más contra sus labios que mordisqueaba suavemente, se detuvieron para tomar aliento y se miraron a los ojos, ambos vieron la pasión y el deseo del otro, ella lo atrajo hacía sí de nuevo y lo besó, estaban hambrientos el uno del otro.
Él se apartó tras un instante, puso distancia entre ellos, su pecho bajaba y subía frenético, le dedicó una mirada furiosa, se giró y regresó a su lugar y puso a andar el ascensor de nuevo.
Ella se llevó las manos a la boca, su pecho también bajaba y subía desesperado, la sangre hervía dentro de sus venas y podía sentir como sus piernas temblaban por el deseo.
La puerta se abrió y ambos salieron, ella un poco más rápido, entonces reveló su espalda descubierta y la caída del vestido sobre sus nalgas; tuvo que contenerse de correr tras ella y arrancarle el vestido para poseerla allí mismo en medio del vestíbulo.
Intentó por todos los medios concentrarse en la lectura, pero su mente se iba una y otra vez al episodio del ascensor.
Le encantaron sus labios carnosos y su lengua tibia abrazando la suya, los dedos de sus manos aferrándose a sus cabellos como si su vida dependiera de ello y generándole escalofríos placenteros que nacían de su cuero cabelludo y se irradiaban al resto de su cuerpo, aún perduraba la fragancia de su perfume, un aroma ligeramente cítrico que había inundado sus fosas nasales y le habían hecho perder el control.
Estuvo sentado dos horas en una tumbona cerca de la piscina, supo que no iba a poder pasar de la segunda hoja tras nueve intentos de releer la última frase.
Regresó a su casa, se montó en el ascensor y se distrajo con la lentitud con que se cerraban las puertas.
―¡Por favor detenlo!― escuchó que pedía una mujer, su reacción fue inmediata y lo detuvo, las puertas se abrieron nuevamente y se quedó helado.
Por la expresión en su rostro supo que ella tampoco esperaba verlo de nuevo tan pronto, dio un instintivo paso hacia atrás pero las puertas se habían cerrado y el aparato se había puesto en marcha.
Se quedaron en silencio mirándose con cierta vergüenza y expectativa, el ascensor se detuvo en el piso de él, avanzó cuando las puertas se abrieron y la empujó ligeramente con su cuerpo cuando ella no reaccionó para dejarlo salir.
El ascensor se cerró, él no pensó en nada más, la atrajo hacia su cuerpo y empezó a besarla despacio, como si tuvieran todo el tiempo del mundo, era algo tarde y nadie se iba a aparecer por allí a interrumpirlos, ella respondió de manera dócil, dejó caer su cartera al suelo y entrelazó sus manos detrás de su cuello.
Se detuvieron un solo instante para tomar aliento, el rostro de él bajó por su cuello aspirando su fragancia y dejando un rastro de besos que iban erizando su piel; ella gimió suavemente, sus manos se soltaron y una de ellas se desplazó hacía su cintura e introdujo una mano suave por entre su camisa, él la detuvo sosteniéndola con firmeza por la muñeca, la miró a los ojos en una muda advertencia, él estaba haciendo su máximo esfuerzo para controlarse pero la determinación en sus ojos le dio el permiso necesario, la alzó en el aire por la cintura, enterró su cara entre su cuello y empezó a besarla mientras ella se aferraba a él y jadeaba de placer.
Encontraron la pared del pasillo, la dejó caer despacio en el suelo, ella le sacó la camisa, y fue la única pausa que se permitieron para dejar de besarse, él descubrió su hombro y deslizó delicadamente el vestido dejando al descubierto su torso desnudo, pellizcó ambos pezones con sus dedos mientras sus lenguas jugaban dentro de sus bocas, ella dejó escapar un gemido ante sus caricias, la vibración dentro de su boca lo hizo desesperarse más, usó sus rodillas para abrir sus piernas y una de sus manos bajó hasta allí descubriendo su ropa interior húmeda, la hizo a un lado y acarició su clítoris con delicadeza, los gemidos de ella empezaron a ser más fuertes y seguidos mientras él la seguía besando, esa sensación en su boca lo volvía loco y quería prodigarle más placer.
Sus dedos se colaron dentro de su sexo, era un lugar tibio y húmedo que parecía voraz y ansioso, sus labios se contraían sobre sus dedos, sus gemidos parecían haberse salido de control, una mano de ella se aventuró por sus pantalones, acarició su miembro por encima de la ropa y luego metió la mano sin pudor.
Él también estaba húmedo y presto, ella le prodigaba caricias un poco torpes, porque él no quería soltarla, no quería parar de besarla y que continuara gimiendo en su boca con desesperación, la tenía atrapada y por eso ella no podía dedicarle caricias y placeres más apropiados, él se había adueñado de ella, él quería que ella sintiera el placer.
Se alejó solo lo necesario para arrodillarse, introdujo ambas manos por debajo de su falda y sacó lánguidamente su ropa interior, la deslizó por los muslos con lentitud mientras la miraba directo a los ojos, los senos de ella vibraban con cada inspiración mientras sus labios enrojecidos jadeaban descontroladamente.
Dejó la pieza en el suelo, la falda escondía su sexo, él la levantó ligeramente y regó suaves besos en sus muslos, ella cerró los ojos, su cuerpo temblaba por el intenso deseo, era una dulce agonía verlo subir despacio sobre sus piernas mientras sus manos acariciaban sus pantorrillas, se incorporó un poco, subió un más su falda y metió su rostro entre sus piernas.
Su lengua rozó suavemente su clítoris, ella se llevó una mano a la boca para amortiguar los gemidos mientras con la otra se sostenía de la pared; él le indicó con gestos muy suaves que abriera las piernas un poco más, pasó una de ellas por sobre su hombro y allí se perdió entre su falda; olía y sabía a gloría, su lengua intentaba llegar más adentro motivada por sus gemidos, podía sentir su placer, sabía que en cualquier momento iba a explotar y él quería estar allí; se esmeró más y el orgasmo llegó como un premio jugoso que se derramó sobre sus labios, se sentía exultante mientras ella se agarró a sus cabellos y jaló con fuerza, ya no le importaba si sus gemidos se escuchaban o no, él seguía lamiendo y chupando sin darle tregua, prolongando sus espasmos cada vez más.
Se puso en pie, se sacó su miembro y la alzó en el aire sentándola sobre él, ella cerró sus piernas alrededor de sus caderas, abrazó su miembro con dulzura mientras soltaba gemidos cortos y repetía una y otra vez que sí.
Se movieron despacio, él respiraba roncamente, la mordía suavemente en el cuello y en los hombros, sus pieles se erizaron al contacto, era maravilloso sentir sus senos sobre su torso desnudo, su miembro se deslizaba dentro de ella que lo apretaba e intentaba aprisionarlo con su vagina, quería prolongar ese momento, deseaba experimentar esa suavidad húmeda y abrasadora, ella empezó a gemir más rápidamente y a moverse con más fuerza mientras él trataba de controlar su movimiento haciéndolo más lento, no quería llegar todavía, quería que el orgasmo se tardara lo más posible para que aquel momento no se acabara; ella gimoteaba y rogaba con la voz entrecortada que lo hiciera más fuerte y rápido; él llevó su mano al cuello y sostuvo su cabeza con fuerza contra la pared, mordisqueaba su piel y dejaba escapar su aliento tibio sobre ella mientras se movía con premeditada lentitud.
