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viernes, 12 de junio de 2015

Del oficio de escribir: Consejos para el escritor.

Cuando una persona se decide a escribir “profesionalmente”, se aboca a buscar por internet los “diez consejos que todo escritor debe seguir” o “técnicas que te ayudarán a ser mejor escritor” y cualquier entrada de blog, artículo de pagina web, libro o curso para escribir.

Está muy bien documentarse sobre todo eso, pero hay que hablar claro y decir que estos no son biblias ni manuales para escribir, aquellos que nos dedicamos a esto llegamos a la conclusión, bastante sencilla, de que el proceso es distinto para cada individuo; puede ir desde: “escribe todo lo que se te ocurra” hasta “pararte de cabeza para que la sangre fluya y aparezcan las ideas”.

La mayor parte de escribir se compone de dos procesos, el creativo ―donde se gesta y nace la historia― y el productor ―que es sentarse y escribir―. Conversando hace unos días con una amiga, profesora de la Universidad de Oriente de Venezuela, comentaba que en uno de sus talleres de escritura la primera pregunta que hacía era: ¿Con qué se escribe?, lo cierto es que inmediatamente pensamos que con las manos o con la mente, pero su respuesta, aparte de jocosa, fue exacta y precisa: se escribe con las nalgas.

Muchos se preguntarán qué significa, y no es más que el hecho de que el primer consejo para el escritor es: siéntate a escribir.

Podemos encontrar desde conceptos específicos hasta subjetivos sobre cómo escribir, algunos funcionan, otros no; lo importante es sentarse con la mentalidad fija en la meta; uno puede proponerse metas razonables: una página por día, tres, cinco, quince; también puede ir por capítulos si se dedica a la narrativa, pero lo importante es escribir. Hay que tomar en cuenta que uno debe ser honesto, hay cierto respeto que se genera cuando uno dice: “soy escritor” inmediatamente la gente reacciona con un “¡¡oooh!!” mental porque la asociación más lógica es: si escribe debe ser muy inteligente. Lo siento chicos, pero escribir libros no te hace inteligente.

El siguiente consejo es uno muy simple que no todos enumeran en sus diez pasos, y es uno que de tan fácil pasa inadvertido: Busca tu propio ritmo.

Hoy en día hay una competencia entre escritores, es algo así como quién publica más libros, solo que la ecuación: +libros=+ventas=mejor calidad no es verdad. Ni siquiera los prodigios de la literatura pueden o sacan libros en un mes, porque el proceso detrás de escribir es más que una idea que se te ocurre mientras te tomas un café, o te duchas, o caminas por la calle. La mayoría (nótese que dije: LA MAYORÍA) de los escritores que publican un libro cada mes, que es de su propia autoría evidentemente, no varían la formula de escritura; es decir, el último libro es igual al anterior, y al anterior, y al anterior, y así sucesivamente hasta llegar a ese primer libro publicado; y no crean que todos los lectores son buenos, la literatura basura existe por algo, es la clase de literatura que evita que pienses, que hagas conexiones mentales, que no posee intrigas, ni suspenso y que te obsequia unas horas de liberación mental; desde mi punto de vista como lectora es la clase de libros que siento que insultan mi inteligencia, pero que de vez en cuando leo porque a veces se necesita una dosis de eso, es como la persona que se alimenta sanamente pero cada seis meses se da un atracón de comida chatarra. Lo importante acá (disculpen el desvío del tema) es que no necesitas entrar a esa carrera, por lo menos no si no quieres ser un escritor más del montón; no debes preocuparte porque tu libro te tome seis meses o un año escribirlo, recuerda que el libro es un aprendizaje para el escritor, cada libro nuevo es una enseñanza lograda, absorbida y aplicada en el siguiente trabajo. Además, los buenos libros son como los vinos, hay que dejar que se maduren.

El siguiente consejo es otro de esos que de tan obvios, da como vergüenza señalarlo: Consigue tu ambiente ideal.

Escribir es un proceso de desconexión del mundo en el que vive el escritor, dicha desconexión se hace para conectarse con la realidad que está creando, eso implica que puedes pelear con tus personajes, erigir o destruir la ciudad o entorno donde todo se está desarrollando, inclusive es para delinear los puntos de la historia. Cada quién tiene un proceso, algunos necesitan música que aísle el sonido externo, otros ―como en mi caso― necesitan silencio; unos puede que necesiten soledad, otros necesitan un mínimo de orden en su entorno, tener a la mano una bebida caliente, o un libro cualquiera que te ayude en las pausas, dulces o comida, o lo que sea que necesites que te ayude a escribir; hay que estar claro que las distracciones no cuentan, el juego de solitario de la computadora ,que distrae, no es parte del proceso, lo es si estás escribiendo y en uno de esos trancones creativos, producto del engolosinamiento de la historia, necesitas tener un respiro, esa pausa en la que tu concentración se ha fijado en una actividad repetitiva puede ayudar a que las ideas fluyan de nuevo, pero solo así, si evitan que puedas escribir, es que no te sentaste a escribir y entonces te remito al primer consejo de esta entrada.

