lunes, 8 de junio de 2015

Del oficio de escribir: ¿Cómo escribir narrativa?

Cuando un escritor decide escribir es porque tiene una historia que contar; cada género conlleva un grado de dificultad y por ende el autor debe poseer una determinada cantidad de conocimiento mínimo para poder llevar a cabo todo el proceso.

En narrativa, sean cuentos, relatos, novelas; el cuerpo de la historia se compone de tres partes básicas: inicio, nudo y fin. Muchos escritores dicen que mientras uno tenga el principio y el final, todo lo demás es relleno; algo extremadamente ridículo y que solo denota el ego de sapo que tiene dicho autor ¿De qué te sirve un magnifico final y un hechizante comienzo, si el desarrollo es plano y aburrido? Ningún lector terminará esa obra a menos de que se vea obligado a ello.

El nudo o desarrollo debe poseer todo lo necesario para atrapar al lector, el arte de escribir narrativa se caracteriza por la habilidad que tiene el autor para generar deseo y pasión por la historia que muestra. No es que no se puede o no se deba escribir capítulos sosos, evidentemente sí, en este arte, el escritor debe hacer un uso magistral de su capacidad para poder darle respiro al lector, es como un prestidigitador, que entre acto y acto de cortar a su ayudante en dos o prenderse fuego a sí mismo, aparece y desaparece una paloma en un sombrero, echa agua en un vaso de papel que al girarlo se encuentra vacío o convierte una hoja de papel en una rosa; del mismo modo, entre un capítulo intenso y otro, se deben introducir remansos en el que se le dejan pistas al lector para que vaya descubriendo los misterios que se han ocultado entre las líneas. Un escritor de narrativa debe comprender que hay que tratar al lector con respeto, aceptar que incluso la trama más enrevesada no debe ser explicada completamente como si quienes leyeran fuesen tontos incapaces de percibir y seguir todas las líneas. Explicar todo no sirve, tanto como no funciona dejar demasiados cabos sueltos.

Posteriormente, mientras el escritor va desarrollando el nudo o los nudos, podrá encontrarse con que el final pensado no es apropiado, el proceso de escribir debe ser muy flexible, porque a medida que la historia toma forma puede darse cuenta que todo el proceso le llevó a otro lado, lo que hace imposible que ese final tan bien pensado no funcione. Es en ese instante en el que el autor descubre qué tan ególatra es, también es ese momento en el que descubre que la historia es la que manda y no él. Algunos se enfrascarán en seguir alargando todo hasta llegar al punto que quieren, generando ladrillos de ochocientas o mil páginas de las cuales solo pueden que sean buenas la mitad o menos.

Una recomendación es que acepten las cantidades de hojas que salgan, no por escribir libros más extensos se es mejor que otro, si consideras que tu libro es muy “pequeño” haz trampa: tipos de letras más grandes, en vez de 11 ptos. usa 12 o 12.5, interlineados más grandes, agrega espacios entre párrafos, amplía un poco los márgenes.

Otra cosa que el escritor de narrativa tiene que comprender es que uno no echa un cuento, escribir una historia no es como contarle el chisme a un amigo mientras se toma un café, el escritor debe recordar lo que le gustó del libro como lector y trasladarlo a su creación; escribir no es solo contar la historia, es contarla bien.

Por último, escribir narrativa no es un proceso rápido, no es como escribir un ensayo o un poema, cada género tiene su tiempo particular y cada autor también, lo que sumado puede generar un lapso variable de publicación, eso sin contar todos los procesos técnicos. También es indispensable que un escritor interiorice un hecho importantísimo: Los libros son la mezcla balanceada y perfecta entre corazón y técnica. Un libro con corazón pero mal narrado, mal escrito, lleno de errores demasiado obvios, con fallas técnicas, es tan malo y deplorable como el técnicamente bien escrito pero sin un ápice de pasión.

Un ejemplo de esto es lo siguiente, no es lo mismo decir:


La c
asa roja en la que bibian los niños
A

La casa roja en la que vivían los niños.

A

La casa escarlata, el hogar donde los pequeños fueron felices.


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