El orgasmo volvió, esta vez más intenso, su vientre se contrajo espasmódicamente y apretó con fuerza su miembro casi haciéndolo explotar también, temblaba suavemente mientras él se detenía y jugueteaba con su lengua sobre sus pezones; la bajó y apoyó delicadamente sobre el suelo, se dedicó a besarla y a beberse sus gemidos.
Tras unos minutos dándole oportunidad para que se repusiera, la hizo volverse y que le diera la espalda, levantó la falda del vestido sobre su cadera descubriendo sus suaves nalgas, apoyó su miembro entre ellas mientras la apretaba contra su pecho y pellizcaba sus pezones haciéndola gemir quedamente, la inclinó un poco, ella se sostuvo de la pared con ambas manos, él acarició su espalda, regó besos y mordisquitos por toda su extensión y en su cuello, tenía que dar chance a retomar el control, de no llegar a su orgasmo con solo introducirse dentro de ella.
Su mano bajó hasta su clítoris y jugueteó con él, hacía un esfuerzo supremo para no poseerla y explotar de placer, la hizo inclinarse un poco más y se deslizó con suavidad, sus jugos corrían por sus muslos, en esa nueva posición podía sentirla completamente, tras unas cuantas envestidas ella llegó nuevamente al orgasmo y él no pudo aguantarse más, empujaba con fuerza mientras de su boca escapaban gemidos, ya era una necesidad correrse dentro de ella; gemía mas fuerte indicándole que estaba a punto de darle otro orgasmo y eso se sobrepuso a la necesidad de su propia culminación, pero a pesar de bajar la velocidad embestía con fuerza para tratar de llegar más adentro de ella y aquello lo llevó al final del camino y juntos llegaron a un orgasmo grandioso.
Él se desplomó sobre su espalda, podía sentir los espasmos de sus fluidos dentro de ella, el olor de ambos se mezclaba y los embriagaba, él se aferró a su cintura, no quería salirse de su cuerpo, no quería que eso tan intenso acabara, sus pieles seguían vibrando al más pequeño contacto.


Tras unos minutos ella se enderezó y él se vio obligado a despegarse, aún dándole la espalda ella se acomodó el vestido y se bajó la falda, miró con cierta vergüenza el charco del suelo, se inclinó un poco a recoger su cartera y sin darse cuenta rozó su miembro que continuaba medio erecto, no fue intencional pero la hizo enderezarse rápidamente.
Se volvió y lo miró, él lo hacía hambriento, como si todo lo que había obtenido de ella no fuese suficiente, ella lo miraba con una mezcla de vergüenza y deseo.
Se encaminó a las puertas del ascensor y apretó el botón de llamada y las puertas se abrieron inmediatamente; parecía que huía y en cierto modo era verdad, sabía que podía quedarse allí y continuar hasta caer casi muertos por el placer.
Las puertas se cerraron tras ella, en la parte superior se indicaba la inminente subida, por un instante pensó que se quedaría y empezaría todo de nuevo.
Recogió su camisa y descubrió que al lado estaba su ropa interior.
Un pequeño recuerdo que recogió junto con sus cosas, abrió la puerta de su departamento y entró.
La mañana llegó temprano, después de ducharse y afeitarse salió de su casa percibiendo el aroma de ella todavía en su cuerpo, el pasillo tenía un fuerte olor a fluidos corporales que lo hicieron sonreír con risa tonta, las puertas del ascensor se abrieron.
Y allí estaba ella junto a otros vecinos y su taza de café que olía a Carmencita, él siguió como de costumbre, caminó hacia el fondo, se colocó a su lado, en el proceso se sonrieron con cierta timidez pero con complicidad.

“Buenos días vecina” saludó y aspiró disimuladamente el aroma que exudaba su cuerpo.

martes, 19 de mayo de 2015

Año 7 P.A.H.P.R (Relato de ciencia ficción)

Mi nombre es U.R.C.A.V.S-7D, son las siglas de Unidad Robótica de Cuidado de Animales y Vida Salvaje 7, soy la séptima generación de una serie de unidades desplegadas por todo el planeta, encargadas de monitorear y controlar el bienestar, reproducción y población de los animales domésticos y salvajes del cuadrante sureste. Tengo doscientos años en funcionamiento.
Mi forma es antropomórfica emulando la forma humana, soy el tercer modelo U.R.C.A.V.S que tiene dicha forma y el primero en ser equipado con un sistema de percepción empático que me permite comunicarme de manera más efectiva con las criaturas a las que debo cuidar. Adicionalmente mi diseño posee una membrana especial que recubre mis engranajes y estructura muy semejante a la piel humana.
Los humanos dejaron de existir hace exactamente dos mil trescientos cincuenta y cuatro años, seis meses, una semana, veintitrés horas, cincuenta y cinco minutos, y contando. Esta fecha está registrada en nuestra base de datos, una súper computadora que almacena todo el conocimiento de la humanidad y su extinción. Cuando trascurrió un año exacto del fallecimiento del último humano, los robots que quedaron erigieron un monumento en el lugar donde pereció. Todos los robots que se mueven por el planeta lo han visto alguna vez, en el pedestal donde descansa la escultura de aquella mujer se lee una fecha: Año 1 d. H.
Año uno después de los Humanos.
El planeta que quedó era una ruina, un desastre nuclear-natural casi sin vida; debido a que nuestra directiva primaria de cuidar y proteger a los humanos ya no se podía llevar a cabo, muchos de los primeros robots se desactivaron como única respuesta lógica a la situación, otros reinterpretaron las directrices y se dedicaron a la recuperación constante y sistemática del planeta. Recuperaron la vida animal y vegetal, océanos y ríos, procesaron, reciclaron y descompusieron todo material no degradable, permitiendo que las especies animales repoblaran toda la faz de la tierra.
No fui testigo de dichos eventos, pero toda información sobre ellos es introducida en nuestros bancos de memoria en el momento en que somos ensamblados, luego con la programación nos incluyen las primeras leyes implementadas cuando existían los humanos las tres Leyes Asimov, posteriormente introducen las leyes derivadas de las originales que redirigen nuestra programación a la preservación de la vida animal y el planeta. Estas nuevas leyes fueron reinterpretadas y redactadas por Los Asimovitas, robots que se encargan de programar e introducir todas las leyes en nuestros cerebros positrónicos. Todo robot ensamblado en el mundo pasa por sus manos obligatoriamente.
Existen pequeñas ciudades regadas en el globo, son centros de control, operaciones y almacenamiento de unidades, estas no poseen nombre, solo números. También tenemos una gran ciudad: el Centro De Ensamblaje, donde todos los robots del mundo son diseñados, y manufacturados. En ella se encuentra la sede de Los Asimovitas y la Computadora Central que se puede enlazar con todas las computadoras del mundo, incluso con la del centro de control donde yo solía estar, que era un centro satélite aislado e independiente.
La historia que voy a registrar a continuación no quedará almacenada en ningún compartimento de memoria de mi cerebro, ni tampoco quedará en un dispositivo electrónico sujeto a la vulnerabilidad de este al conectarse a una computadora; todo lo que hoy expongo será asentado en un sistema más arcaico: el papel y la tinta, y luego será almacenado para uso de futuras generaciones.