El siguiente consejo es más una sugerencia, no es algo para tomar literalmente, sino es una guía que le permite al escritor practicar: Plagia.

No significa que el escritor deba agarrar el poema “El Cuervo” de Edgar Allan Poe y lo parafraseé y lo firme como suyo propio. No. El plagio en este caso es un proceso didáctico, en el que puedes tomar una historia conocida y narrarla desde tu punto de vista, o tomar un punto no desarrollado en un cuento o novela y desarrollar tu propio relato; esto te permite no crear desde cero, pero si entrenar a la mente para que pueda hacerlo, la creatividad no es un golpe de inspiración, detrás de cada libro hay un proceso creativo estudiado, donde el autor hace caminos “ocultos” que permiten darle sentido lógico a la trama; si no logras hacer tu propia historia desde cero, hacer esto suelta la mano y las ideas, es como sacar la basura que obstruye nuestra mente.

Una versión del mismo consejo es: escribe todo aunque sea malo, sacar ideas estancadas, viejas o que parecen fantásticas pero que no encuentras cómo desarrollar, permite que las buenas ideas lleguen.

Creo que el  último consejo es muy importante: Revisa que lo que estás escribiendo no se haya escrito “demasiado”.

Hasta el lector más flojo y menos experimentado hace comparaciones, y las comparaciones son odiosas a menos de que sean positivas, y por positivas es que te comparen con los grandes.

¿Qué hace una novela que tiene la misma trama que cincuenta o cien anteriores a ella? Ser una más del montón. La innovación es súper importante, es lo que te permitirá sobresalir en un mundo tan competitivo, como lo es ahora, la literatura. Y por qué es tan competitivo, porque ahora cualquiera ―sí, cualquier pendejx― puede “escribir” y publicar un libro. Hay que estar conscientes y tener la humildad de aceptar que con las nuevas plataformas de autopublicación, la élite de escritores dejo de serlo, hace unos diez años, tal vez quince, ser escritor era una cuestión de mérito; ahora es una cuestión de seguidores y consumo, y el consumismo actual nos dice que uno de los género que más se lee (en español por lo menos) es el romance, ¿Cuántas novelas de romance pueden considerarse originales? Podrán ser de vampiros, podrán ser rosas, podrán incluso meterle un toque de horror o paranormal, pero siempre es la misma línea: heroína dolida, héroe rescatándola, malo entrometiéndose, normalmente algún ex, amor superando los obstáculos, fin. Pongo el ejemplo de este género solo por la cantidad creciente de escritores que se lanzan con una historia romántica, cualquier sub género adicional ya ha sido o está siendo explotado, lo que conlleva a que sea muchísimo más sencillo que las historias se repitan, por ende se convierte en una tarea titánica crear una historia original. Evidentemente todo género tiene su línea lógica de desarrollo, por ejemplo el horror es algo así: protagonista atormentado, entidad malvada que lo acosa, lucha entre ambos y… es aquí donde quedan abiertas las posibilidades del autor, es decir, puede ser malvadx y no darle un final esperanzador, puede simplemente ganar el malo, o puedo hacer que el bueno gane a costa del sacrificio de su propia vida, o incluso el bueno puede quedar tan trastornado que se convierte en malo.

Para cerrar la entrada solo tengo una cosa que decir, los pasos técnicos de corregir, engavetar, volver a corregir, portada y todo eso, vienen después. Un ejercicio que todo escritor que comienza debe hacer es no soñar… demasiado, es el típico: no contar los pollos antes de nacer; no puedes pensar en cuántas editoriales meterás el manuscrito, ni en qué plataforma te conviene más subirla, ni cuántas ventas tendrá el libro, porque en ese momento NO HAY LIBRO. Hasta que no se pone “fin” en la obra, no está terminado; puedes empezar a fantasear abiertamente con todo lo anterior en el momento en que hayas ―como mínimo― hecho dos correcciones, una tuya y una de un tercero. Es entonces cuando entran también los pasos de escuchar las opiniones y todo lo demás, antes de eso, es solo una distracción que puede desviarte de tu meta original, que es: escribir.