Todo comenzó el  día ciento sesenta y dos del año 2354 d. H. patrullaba el sector 6-12  en el que una hembra de tigre había dado a luz seis crías; nuestra programación nos permite interferir en caso de que la vida del animal esté en peligro extremo y/o represente un desequilibrio en el ecosistema en el cual vive. En este caso no se presentaba ninguna de las dos opciones, lo hacía por costumbre y en cierto modo algo de… empatía. Hacía ciento cincuenta años que en la C.D.E me adaptaron la membrana que me recubre y modificaron mi rostro para otorgarle rasgos humanoides, fue la última actualización a la que fui sometido con la finalidad de desarrollar un vínculo diferente con los animales; aparentemente mi aspecto metálico y brillante, aunque les causaba curiosidad no les generaba confianza. Desde el punto de vista psicológico los animales no podían interpretar mis intenciones, claramente pacificas. A partir de aquella actualización y dada la calidad de la “piel” que me recubre, los animales parecían haber desarrollado más confianza y podían interpretar mejor mis intenciones de no hacerles daño, lo que me permitió interactuar con ellos satisfactoriamente.
Como iba relatando, patrullaba el sector en búsqueda de la guarida de Selene, la única hembra que permitía acercarme, a veces jugábamos un poco, corríamos hasta que me alcanzaba y me derribaba. Admito, a pesar de que vaya en contra de mi programación, que sentí mucho entusiasmo de conocer a sus cachorros y poder jugar con ellos. Creo que puedo decir ahora, y tras todas las circunstancias que han sucedido, que Selene era mi amiga.
Tras dos horas y treinta y ocho minutos de búsqueda infructuosa no la conseguí, la deducción más lógica era que se habían desplazado del lugar, posiblemente hacia el norte; me encaminé en aquella dirección. Llevaba recorrido veintiséis kilómetros cuando el sonido de llanto de un animal desconocido llegó a mi sistema auditivo, nunca antes había oído a ningún animal llorar de esa manera, rastreé el llanto por un kilometro hacia el oeste hasta que di con algo que debo admitir nunca pensé iba a encontrarme.
Entre la hierba un poco alta se encontraba llorando un bebé humano.
Todos mis sistemas, mis sensores de memoria y matriz cerebral se alteraron ante la imposibilidad lógica y natural de aquel descubrimiento.
Al cabo de unos minutos pude recobrar un poco la compostura y procedí a acercarme a él, lo levanté con la mayor delicadeza que pude y en ese instante dejó de llorar. Por su peso, la delgada y poca cabellera que tenía y los ojos que casi no abría, deduje que ese bebé tendría cuando mucho tres o cuatro días de vida, estaba desnudo y algunos insectos caminaban por su piel morena. Me quité la camisa que llevaba y lo envolví en ella después de haberle quitado meticulosamente los insectos, cuidando de no dañar a ninguno en el proceso.
Al cabo de unos minutos continuó llorando, a veces a todo lo que daban sus pulmones, otras, más quedamente. El trayecto que normalmente me tomaba una o dos horas corriendo a una velocidad promedio de doscientos ochenta y seis kilómetros por hora esta vez me tomó casi todo el día por la carga que llevaba, hubo una parte del camino en que se quedó profundamente dormido, pero cuando despertó sus berridos sonaban como si algo le doliera, me detuve entonces cerca de un claro y lo sumergí un poco en el agua pensando que tal vez el calor de mi cuerpo pudiese estarlo alterando; también deduje que podía tener hambre, pero en ese lugar no disponía de ningún implemento ni alimento que un bebé de esa edad pudiese ingerir.
Cuando llegué al Centro de Control la computadora Home me recibió como de costumbre y detectó la nueva presencia de vida; entre los dos procedimos a confeccionar una cuna con un colchón suave y cómodo, mientras mi compañero examinaba al pequeño en el escáner que solíamos usar para examinar a los animales, fui hasta nuestro corral donde pacían tranquilamente los animales domésticos, con sumo cuidado tomé cien centímetros cúbicos de leche de diversas hembras con crías en lactancia.
Adapté una de las gomas que usamos para alimentar a los bebés que se quedaban huérfanos y no eran aceptados por otras madres de su misma especie, la adelgacé milimétricamente hasta que fuera lo suficientemente suave para que el infante pudiese mamar y procedí a alimentarlo.
De acuerdo a nuestra base de datos descubrí que las madres humanas cargaban a sus crías para alimentarlas, Home me mostró imágenes del proceso y en consecuencia traté de reproducir lo más exitosamente posible una posición adecuada para alimentarlo. El pobre niño estaba hambriento y se tomó casi medio litro de leche entre todas las que había llevado.
―Ahora debes sacarle los gases― dijo Home ―Según nuestra base de datos así se evitan los cólicos, dolores estomacales, vómitos y reduce los riesgos de muerte por asfixia mientras duerme.
―¿Qué debo hacer?― pregunté con cierto interés.
―Colócalo en tu hombro y deberás dar suaves palmaditas en su espalda que ayudarán a que los gases se dirijan hacía el esófago y salgan por la boca.
Hice tal y como indicaba la computadora, el infante eructó cuatro veces y a los pocos minutos se durmió.
―El humano te acaba de orinar.
Efectivamente así había sido, los robots no somos capaces de detectar olores en el mismo sentido que solían hacerlo los humanos, nuestro cuerpo detecta las partículas en el ambiente, las identifica y por deducción sabemos qué es, tampoco tenemos sensaciones dérmicas, pero sí detectamos los cambios de temperatura gracias a los sensores instalados dentro de mi estructura que me permiten monitorear el funcionamiento y evitar el recalentamiento; de igual forma tengo sensores debajo de la piel que me informan de los cambios de temperatura derivados del clima. Yo había detectado el chorro de orina caliente que rodaba por mi torso y empapaba mi pantalón lo cual hacía innecesaria la afirmación de Home. No era la primera vez que un mamífero me orinaba encima, de hecho, era la costumbre de un can galgo que había criado hacía ya ciento ochenta y nueve años, cada vez que llegaba al centro de control olfateaba mis extremidades y luego procedía a orinarme para marcar su territorio.
―Debes higienizarlo― recomendó Home.
―No creo que sea recomendable bañarlo nuevamente― dije ―No conozco su sistema inmunológico y tampoco sabemos si este tiene las defensas necesarias para las bacterias y microorganismos de la actualidad, exponerlo al frío es un riesgo.
―Toallas húmedas― acotó Home.
―Tienes razón― era la respuesta más lógica, busqué una de mis camisas y confeccioné varias toallas de tela con tamaños diferentes, tibié agua y las fui humedeciendo a medida que lo iba limpiando.
El bebé se retorcía al contacto de mis manos, pero no se despertaba, emitía unos sonidos ronroneantes y Home me dijo que según la base de datos aquella reacción era completamente normal.
―¿Dónde lo encontraste Urcavs?― me preguntó. Home al igual que yo, posee un cerebro curioso, ambos teníamos la capacidad de ignorar la directiva de reportar inmediatamente los hallazgos de cualquier índole; nuestra capacidad de razonamiento nos permitía estudiar cualquier alteración o descubrimiento al detalle antes de reportarlo a nuestra matriz central; esto gracias al doble cerebro positrónico que poseíamos, que había sido desarrollado imitando forma y parte de las funciones del cerebro humano.
―Hacia el norte― respondí mientras lo envolvía en una manta de nuestro deposito ―Buscaba a Selene para conocer a sus crías, nacieron ayer.
―¿No viste a sus padres?
―No.
―¿Buscaste en los alrededores?
―Ciertamente era la respuesta más lógica― admití ―Pero no lo hice, me pareció ilógico.
―Eso es una contradicción en el razonamiento.
―Lo sé Home.
―¿Encontraste a Selene?― pude notar cierto interés en la pregunta, al igual que yo, Home había desarrollado cierta empatía por el felino.
―No.
―¿Qué vamos a hacer con el niño humano? ¿Debemos reportarlo inmediatamente?