Si un aspirante a escritor piensa que el proceso es tan directo como una operación matemática, se equivoca; a algunos pueden servirle las formulas que muchos publican porque a ellos les sirvieron, pero no son exactas y tampoco aplican a todo el mundo. El arte de escribir ―porque eso es: un arte― es un proceso subjetivo, con muchas variables, con las eventualidades de las sequías creativas, con el hambre obligatoria que te lleva a leer y releer obras nuevas y ya leídas, es todo un estado mental, e incluso físico, necesario. Hay gente que necesita despojarse de todo para escribir, no solo de sus tabúes, hasta de su ropa.


Espero que puedan servirte mis consejos, un gran abrazo a todos.

lunes, 8 de junio de 2015

Del oficio de escribir: ¿Cómo escribir narrativa?

Cuando un escritor decide escribir es porque tiene una historia que contar; cada género conlleva un grado de dificultad y por ende el autor debe poseer una determinada cantidad de conocimiento mínimo para poder llevar a cabo todo el proceso.

En narrativa, sean cuentos, relatos, novelas; el cuerpo de la historia se compone de tres partes básicas: inicio, nudo y fin. Muchos escritores dicen que mientras uno tenga el principio y el final, todo lo demás es relleno; algo extremadamente ridículo y que solo denota el ego de sapo que tiene dicho autor ¿De qué te sirve un magnifico final y un hechizante comienzo, si el desarrollo es plano y aburrido? Ningún lector terminará esa obra a menos de que se vea obligado a ello.

El nudo o desarrollo debe poseer todo lo necesario para atrapar al lector, el arte de escribir narrativa se caracteriza por la habilidad que tiene el autor para generar deseo y pasión por la historia que muestra. No es que no se puede o no se deba escribir capítulos sosos, evidentemente sí, en este arte, el escritor debe hacer un uso magistral de su capacidad para poder darle respiro al lector, es como un prestidigitador, que entre acto y acto de cortar a su ayudante en dos o prenderse fuego a sí mismo, aparece y desaparece una paloma en un sombrero, echa agua en un vaso de papel que al girarlo se encuentra vacío o convierte una hoja de papel en una rosa; del mismo modo, entre un capítulo intenso y otro, se deben introducir remansos en el que se le dejan pistas al lector para que vaya descubriendo los misterios que se han ocultado entre las líneas. Un escritor de narrativa debe comprender que hay que tratar al lector con respeto, aceptar que incluso la trama más enrevesada no debe ser explicada completamente como si quienes leyeran fuesen tontos incapaces de percibir y seguir todas las líneas. Explicar todo no sirve, tanto como no funciona dejar demasiados cabos sueltos.

Posteriormente, mientras el escritor va desarrollando el nudo o los nudos, podrá encontrarse con que el final pensado no es apropiado, el proceso de escribir debe ser muy flexible, porque a medida que la historia toma forma puede darse cuenta que todo el proceso le llevó a otro lado, lo que hace imposible que ese final tan bien pensado no funcione. Es en ese instante en el que el autor descubre qué tan ególatra es, también es ese momento en el que descubre que la historia es la que manda y no él. Algunos se enfrascarán en seguir alargando todo hasta llegar al punto que quieren, generando ladrillos de ochocientas o mil páginas de las cuales solo pueden que sean buenas la mitad o menos.

Una recomendación es que acepten las cantidades de hojas que salgan, no por escribir libros más extensos se es mejor que otro, si consideras que tu libro es muy “pequeño” haz trampa: tipos de letras más grandes, en vez de 11 ptos. usa 12 o 12.5, interlineados más grandes, agrega espacios entre párrafos, amplía un poco los márgenes.

Otra cosa que el escritor de narrativa tiene que comprender es que uno no echa un cuento, escribir una historia no es como contarle el chisme a un amigo mientras se toma un café, el escritor debe recordar lo que le gustó del libro como lector y trasladarlo a su creación; escribir no es solo contar la historia, es contarla bien.

Por último, escribir narrativa no es un proceso rápido, no es como escribir un ensayo o un poema, cada género tiene su tiempo particular y cada autor también, lo que sumado puede generar un lapso variable de publicación, eso sin contar todos los procesos técnicos. También es indispensable que un escritor interiorice un hecho importantísimo: Los libros son la mezcla balanceada y perfecta entre corazón y técnica. Un libro con corazón pero mal narrado, mal escrito, lleno de errores demasiado obvios, con fallas técnicas, es tan malo y deplorable como el técnicamente bien escrito pero sin un ápice de pasión.

Un ejemplo de esto es lo siguiente, no es lo mismo decir:


La c
asa roja en la que bibian los niños
A

La casa roja en la que vivían los niños.

A

La casa escarlata, el hogar donde los pequeños fueron felices.


domingo, 31 de mayo de 2015

Escritores: Edgar Allan Poe

Todo aquel que se diga lector del género gótico se ve obligado, casi religiosamente, a leer los relatos de Edgar Allan Poe. No igual, los lectores de terror, porque aunque es considerado el padre del género, uno de los más grandes precursores (si no el más grande) realmente, al leer a profundidad su obra, encontramos que no es propiamente un escritor de terror.

Claro que el terror tiene muchas vertientes, y muchos lectores asocian el gótico con el terror, por simple desconocimiento de los lineamientos que rigen cada género. Evidentemente esto sucede en la medida en que afinamos nuestros gustos y hábitos de lectura, cuando dejamos de ser lectores amateurs y pasamos a ser lectores analíticos, que además de asimilar la historia, también comprenden y descubren que un libro es fondo y forma.

Cabe destacar que dicha comprensión está íntimamente relacionada con la edad, (sí, con la edad) y con la experiencia, muchas veces no es igual leer un libro a los quince que leerlo a los veinticinco, incluso, muchos encuentran curioso que después de diez años ese libro que nos obsesionó en la juventud, lo hallen absurdo, inmaduro y nada atractivo.

Algo así sucede con este escritor, cuando leí “Corazón delator” en el bachillerato, mientras estudiábamos a los escritores del Romanticismo (lo estudié junto a Cortazar, Borjes, Quiroga e Isaacs) este relato me pareció una maravilla, claro que en ese entonces tampoco lo consideré de terror, de hecho me parece mucho más terrorífico “La gallina degollada” de Horacio Quiroga; pero en perspectiva, y por acción de los años pasados desde entonces, aunado al hecho de que ahora leo con la visión de quien escribe a conciencia, puedo aceptar que E.A.P. es de terror… psicológico.

Recientemente me di a la tarea de buscar aquellos relatos del autor que son considerados de terror. Leí “Ligeia” “Corazón delator” “La Caída de la casa Usher” y “Gato Negro” (además de todos los adicionales de él, como “La caja oblonga” o “La máscara de la muerte roja” que es uno de mis favoritos). Analizando dichos relatos con ojo crítico, uno puede notar el recurrente existencialismo en ellos, su terror se basa en la culpa, la excitación de los sentidos por el opio y/o alcohol, o por los temperamentos sensibles que conducen a la locura. Muy pocas veces vemos en sus relatos un “ente providencial y sobre natural” que produzcan los sentimientos antes mencionados; la mayoría de sus protagonistas, se encuentran en una pendiente existencial que se enrumba al hundimiento total, sea por desidia o por voluntad propia, en los cuales se regodean casi con fruición glotona. Ciertamente, no podemos descontextualizar el género al no tomar en cuenta la época en que fueron escritos; ahora en la actualidad, muchos encontraremos que dichos relatos poseen un lenguaje recargado, lleno de una profunda, aunque influenciada, culpa o miedo, por algo que hicieron o que piensan hacer.

Aunque en la literatura de este ilustre escritor existen diversos géneros, la única novela que escribió, y la cual poseo, jamás la he leído, es una especie de decepción que conservo de aquellos días en los que aseguraba que Poe era mi escritor favorito, solo para descubrir que su novela era sobre marineros y que para mí (hago énfasis en eso: para mí) no significaba mucho o nada, pues esperaba una trágica historia de amor, oscuridad y terror.


Una cosa que es indiscutible es el nuevo estilo gótico que utilizó, traslado la decadencia de las descripciones del Medioevo y las aplicó a su modernidad, aunque algunas de sus historias suceden en antiguos castillos (La máscara de la muerte roja) el resto se desenvuelve en las calles de su actualidad, le confiere a ellas es carácter enigmático y misterioso, ruinoso, propios del goticismo, e incluso sus personajes guardan semejanza con estos abnegados héroes y heroínas, o en su defecto, sus villanos tienen esa aura despreciable e inmoral, que también pertenecen al género.

Considero que Edgar Allan Poe es uno de esos escritores (excelentes) que te permiten releer su obra a través de los años y encontrar nuevos puntos de vista e interpretación, cuando un escritor consigue esa versatilidad, está destinado a pasar a la historia, tal y como este lo hizo; es tal vez por esta versatilidad que menciono, por la que E.A.P siempre está de moda, más que como simple representante de una época histórica dentro de la literatura.


miércoles, 13 de mayo de 2015

Del oficio de escribir: Quiero que me lean ¿Escribo lo que está de moda?