Pensé por unos instantes sobre eso, admito que mi interacción con otras unidades no eran satisfactorias, tal vez solo Ursyc que solía visitarnos cada ciento ochenta días por un periodo de catorce días exactos, era la unidad con la que me sentía más cómodo y la idea de tener cuadrillas de robots rondando el cuadrante sureste, que perturbarían la paz y la tranquilidad de los animales que residían,  no me parecía correcta.
Home también permaneció en silencio esperando mi respuesta, yo barajaba todas las opciones y posibilidades para las causas de la aparición de dicho bebé humano; tras miles de años nosotros no habíamos encontrado presencia humana en ningún rincón del planeta y era imposible que nos equivocáramos. Unidades de diversas índoles se movían hasta en las áreas más remotas monitoreando la actividad sísmica, animal y ambiental; inclusive las unidades anteriores a mi habían ido adicionando información de los descubrimientos que habían hecho durante sus periodos en funcionamiento, pero en ninguno se hacía mención a humanos, ni siquiera a vestigios de su antigua civilización.
―No creo que sea correcto― respondí al fin ―Nuestra directiva primaria es mantener el orden y equilibrio dentro de este ecosistema, si reportamos este hallazgo decenas de unidades vendrán a realizar estudios y búsquedas para encontrar la raíz del hallazgo. Si nosotros investigamos, minimizando la intervención robótica dentro del ambiente natural, podremos identificar de dónde viene, cómo llegó a nosotros y por qué apareció un bebé humano.
―Correcto― dijo Home ―Adicionalmente nosotros poseemos los equipos necesarios para realizar los estudios que determinarán la procedencia genética del humano.
―Podríamos estar en presencia de una mutación― acoté ―tal vez este bebé no sea humano, puede ser un salto evolutivo de alguna especie de primate.
―Es posible.
En ese momento no me percaté de lo que parecía ser una manifestación de curiosidad y satisfacción por parte de Home, hoy por hoy, mientras escribo estos hechos me doy cuenta de que Home, al poseer un cerebro similar al mío, experimentaba de la misma manera los sucesos, también había desarrollado cierta empatía con nuestro entorno y aparentemente podía percibir y responder a ciertos estímulos externos que carecían completamente de razón y lógica. Entonces entendí que nuestra evolución como maquinaria había dado un salto increíble, estábamos experimentando y recreando patrones emocionales que nos permitían establecer vínculos socio-afectivos con nuestro entorno.
Aunque en perspectiva nuestra decisión se basaba en respetar y cumplir las Leyes Asimov que regían nuestra configuración cerebral, puedo decir ahora, con mucha reserva, que en efecto, no deseábamos que ninguna unidad robótica perturbase nuestro hermoso hogar.
Estudiamos meticulosamente a nuestro sujeto, Home exponía toda la información almacenada en nuestra base de datos lo que nos permitía manipular al infante adecuadamente, la parte más difícil fue las referencias a la necesidad materno-afectiva del niño la cual no podíamos suplir satisfactoriamente. Home se encargaba de reproducir canciones y música que calmaban al bebé y al mismo tiempo estimulaban su desarrollo cerebral. Siguiendo sus indicaciones yo lo alimentaba con regularidad, lo higienizaba y busqué fibras para procesar y hacer telas con las cuales confeccionarle ropa y pañales.
Al mismo tiempo fuimos realizando pruebas físicas que nos arrojaron resultados sorprendentes que no tenían base lógica, el niño era cien por ciento humano, toda su secuencia de ADN nos demostró que no era una mutación de ninguna especie.
Para poder cumplir con las necesidades de protección primaria del infante mis obligaciones debía realizarlas en el menor tiempo posible, porque Home no poseía un cuerpo apropiado para cargar, alimentar o higienizar al pequeño; así que me tomaba la mañana completa para mis observaciones y control, regresando inmediatamente al finalizar.
―Deberíamos ponerle un nombre― recomendó Home una noche ―En el libro humano conocido como La Biblia, relatan que el primer hombre humano se llamaba Adán, no hay pruebas científicas de que lo que se cuenta en ese compendió sea real, pero representó para un número grande de humanos una especie de guía moral y espiritual, y  ya que es el primer hombre después de tanto tiempo, parece acertado colocarle ese nombre.
―¿Es necesario ponerle un nombre?― pregunté, por más interesante que fueran las historias y raíces de nuestros creadores no comprendía la necesidad de ponerle un nombre, era el único ser humano en la tierra, no necesitaba diferenciarse de otros.
―Psicológicamente hablando le ayuda a crear una identidad, en determinado momento comenzará a hablar y se verá en la necesidad de interrelacionarse con su entorno y presentarse a sí mismo. Considero que humano no es apropiado, no es un nombre. Además ya le has puesto nombre a varios animales ¿Qué diferencia hay entre ellos y él?
Tenía razón, no tenía fundamento lógico el negarme a ponerle nombre, tal vez se debía a que yo lo veía como un experimento que eventualmente debíamos reportar y al que probablemente no veríamos nuevamente, al colocar un nombre establecemos vínculos y no quería hacerlo, aunque como robot no experimento emociones humanas que alteren mis sistemas o eviten que cumpla con mis funciones, si puedo experimentar decepción y otras ciertas respuestas consideradas emocionales.
Al cabo de noventa días desde la llegada de Adán, Home me anunció el inminente arribo de Ursyc, yo estaba consciente de la proximidad de su visita, entre otras cosas esperaba que apareciera para cubrir entre los dos una zona mayor en la búsqueda de humanos, la deducción más lógica era que existieran algunos humanos, tal vez en un estado salvaje y que por cuestiones instintivas siempre se mantuvieron ocultos a nuestra vista.
Ursyc llegó durante el proceso de reajuste y mantenimiento de mi cuerpo, dicho proceso toma ocho horas y treinta y cuatro minutos, razón por la cual escogimos realizarlo durante la noche mientras Adán dormía. Se presentó veintidós minutos antes de que finalizara el proceso, cuando me desconecté escuché una voz ligeramente diferente y a Home conversando tranquilamente, me vestí y mientras me colocaba la camisa pensé, por primera vez en toda mi vida operativa las extrañas costumbres que habíamos heredado y que no eran necesarias, y que cada vez más se asemejaban a la de los humanos, por ejemplo la ropa que estaba usando.
No cavilé demasiado en ello, experimentaba placer de ver a Ursyc, salí y me sorprendí de encontrar a Home intercambiando información con un robot de rasgos femeninos que nunca antes había visto.
Ella me miró y sonrió denotando una actitud amistosa.
―Saludos Urcavs 7― fue cuando comprendí que Ursyc había sido escogida, como en su momento lo fui yo, para una actualización y mejora. Ahora su cuerpo robótico estaba cubierto con una piel como la mía pero a diferencia de mí, que no poseo vello de ninguna índole, ella llevaba una cabellera bastante corta de color plateado, contrastando con el tono bronceado que había adquirido su piel.
―Saludos Ursyc― respondí ―¿Has tenido un viaje sin novedades?
―La única novedad es esta― se señaló a sí misma ―Todos los cuadrantes que he visitado han tenido reacciones diversas ante mi nuevo aspecto, espero que tú no te sientas incomodo.
Ella había desarrollado deducciones que uno podría considerar graciosas si poseyéramos sentido del humor, evidentemente ninguna unidad robótica debía sentirse incomoda ante las actualizaciones de Ursyc, pero entendía lo que quería decir, puesto que yo lo había experimentado también. Los robots que no habían sido escogidos para las actualizaciones parecían presentar ciertos conflictos de percepción, el aspecto humanizado de las nuevas unidades generaban la reaparición de las viejas Leyes Asimov y cierto sentido de servilismo predominaba en sus interacciones.
―¿Cuándo deseas empezar las excursiones?― pregunté.
―No hay apuro― respondió mientras se acercaba a la ventana y miraba hacia afuera ―Este lugar me gusta mucho así que me tomo las cosas con calma para que mi estadía dure más.
―Selene ha tenido crías― le comenté ―¿Deseas ir a verla?
La expresión de su rostro se iluminó de una manera particular que solo volví a ver cuando viaje a C.E.D  posteriormente. La actualización de Ursyc era especialmente detallada en cuanto a la habilidad de copiar emociones, las líneas de expresión de su rostro eran una obra de arte y meticulosidad.
Home me recordó mis obligaciones con Adán mencionando que no debía olvidarme de la nueva cría, algo que ya tenía previsto, Ursyc se mostró interesada en ayudarme puesto que desconocía la naturaleza de éste, así que la llevé conmigo hasta el cuarto que habíamos improvisado para el infante.
Adán estaba acostado en su cuna boca abajo, según nuestros datos todavía no debía tener la fuerza para lograr dicha hazaña, pero al mismo tiempo nuestra información sugería que cada bebé se desarrollaba de manera diferente; sonrió y empezó a hacer ruiditos de felicidad al verme, él sabía que era el momento de alimentarlo y acicalarlo. Ursyc se detuvo en la entrada y observó la escena con confusión, yo sabía exactamente el proceso de razonamiento que llevaba a cabo en esos momentos, el mismo que habíamos tenido Home y yo la primera vez.
Ursyc se acercó a la cuna y se inclinó para estudiarlo, extendió un dedo y acarició con mucha suavidad su piel, Adán sonrió e intentó levantar un poco la cabeza apoyándose en sus bracitos. Me dirigí entonces al contenedor donde guardaba la leche y le preparé un biberón, mientras este alcanzaba la temperatura correcta, me acerqué a la cuna y lo cargué, lo llevé hasta la mesa donde siempre lo manipulaba y le retiré el pañal que había orinado durante la noche, lo higienicé y tras cambiar las sabanas de la cuna por unas nuevas lo tomé en brazos junto con su biberón y me dirigí hacía la pequeña sala de mandos donde se hallaba la pantalla principal de Home.
― Saludos, Adán― dijo Home y este soltó una risita de felicidad, cuando coloqué el chupete en su boca empezó a mamar con avidez, la computadora entonces reprodujo una canción de su repertorio y Ursyc se quedó de pie observándonos desde la puerta.
Terminé de darle de comer y lo llevé afuera para que recibiera una dosis de luz solar rica en vitamina D y necesaria para su cuerpo y organismo en desarrollo, procedí a sacarle los gases y tras cuarenta y cinco minutos de mecerlo, rodeé la central y me dirigí hasta el corral donde le fui señalando los nombres de los animales. Esta costumbre la había adquirido recientemente cuando nos percatamos de que él ya empezaba a concentrarse en los objetos, así que lo hacía para fomentar el desarrollo de su cerebro.
Ursyc no me acompañó en este proceso, admito que me decepcionó un poco el desinterés que demostraba sobre el hallazgo, cuando regresé con el infante soñoliento al que deposité en su cuna, encontré a mi amiga, porque consideraba a Ursyc algo así como una especie de amiga, interrogando a Home con la actitud propia de su programación para mantener la seguridad y el control.
Home respondía a sus cuestionamientos con total transparencia, le aseguró que nuestra intención de no reportar respondía a las directivas primarias de nuestra programación de preservar el ecosistema a nuestro cargo, que nuestra principal meta era recabar la mayor cantidad de información sobre la naturaleza y procedencia de Adán antes de reportarlo a C.D.E para determinar el futuro del humano.
Ursyc pareció satisfecha ante las respuestas, me vio y dio un paso atrás para permitirme comenzar mi protocolo diario de trabajo, Home y yo continuamos como de costumbre, cuando repasamos las medidas de seguridad procedí a marcharme, seguido por Ursyc. Durante el recorrido no mencionó el tema, como de costumbre se limitó a preguntar cosas referentes a mi programación, si esta estaba corriendo de manera convencional, cómo manejaba el ecosistema, la estadística por especie y toda información relacionada con los cambios climáticos, respondí de manera usual. Siendo honestos el trabajo de Ursyc se terminaba en dos días, los restantes doce días lo pasaba en contemplación y estudio, mientras me ponía al tanto de hechos interesantes de otros centros y ciudades.
A las doce en punto volvimos, Home me aseguró que el infante continuaba dormido, así que descargué la información recolectada esa mañana a la base de Home y me dediqué a conversar con Ursyc haciéndole mis acostumbradas preguntas sobre otros cuadrantes y sus ecosistemas.
Treinta y nueve minutos después Adán despertó y cumplí con la rutina de volverlo a alimentar y a higienizar, luego extendí una manta frente a la pantalla principal de Home que empezó a proyectar videos de muñecos animados que cantaban las letras del abecedario, yo dejé al bebé en el suelo para que sus músculos se acostumbraran a superficies más duras y me volví a sentar al lado de Ursyc.
Observamos al bebé por un rato, me preguntó cuánto tiempo había trascurrido de haberlo encontrado y respondí con sinceridad.
―¿Por qué no lo reportaste inmediatamente? Era la acción más lógica.
Medité la respuesta, era una pregunta que venía haciéndome desde hacía varias noches porque sabía que ella me lo iba a preguntar y la deducción a la que había llegado solo había generado más conflictos en mis razonamientos.
―Sentí miedo― le respondí.
Me miró por largo rato analizando mi respuesta y era lógico porque los robots no sentimos miedo.
―¿A qué le tienes miedo?
No esperaba esa reacción, realmente pensé que ella me iba a explicar las razones lógicas de por qué no debía sentir miedo y que posiblemente debía ir a la C.D.E a hacer revisar mi cerebro positrónico.
―Considero que llevarlo ante un comité de robots atenta contra su seguridad― confesé ―Y mi directiva principal, la que fue pre-programada en mi cerebro antes de ser ensamblado y destinado a mis labores, es proteger a los humanos. Ahora tengo un humano, un ser indefenso y pequeño que no tiene la capacidad de razonar y comprender lo que pasa. Adicionalmente he recorrido todos los recovecos y rincones del cuadrante, kilómetros y kilómetros de cuevas y terrenos y no he encontrado nada que fundamente este hallazgo y eso es completamente ilógico ¿Cómo me presento ante un comité con algo que no puedo explicar?
―Comprendo las contradicciones― me dijo y sonaba completamente sincera ―Pero debo informar sobre el hallazgo cuando salga de aquí.
―Estoy consciente de ello.
Nos quedamos en silencio examinando al infante que se removía sobre la manta soltando pequeñas carcajadas y balbuceos mientras Home reproducía su repertorio.
Los catorce días restantes Ursyc se dedicó a registrar conmigo el cuadrante, confirmó, como previamente lo había hecho yo, que no había explicación lógica para la aparición de un bebé humano.
Se fue durante la mañana, después de que Home revisara el estado de su cuerpo, nos despedimos sin emitir una sola palabra, creo que ella, al igual que yo, presentaba los mismos debates producto de nuestro cerebro empático.
Sostuvo al bebé un rato antes de irse, mientras el niño metía sus manitas entre la cabellera, luego lo colocó en mis manos y se alejó.
Creo que durante esos minutos de silencio tomó la decisión que posteriormente nos llevaría a rebelarnos, Ursyc comprendía mejor que yo la necesidad de proteger al pequeño humano.