Recientemente estuve meditando sobre este punto, y supuse que, al igual que yo, otras personas que escriben se preguntarán lo mismo. Nuestro máximo deseo como escritores es que nos lean, que exista esa retroalimentación que nos motiva a continuar escribiendo; por más que nos repitamos una y otra vez que escribimos para nosotros mismos, eventualmente la necesidad de que esas obras salgan a la luz se manifestará, y nos encontraremos con el difícil mercado actual de los lectores.

¿Por qué es tan complicado el mercado literario? La respuesta es, en realidad, muy simple, a diferencia de otras representaciones artísticas más comunes, los libros sufren de mala fama, la razón viene desde la escuela y el hogar, en el que vemos a los libros como una obligación y no como un medio de adquirir conocimiento (incluso aunque se trate de ficción); los primeros libros de un niño son los libros de escuela, comenzamos con el “Caracolito” o el que corresponda al país de quien este leyendo esta entrada; la maestra y/o la madre empiezan a enseñarnos las palabras que se forman con la unión de las letras, esas que nos han repetido en la cartilla del ABC casi desde que nacemos, y vienen llenas de imágenes coloridas que ilustran los símbolos que construyen nuestra lengua escrita; entonces nos damos cuenta que en este nuevo libro donde salen palabras como “mamá” “papá” “bebé”, viene con menos dibujos y más palabras con más silabas cada vez, lo que implica que toda la hoja se llena de letras y por ende se vuelve aburrido, pero como es obligatorio aprender a leer y a escribir para perpetuar el sistema educativo, terminan endilgándole al niño el “DEBER” de leer, y a nadie le gusta las cosas por obligación, mucho menos a los niños.

Entonces esos pequeños arrastrarán una aversión hacia la lectura por el resto de su infancia y adolescencia, incluso en la adultez; porque ven la lectura como una obligación y no como un medio de esparcimiento. Esto convierte a los libros en un artículo de poco consumo.

Luego nos enfrentamos al hecho de que los que leen, son elitistas.

La élite de lectores se divide en géneros, a medida que el lector se adentra en el mundo de los libros y va ampliando la diversidad literaria ya no lee solo ficción sino que se sumerge en la política, filosofía, sociología, religión, psicología y demás, en pocas palabras: empieza a refinar los gustos; así nos vamos separando unos de otros, primero los que leemos de los que no, luego los que leen tal género de los que leen otro, luego de los que leen libros con contenidos específicos (no tanto como técnicos) de los que solo leen ficción, y así sucesivamente.

Esto también conlleva a que los lectores se vuelvan renuentes a leer autores independientes, consideran que una marca de calidad literaria es la editorial que soporta al autor publicado, esto sin tomar en cuenta el género; me refiero a que si alguien te ofrece un libro del género vampiro de Anne Rice y al mismo tiempo te ofrece otro pero de un autor independiente y menos conocido, el lector se va a decantar por leer primero el de Anne Rice, simplemente porque es ella, y la han publicado editoriales. Así el escritor se enfrenta al monstruo de “¿Quién es este escritor y que obra famosa escribió?”. Lamentablemente los autores independientes no cuentan con las plataformas de máxima difusión, así que como decimos acá en mi tierra: “Solo es famoso en su pueblo”

Y si todo lo anterior no fue suficiente, nos encontramos con la sociedad de consumo, ese universo de lectores “nuevos”, que se han adentrado a leer gracias a las nuevas tecnologías y al boom de la literatura “erótica” (cualquier herramienta es válida para que las personas se pongan a leer, pero por favor, de nada sirve leer si solo se va leer basura). Los autores se encuentran con un mercado de creciente tendencia genérica, con lectores que van desde los doce años en adelante, con un gusto definido por el tema romántico-sexual en cualquier presentación, lo que ha llevado a la aparición de una nueva ola de autores que se lanzan a escribir sagas de quince libros (todos iguales) y lo que marca la diferencia es que uno es de vampiros, otra  es de guerreros míticos, otra es de ángeles, o licántropos, elfos y paren ustedes de contar; trayendo como consecuencia que dichos lectores no lean nada más que eso, sin darle oportunidad a otros escritores y géneros.

Todo esto lleva al autor a plantearse la incógnita: ¿Qué escribir? ¿Escribo lo que me gusta y me lanzo a una competencia desigual? O ¿Escribo lo que está de moda, me vuelvo famoso y luego sí escribo lo que en un principio quería escribir, arriesgándome al rechazo natural por cambiarme de género y por ende, perder lectores?