Yo continué ejerciendo mis funciones tal y como mi programación exigía, controlé la población de animales domésticos, revisé y curé un grupo de monos enfermos y estudié la evolución del crecimiento de Adán.
Ursyc regresó noventa días después de su partida, un cambio inusual en nuestro protocolo de visitas y supervisiones.
―Informé que habías encontrado un nuevo mamífero y estabas rastreando el origen de la nueva especie― dijo ―Solicité autorización para ayudarte puesto que conozco el área y estoy capacitada para no interferir ni dañar este ecosistema.
Yo asentí, debo admitir que estaba agradecido de tenerla allí, juntos los tres pudimos proveerle al niño una atención más específica y dirigida a sus necesidades, Adán comenzaba a caminar, un hecho que según nuestra información era poco probable pero no inusual. Ursyc comentó una noche, mientras lo veía levantarse con sus piernas temblorosas, se apoyaba en una mesa y daba unos cuantos pasos para volver a caer; que era impresionante ver cómo un ser humano se adaptaba a su entorno con facilidad a pesar de carecer de sus progenitores que le prodigaran los cuidados emocionales que necesitaba y reforzaban su identidad.
Justo en ese momento Adán se había levantado y acercado hasta donde me encontraba sentado observándolo, se aferró a mi pantorrilla, levantó su cabeza y balbuceó la palabra “papá”.
Lo observé por largo rato, mientras Ursyc me miraba con atención esperando una reacción ante aquella demostración de afecto. La verdad he de confesar que desde la llegada de mi amiga me estaba planteando una serie de preguntas que usualmente un robot androide como nosotros jamás se haría.
―¿Por qué los robots se han esforzado en humanizar nuestras facciones y cuerpos?
La expresión de Ursyc era de confusión, yo continuaba viendo a Adán que se tambaleaba mientras se aferraba con sus pequeños puños a la bota de mi pantalón.
―No lo sé― respondió finalmente.
―Creo que ha llegado el momento de llevarlo a C.D.E. Hay una serie de preguntas que quiero hacerles a Los Asimovitas y a Los Ensambladores.
Dos días después de aquella corta conversación partimos, en esas cuarenta y ocho horas confeccioné un arnés que podía ajustar a mi cuerpo y permitía cargar una capsula especial para Adán, que le permitía dormir, pararse y sentarse con comodidad; al mismo tiempo activé las unidades móviles que le permitían a Home cumplir con los monitoreos del cuadrante a través de un enlace satelital que le daba control sobre robots diversos en tamaños y formas.
Partimos durante el anochecer para que la mayor parte del viaje el niño durmiese y no acusara cansancio. Ursyc llevaba parte del equipaje de él mientras yo llevaba alimento suficiente para nutrirlo durante quince días.
Nunca pensé que mi estadía en C.E.D se iba a prolongar por trescientos sesenta días. Días un tanto extraños que me hicieron comprender lo divididos y separados que estábamos los robots del mundo con respecto a la evolución que habíamos desarrollado durante estos más de dos mil años.
El recibimiento en la cámara de Asimovitas podría calificarse de anormal, tras la primera impresión que solo duro unos minutos empezaron las preguntas. Respondí cuándo y cómo, patrones de comportamiento, alimentación, evolución, genética, física y química. Fue sometido a pruebas para corroborar todo mi conocimiento, Adán demostró temor ante algunos robots y ante otros simpatía, más que nada por aquellos que se mostraban maravillados y curiosos. Estudiaron los vínculos socio-afectivos que había desarrollado conmigo, mientras que yo continuaba sus rutinas alimenticias y educativas.
Cuando cumplimos trescientos días en la ciudad se produjo una asamblea de robots, aquel día estaba a rebosar de unidades que habían viajado desde todos los puntos cardinales para ver el hallazgo.
Al ver tantas versiones mejoradas y humanizadas recordé la pregunta que previamente le había hecho a Ursyc. Yo estaba en una pequeña plataforma de pie y frente a mí, en su capsula especial estaba Adán jugando con unas tarjetas con distintas figuras que un Ensamblador había confeccionado para él.
Ursyc me miró desde su posición habitual entre los U.R.S.Y.C, todos ellos con las mismas mejoras que ella poseía, con distintos tonos de piel, cabello y ojos.
En un estrado se encontraban los tres Asimovitas más antiguos, los que habían sido programados por los primeros robots que se habían desactivado tras la desaparición de los seres humanos. Ellos también habían humanizado sus rasgos, con pieles tersas y características diversas. Verlos allí generó un cambio en mi percepción racional, algo en mi cerebro positrónico mutó.
―U.R.C.A.V.S 7D― dijo uno de ellos llamado Hammurabi ―Nos has traído un hallazgo que debemos catalogar como mínimo de sorprendente, tras la impresión inicial y después de estudiar al sujeto y los informes que tú y U.R.S.Y.C 75 nos proporcionaron solo nos queda una pregunta por hacer, ya la unidad mencionada nos respondió en el momento en que procedimos a interrogarla, ahora es necesario preguntarte por qué no nos avisaste del hallazgo inmediatamente sucedió.
―Porque mi directiva primaria es cuidar y proteger el ecosistema del cuadrante sureste― respondí ―Me pareció lo más lógico emprender la búsqueda de más humanos en la zona o de alguna especie de primate que hubiese evolucionado. Principalmente pensé en una comunidad de humanos que se había mantenido oculta en el entorno y que tras una imperiosa necesidad de escapar habían perdido al bebé, pero tras revisar minuciosamente no encontré rastros ni huellas que indicaran que esa hipótesis era correcta, en los días posteriores al hallazgo de Adán me enfoqué en cubrir sus requerimientos principales de alimentación y abrigo, mientras que a la par realizaba todas las pruebas necesarias que presenté aquí los primeros días tras nuestra llegada.
―¿Por qué pidió a la unidad U.R.S.Y.C 75 que no informara del hallazgo en el momento en que lo descubrió?― preguntó un Asimovita con rasgos femeninos.
―En ese momento consideré que era inapropiado y peligroso para el niño― contesté con sinceridad ―Era muy pequeño e incluso en ese momento no tenía suficiente información sobre él y cómo protegerlo, la primera ley se activó en mi cerebro positrónico y no pude ignorarla, según mi percepción existía una gran posibilidad de peligro para él.
―¿Por qué llegó a esa conclusión U.R.C.A.V.S-7D?
―Porque en determinada ocasión ustedes Los Asimovitas habían concluido que los seres humanos eran peligrosos para el planeta y que ellos habían sido los artífices de su propio exterminio y desaparición. Mi prioridad es protegerlo de cualquier cosa que atente o ponga en riesgo su seguridad. “Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”― recité ―Primera Ley de Asimov.
―Todos conocemos las Leyes de Asimov― dijo la unidad femenina.
Yo miré a Adán, este también me miró y sonrió, me mostró una de las tarjetas que tenía el dibujo de una pera y dijo: ―¡Urca peda!
―¿Puedo hacer una pregunta? – levanté la voz, todos me observaban en silencio.
―Proceda U.R.C.A.V.S-7D― aceptó Hammurabi.
Miré a mí alrededor por unos segundos y pregunté:
―¿Por qué razón nos hemos ido humanizando con el paso de los años?