Entonces comienza la lucha interna del escritor que desea escribir por amor al arte. Los lectores que hoy me obsequian un minuto de su tiempo deben comprender el por qué de esta lucha. Los libros, a diferencia de otras ramas artísticas, solo verán cumplido su fin si son leídos; otras representaciones artísticas serán percibidas de una u otra forma, pero los libros no, sin difusión un libro puede pasar al olvido con facilidad, aunque el mismo escritor se aboque a obsequiarlo y llevarlo de un lado a otro, y esto es debido al desagrado generalizado que hay contra la lectura, es probable que el destino de un libro de un autor independiente no sea otro que el indiferencia y las repisas de familia y amigos; y no es ese el destino que un escritor quiere.

¿Cómo concluir esta entrada? No lo sé, creo que estas palabras solo sirven de catarsis. Yo me decanté por un género que en Latinoamérica y en habla hispana no tiene muchos lectores a menos de que tenga un gran nombre detrás como el de Stephen King; el universo actual de lectores no se detiene mucho a pensar qué tan bueno puede ser un escritor que ha ganado un premio simplemente porque no es el género que le gusta, también me enfrento al hecho de la costumbre, la gente en general es renuente a darle oportunidad al cambio, a lo nuevo, ¿Por qué hacerlo si lo conocido le gusta y le sirve, y así sucesivamente puedo enumerarle más razones. Tal vez todo esto se deba a uno de esos episodios existencialista que todos los que escribimos sufrimos de vez en cuando, hay personas que nos planteamos constantemente los por qué.

No me queda nada más que decir, un abrazo confortable a todos los escritores que se han preguntado lo mismo que yo, y a los que no… ¡Qué suerte tienen!


Saludos.

martes, 12 de mayo de 2015

Escritores venezolanos: Héctor L. González

Uno de los escritores al que tengo el grato placer de conocer es a Héctor González; excelente amigo y talentoso autor de la narrativa venezolana. Este joven de apenas veinticinco años ha plasmado interesantes obras con su pluma; aunque él va en búsqueda de la intertextualidad (al mismo tiempo algo nihilista) y de una nueva metaliteratura, también ha escrito unas cuantas novelas de género negro con una calidad destacable y un dominio espectacular.
Entre sus títulos tenemos la más reciente obra que leí de él: “Entre putas y culpables”, en la que se puede ver la evolución que todo escritor debe tener a medida que avanza en este oficio; con esa habilidad exquisita y delicada que tiene para saltar de un estilo a otro, ha logrado destacarse aun en contra de sus propias expectativas; ejemplo de esto es que se erigió como ganador del premio “Arturo Croce” patrocinado por la gobernación del estado Táchira de Venezuela, con su cuento “La Ciega”, la historia de una joven que no es consciente de su ceguera y piensa que todo es normal.

Héctor es un escritor talentoso, que de continuar por la línea del género negro venezolano, se le puede vislumbrar un futuro prominente; de las obras que he tenido el honor de corregir y el grato placer de leer, se encuentra “Teatro circular, o los infiernos femeninos” y “Fiesta de la crueldad”, novelas que muestran una visión distinta del acostumbrado género negro, en ellas Héctor se adentra en una perspectiva de la violencia social, aquella que tiene su raíz en el más profundo y arraigado miedo e ignorancia, entreteje historias donde los personajes se deslizan de tal forma que uno podría creer que de hecho existen, no son solo producciones de la mente maestra del escritor, sino que nos enfrenta a plantearnos esa realidad desagradable y pérfida que creemos, ingenuamente, no existe.

Este autor tiene muchas novelas inéditas que solo han visto la luz entre el grupo reducido de amigos en el que nos repartimos las obras con la esperanza de que nuestros pares nos corrijan, espero que pronto todas estén disponibles para el amplio universo de lectores que tendrá, una persona con su talento solo le puede esperar el éxito en el mundo literario, aunque no sea ese el destino que él mismo espera. Ha publicado “El encanto de los derrotados” y el mencionado en las primeras líneas de esta entrada, ambas con el sello editorial de la Fundación Negro Sobre Blanco Editorial, de la mano de Richard Sabogal.
Se ve a sí mismo como un copista en potencia, pero en honor de la verdad, este escritor lo último que hace es plagiar (aunque insista), Héctor se lanza a explorar un universo alternativo a partir de personajes creados por otros escritores, personajes que han sido olvidados y que no necesariamente se encontrarán en sus obras; como todo escritor aspira a ser tan bueno como aquellos a los que admira y busca (también como todo escritor) imitar estilos y formas en pro de mejorar y darle calidad a su narrativa, la diferencia estriba en que desde ese punto de partida, este autor se lanza a crear algo nuevo de lo existente y escrito, y lo hace con tal calidad y talento, que sus libros son verdaderas obras de alta literatura.