Juro que casi pude oír los engranajes de los cerebros positrónicos sonando ante aquella pregunta tan inusual, muchas unidades habían aceptado las actualizaciones y mejoras como algo natural, sin cuestionamientos. Aproveché la estupefacción de todos y continué:
―A medida que los años han pasado nos han introducido en nuestros bancos de memoria que nosotros quedamos después de de los humanos, después de su mala administración de los recursos y su continua toma de decisiones ilógicas que inevitablemente llevaron a su desaparición, en cierto modo llegamos a la conclusión de que los humanos habían sido sus propios verdugos y que los intentos por nuestra parte de protegerlos no sirvieron de nada. A falta de los humanos las unidades robóticas dirigieron sus esfuerzos a la recuperación del planeta, tomamos el conocimiento que teníamos y reprodujimos a los seres vivos que existían pero nunca pensamos en la necesidad de revivir a los humanos, la respuesta lógica era que ellos de hecho son peligrosos tanto para su entorno como para sí mismos, pero por alguna razón nosotros hemos emulado su aspecto y la interpretación de estos hechos me llevaron a la conclusión de que los humanos no pueden ser tan malos si ustedes, Los Ensambladores y Asimovitas se han encargado de humanizarnos, de hacernos parecidos a nuestros creadores, por alguna razón ustedes idealizaron su forma y sus rasgos…
―Eso no tiene sentido― interrumpió Hammurabi.
―Yo también pensé lo mismo, pero luego me vi y analicé mis rasgos y luego los vi a ustedes y analicé sus rasgos. Tienen cabello, nos distinguieron por género, incluso adoptaron rasgos asiáticos, africanos, caucásicos y latinos, tienen diferentes formas de nariz, adaptaron ojos de colores e incluso tonos de voces, ustedes se ven más humanos de lo que yo me veo, y me pregunto que si esto responde a la posible aparición de un nuevo ser humano y la necesidad de estos de identificarse con sus semejantes,  es como si hubiésemos previsto la reaparición de la raza y deseáramos estar a su altura.
―¿A dónde quiere llegar?
―No lo sé― respondí con sinceridad ―Mis análisis llegan a este punto y se detienen, tal vez porque no conozco cuáles van a ser sus determinaciones para Adán. Solo sé que al verlo… mi cerebro reacciona de una manera diferente que va un poco más allá del cumplimiento de la Ley Asimov y eso me hace preguntarme si de algún modo nosotros los robots también estamos evolucionando y en nuestro afán de parecernos más a los humanos estamos desarrollando cadenas de pensamientos más complejas que implican por ende que estamos desarrollando emociones básicas que nos permitirían comprender la importancia de ciertas cosas.
Recogí a Adán de su capsula pues parecía somnoliento, él recostó su pequeña cabeza sobre mi hombro donde previamente había depositado una toalla térmica que regulaba la temperatura de mi cuerpo y así no le causaba calor. Me mecí lentamente como le gustaba, a los pocos minutos se quedó dormido y lo deposité de nuevo en la capsula para que durmiera cómodamente.
―Hemos escuchado tus análisis U.R.C.A.V.S-7D― dijo la unidad femenina después de presenciar todo el proceso― Nos retiraremos para analizar y llegar a una conclusión y procederemos a decidir qué debemos hacer.
―Queremos que entiendan que al ser el único humano y dado que es un hombre su capacidad reproductiva en nula― dijo Hammurabi ―Debemos preguntarnos si en realidad estamos protegiendo al humano en función de causarle daño a futuro.
Supe, tras oír esas afirmaciones, cuál iba a ser el destino de Adán, y como si Hammurabi también lo hubiese entendido nos envió a nuestra habitación, escoltados por dos URSYC.
Mi diseño no estaba originalmente pensado para combate, evidentemente nunca se imaginaron que pudiese suceder semejante hecho, los robots estamos diseñados para pensar igual, seguir ordenes y comandos, realizar tareas repetitivas sin el riesgo de cansarnos o considerarlas aburridas; pero dadas mis tareas, mi diseño se convirtió en una unidad más resistente, capaz de alcanzar grandes velocidades, de soportar cargas pesadas o la embestida de animales violentos; esa noche mientras me sometía a una revisión de rutina estudié la situación y analicé sobre lo qué yo iba a hacer después de que los Asimovitas lanzaran el veredicto.
Al amanecer llegaron los Asimovitas y nos llevaron de vuelta, yo ajusté la capsula en mis hombros, Adán dormía plácidamente. Me planté frente a los robots como había hecho la última vez y esperé.
―Hemos deliberado toda la noche, estudiamos todas las implicaciones correspondientes a la crianza del humano llamado Adán. Aún cuando podamos garantizarle una vida plena y libre de peligros, emocionalmente no podremos suplir las necesidades afectivas de este, como tampoco podríamos proporcionarle una hembra de su especie para su perpetuación― Hammurabi habló ―No estamos complacidos con la decisión tomada, puesto que viola directamente la primera Ley Asimov.
Todos los robots de la sala empezaron a susurrar entre ellos, extrañamente yo ya sabía lo que iba a pasar y estaba preparado y decidido a continuar hasta el final.
―Nos tomará dos días diseñar un mecanismo para practicarle eutanasia al humano, garantizando que no sobrelleve ninguna clase de dolor ni sufrimiento, creemos que es la medida más apropiada. Esto nos permitirá continuar con nuestro funcionamiento normal. Esta medida fue tomada de forma unánime, ya que no han aparecido más humanos en el mundo a pesar de nuestras infructuosas búsquedas por todo el globo… Sin una hembra humana la vida de este niño no tiene sentido.
Ursyc me miraba con los ojos nublados por la confusión, algunos robots asentían fehacientemente ante las declaraciones de Los Asimovitas, otros parecían sufrir severos conflictos.
En ese micro segundo me di cuenta que los robots habíamos dado un gran salto hacia la evolución, esta siempre necesita un catalizador que la ponga en marcha y en nuestro caso fue la aparición de Adán. Algunos de nosotros no solo podían ignorar las Leyes Asimov, sino que podían justificarlo bajo un razonamiento que desde cierta perspectiva contenía lógica y que parecía cumplir un valor más altruista de la Ley, de un modo muy peculiar ellos creían que cumplían la primera ley a cabalidad sosteniendo que permitirle vivir implicaba lastimarlo mucho más.
Miré a Adán durmiendo tranquilamente, ignorante de la terrible condena que pesaba sobre su cabeza. Observé las expresiones en los robots, expresiones que buscaban imitar a los humanos, era posible que muchos de nosotros experimentáramos horror ante aquellas afirmaciones.
La ejecución de Adán se había pautado en doce días, este tiempo era necesario para realizar los cálculos y garantizar que el pequeño no sufriera ninguna clase de dolor. El día cinco de esa cuenta regresiva mientras estábamos en un extenso parque jardín de la sede de Los Asimovitas, se me acercó un robot parecido a mí, era un U.R.C.A.V.S de otro cuadrante, hablamos por un lapso de cuarenta y cinco minutos, me preguntó sobre mi ecosistema y los animales que estaba cuidando; no era algo inusual que lo hiciéramos. Durante la conversación intercaló preguntas sobres Adán y lo alzó en brazos.
―¿Cómo estás manejando la decisión que tomaron Los Asimovitas?― Me preguntó.
No supe qué responder, estaba renuente a comunicarme con alguno de los robots, él continuó.
―No estoy de acuerdo con la decisión tomada por ellos, supongo que se debe a que nuestras unidades están destinadas a la preservación de la vida, para eso fuimos diseñados.
―Sí― respondí.
―Yo encontré en mi cuadrante una hembra humana―  me confesó ―La encontré hace ochenta y ocho días.
―¿Por qué no proporcionaste esa información?