(Portada diseñada por mi)

Yo los invito a leerlo si pueden, inclusive, hagan el esfuerzo de sobreponerse a ese rechazo natural que pudiese sentirse ante la cruda verosimilitud con el que narra sus historias, hay que comprender que los libros de Héctor L. González no son para cualquier lector, no todos podemos apreciar la estética que se encuentra en lo oscuro y lo cruel; pero si logran sobreponerse, entonces encontrarán una rica y variada obra entre sus líneas.


Saludos.


miércoles, 6 de mayo de 2015

De géneros y herramientas: Los símbolos mal interpretados

La literatura siempre se ha valido de leyendas, de la fe, de las religiones y de las ricas mitologías de antiguas civilizaciones. Esto ha conducido a que muchos lectores tomen como ciertas y verídicas afirmaciones que se encuentran en libros de ficción, que consideren que las licencias literarias que un autor se toma para darle un mejor sentido a una trama, son de hecho ciertas.

Tomemos por ejemplo uno de los más conocidos, la estrella de cinco puntas.


La estrella de cinco puntas tiene un significado específico dentro del mundo de la magia ceremonial, la estrella de cinco puntas representa el microcosmos, que no es otra cosa que una representación simbólica del hombre. Para no ahondar en un tema filosófico y extenso, se considera que el hombre es la condensación del universo, que es, en sí mismo, un universo pequeño, de allí, el término microcosmos. También tenemos sus derivaciones, encerrado en un círculo es un pentaculo, representa los cuatro elementos en cada punta, y en la superior, el espíritu. Es el espíritu dominando la materia. Si lo rodea la palabra Tetragramaton, se convierte en un poderoso amuleto o talismán, que muchos magos (magia ceremonial, wiccanismo o cualquier secta derivada) usan para sus rituales mágicos.

Luego tenemos la estrella invertida, que gracias a la literatura y a la mala interpretación del cine, se ha convertido en símbolo del mal y del diablo; debido principalmente a la asociación de que las dos puntas superiores son los cuernos y la de abajo es la barba. Lo divertido de esto es que muchas sectas paganas que han desconocido la existencia del dios hebreo-cristiano, dirán sin lugar a dudas que esa estrella jamás ha sido el símbolo del diablo, sencillamente porque el diablo no existe; pero sí dirán que es el símbolo de Baphomet, o mejor conocido como el Macho Cabrio.

El Baphomet, que es otro símbolo usado indiscriminadamente en la literatura y el cine, la mayoría de las veces sin conocer su significado; simboliza la perfecta unión del hombre con el conocimiento, cada parte de su cuerpo tiene un significado, y aquellos que por lo menos han visto una imagen de este, saben que puede parecer grotesca en su composición. Algunos libros de historia de magia ceremonial relatan que el camino del aprendiz terminaba con una última y horrorosa prueba, debía sobrevivir a un sabatt, una terrible fiesta en el que todos los magos y brujas se entregaban a un frenesí desbocado, en el que se hacían cosas horrorosas, precedidos por una enorme estatua del Baphomet; cuando se terminaba, se le pedía al estudiante que hiciera una última prueba, una que demostraría su fidelidad al camino que había emprendido, debía darle un beso al trasero del Baphomet.

Si el aprendiz, agobiado por todo lo que había visto, decidía hacerlo, cuando le daba la vuelta a la estatua, se encontraba a una joven mujer hermosa que le deba un beso en la mejilla y le decía que había superado la prueba, convirtiéndose así en un Iniciado. Descubriendo que la horrorosa estatua y las acciones espantosas que acababa de presenciar, solo eran una pantalla para mantener alejados a los ignorantes, para de este modo, preservar el conocimiento.

Claro que el Baphomet ha sido mal interpretado (y mucho) después de que la obra del famoso ocultista Eliphas Levi, saliera en mil ochocientos cincuenta y cuatro.

En el caso de estos símbolos mencionados, existen amplios estudios, muy extensos; que darían entradas muy largas. Por eso, invito a los lectores que si desean saber más sobre esto, investiguen; más si son escritores, porque el tema es interesante, amplio y rico, culturalmente hablando.
También tenemos las cruces invertidas, un símbolo satánico por excelencia, pero que en perspectiva no tiene relación alguna con este.

Las cruces, de acuerdo a su configuración, tienen diversos significados, la cruz griega (que tiene los cuatro brazos iguales) representa igualdad, la cruz cristiana, dicen muchos que es un símbolo de tortura, pero en realidad, investigaciones históricas han demostrado que Jesús no pudo morir crucificado, porque según la época histórica, no existían tales castigos, los condenados a muerte eran enviados al madero, es decir, las manos se clavaban arriba, es por esa razón que Cristo tiene las heridas de los clavos en las palmas y no en las muñecas. Así que la cruz cristiana representa, nada más y nada menos que al hombre.