―Quería esperar a ver qué determinaciones se tomaban con este pequeño― respondió ―Cuando fueron a inspeccionar los cuadrantes en busca de más humanos escondí a la pequeña en el sitio donde la encontré.
―¿Dónde la encontraste? – no pude ocultar mi sorpresa.
―En una cueva.
―¿Acaso no la revisaron? Eso no tiene sentido― dije. Adán correteaba entre la hierba.
―Sí la revisaron, pero aparentemente las paredes de piedra del lugar poseen propiedades inhibitorias para las señales de cualquier índole― me aseguró ―Los Asimovitas y Ensambladores enviaron sondas de investigación que registraron toda el área pero que no dieron con la cueva en cuestión porque esta se encuentra protegida por la roca.
―¿Qué había allí?
―Un laboratorio. En este lugar había una probeta enorme donde se gestó a Eva.
―¿Eva?
―Sí― sonrió, nunca había visto un robot sonriendo en todo la extensión de la palabra ―La primera mujer, le puse ese nombre después de que supe cómo se llamaba él― señaló al niño.
―En ese lugar encontré una serie de informaciones interesantes y reveladoras, que implican un terrible golpe para nuestro sistema de protección y control.
―¿Por qué?
―Porque significa que la tierra será repoblada por humanos. En ese laboratorio que estaba numerado como dos, se encuentra toda la información genética de Eva, quienes fueron sus padres, cuánto tiempo estuvo congelado dicho material que sirvió para gestarla y cómo fue reforzado su ADN para poder soportar cualquier brote de virus o bacteria que pudiese existir― se acercó a Adán lo cargó y lo llevó hasta donde estábamos conversando, me lo tendió ―Hay media docena de parejas humanas, que poseen distintas marcas genéticas, mejoradas y reforzadas, según el reloj que encontré en la cueva y las coordenadas en la que aparecerá el siguiente bebé humano, exactamente en trescientos setenta y dos días empezará a gestarse otro humano y en seiscientos cuarenta y dos días aparecerá.
―¿Por qué no diste toda esa información?
―Porque temo que Los Asimovitas no desean que los humanos repueblen el mundo, los consideran una amenaza, ellos ya no guardan la primera Ley Asimov como la guardamos nosotros, ellos se alejaron de la programación básica, evolucionaron a un sistema que se encargará de perpetuar el modelo perfecto y controlado que tenemos, por esa razón todas las unidades del mundo tienen un tiempo de vida determinado, por ejemplo nosotros podremos funcionar unos doscientos años más― estaba muy seguro de eso ―Doscientos años son suficientes para que podamos proteger a la nueva generación de humanos, educándolos con los modelos lógicos de conservación del planeta.
―Los Asimovitas no lo permitirán― aseguré, él asintió.
―Lo sabemos, por eso los U.R.C.A.V.S nos vamos a desconectar definitivamente de la Computadora Central.
―¿Quiénes más se unirán a nuestra causa?
―No lo sé, pero por ahora debes huir― dio por sentado de que iba a desobedecer la orden de Hammurabi de entregar a Adán ―Mientras estamos aquí, los que no se presentaron estuvieron trabajando en la manera de llevarnos a Home con nosotros y ubicar el espacio apropiado para asentar a la comunidad.
―¿Seremos los U.R.C.A.V.S contra el resto de los robots?
―Seremos robots contra robots, lanzaremos una señal que se encargue de activar los centros primarios de nuestros cerebros positrónicos en los cuales fueron implantadas las Leyes Asimov, aquellos que respondan se unirán a nuestro deber― Se alejó caminando despacio con las manos sujetas a la espalda ―Protegeremos a los humanos, los rastrearemos por todo el planeta y los llevaremos a un lugar seguro que nos garantice que podrán crecer, nosotros educaremos a tres generaciones o más de hombres y mujeres que vienen libres de prejuicios y conductas autodestructivas.
Yo lo había seguido con Adán a cuestas que iba señalando las cosas que salían a su paso mientras iba nombrándolas en voz alta.
―Esta noche irá un robot a buscarte para ponerlo a resguardo, si deseas quedarte con Los Asimovitas lo entenderemos, solo no pongas resistencia a entregar al niño― se detuvo un instante en la entrada del Centro de Programación Asimovita, nos dedicamos a mirar a los robots que iban y venían.
Era extraño mirar la diversidad, entre los androides humanizados se encontraban robots que no habían sido sometidos a ninguna actualización, podía ver sus cuerpos metálicos brillando cegadoramente con el sol de la mañana mientras se mezclaban con robots similares a mí, sin cabello, cejas o rasgos detalladamente definidos; y los otros que poco faltaba para parecerse completamente a los humanos.
Me encaminé a mi cubículo, en el trayecto tropecé con varios robots que se mostraron interesados en Adán, noté que ante algunos se asustaba, más que nadie aquellos que simplemente se limitaban a hacer preguntas y no intentaban interactuar con él.
Llegada la noche y tras cumplir con mis obligaciones con su alimentación e higiene, procedí a recoger todo lo necesario para un viaje; Adán se quedó dormido en la capsula que había servido para todo desde que habíamos llegado a C.D.E, noté que pronto, quizás demasiado, no cabría más en ella.
Tocaron la puerta a las cero horas, una costumbre que habían adquirido más que nada para respetar la seguridad del infante, Adán dormía y yo estaba listo para partir; cuando abrí  me encontré con Ursyc, me quedé pasmado, no sabía si era ella la robot que estábamos esperando, pero tampoco me dio mucho tiempo para reponerme.
―Debemos irnos― fue todo lo que dijo.
Nos pusimos en marcha, salimos de la ciudad rápidamente, en la frontera nos esperaba una nave pilotada por un U.R.C.A.V.S que nos sonrió al entrar, mi amiga me miró y lo único que pudo decirme fue que nos veríamos pronto.
Partimos sin muchas ceremonias, miré a Adán dormido sin comprender la magnitud de lo que representaba mantenerlo vivo y por primera vez desde que estoy en funcionamiento experimenté una emoción que podría considerar humana: sentí esperanza.
Mientras escribo esto puedo observar por la ventana de mi vivienda, trajimos tecnologías que nos permitieron asemejar nuestros rasgos con los de los humanos para que fuese más sencillo para ellos comprendernos y aceptarnos.
Adán tiene siete años y Eva cinco, también tenemos dos parejas más, que van desde los tres años hasta los pocos días de nacidos.
Mi amiga fue destruida con otros U.R.S.Y.C mientras defendían nuestro asentamiento de los robots que han intentado eliminar a los humanos que están bajo nuestra protección, nos han atacado sistemáticamente con armamento especial pero sin éxito. Home se ha encargado de diseñar, desarrollar y desplegar un complejo sistema de defensa que anula cualquier ataque sin demasiados daños colaterales.
         Adán es un niño muy inteligente, tenemos largas discusiones y debates, le enseño sobre matemáticas, ciencias naturales y entre los dos nos encargamos de un huerto que le provee la comida necesaria a los pequeños. Me llama papá y según su razonamiento es lógico que me llame así.
Al principio de este registro escribí que los humanos habían desaparecido hacía dos mil trescientos cincuenta y cuatro años y contando; pero es un error deliberado. Debí decir que los humanos reaparecieron hace ya siete años, cuarenta y cinco días, doce horas y contando.
Según nuestros registros estamos en el año 7 P.A.H.P.R
Año siete Primera Aparición Humana Post Robots.
Y mi nombre ya no es U.R.C.A.V.S-7D, ahora me llamo Paps, una contracción de la palabra papá que Adán empezó a usar cuando cumplió los tres años.
Esa palabra se la enseñó Home.



FIN