La cruz invertida no tiene connotaciones satánicas por sí misma, de hecho, podría considerarse que tiene un simbolismo de humildad. Los mitos de las religiones cristianas dicen que Pedro pidió ser crucificado de cabeza porque no era digno de morir de la misma manera que su maestro. Es por esta razón que dicha cruz se llama la cruz de San Pedro y se encuentra tallada en el trono del Papa.
Obviamente la cruz invertida en el satanismo se debe a la costumbre de usar los mismos símbolos y ritos cristianos, solo que de manera contraria.

Otro símbolo mal interpretado, más por la historia que por la literatura, es la famosa esvástica. Que tiene más de cinco mil años de representaciones en diversas culturas y religiones, con significados específicos de acuerdo a la dirección en que estén sus brazos; y la mayoría de las personas lo relacionan directamente con los nazis.


Existen otros símbolos que han corrido con la misma suerte, y que la literatura hizo eco de estos reforzando sus significados errados o mal interpretados, arraigándose profundamente en la memoria colectiva.

Por eso, siempre invito a la gente, sea escritora o no, a que investigue y averigüe a profundidad, la historia real, detrás del mito; porque como menciono en líneas superiores, muchos lectores toman como ciertas las palabras de un autor, porque presuponen que este ha realizado una investigación bastante extensa para poder escribir con propiedad; más, a nivel literario se suelen sacrificar el significado o parte de este para incorporarlo en el contexto de la obra y darle “más sentido”, generando así mucha de la confusión que hoy tenemos.


Saludos



miércoles, 29 de abril de 2015

Del oficio de escribir: Ya escribí el libro... ¿Ahora qué?

               Cuando nos ponemos a escribir, y después de altos y bajos, espirales de montañas rusas, insomnios, estallidos de creatividad y todo lo demás, nos encontramos con la grata sorpresa de que hemos escrito un libro por primera vez. Comienzan las preguntas: ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso? Entonces nos ponemos a pensar en grande, enviarlo a esta o aquella editorial, mandarlo a concursar, volvernos mundialmente famosos, firmar libros, y seguir escribiendo… claro, después de que alguien lo lea y de su opinión.

                 La verdad es que el proceso del libro comienza apenas terminar, es un proceso largo de correcciones y revisiones que se hacen para homogeneizar el contenido; esto es necesario porque en el proceso de inspiración muchas veces no nos percatamos de lo que escribimos y por ende no notamos que, más que comernos unas letras, conectivos o tildes, nos hemos saltados ideas completas. Por esta razón es que como escritores, antes de afanarnos por buscar algún interesado en leernos, debemos dejar que la excitación del momento final, el orgasmo cerebral que sufrimos, pase finalmente y leer la obra con ojo crítico para descubrir esos pequeños o grandes fallos en la narración que la corta abruptamente. Muchas veces para esto necesitamos que trascurra una semana como mínimo, aunque sea un suplicio no dar a conocer nuestra recién nacida apenas ha salido.

                Después de este proceso traumático, debido a la ansiedad que experimentamos por la espera, hay que volver a engavetarlo y continuar esperando; la distancia nos permite ser más objetivos, nos da la oportunidad de corregir los tiempos mal usados, de encontrar las cacofonías, acentuar, usar las palabras adecuadas (porque no es lo mismo sede que cede) y acomodar esos detalles disonantes y extraños en la trama.


                Y todo lo anterior debes hacerlo antes de que llegue a manos de una editorial que, en caso de que acepten la obra, luego enviará a un corrector ortográfico, a uno de estilo y posteriormente a edición. Porque si queremos que nuestra obra tenga la oportunidad de sobresalir entre las cientos de novelas que les llegan, debe ir lo más pulcra posible. Pero en caso de que el autor decida lanzarse a ser independiente, no significa que está exento de todas esas revisiones y correcciones mencionadas arribas, muy por el contrario, es cuando más debe ser meticuloso, objetivo y muy delicado con las correcciones de su obra.

                El autor debe estar consciente del simple hecho de que ya esa historia no es suya, los argumentos que todos hemos escuchado hasta la saciedad: “Así escribo yo”, no será tragado por el lector, mucho menos por aquel que lee con ojo crítico. Escribir un libro no te convierte en genio, ni en alguien especial, ni en súper dotado; así que es recomendable que el autor se baje de esa nube esponjocita en la que ha estado flotando y asiente los pies en la tierra, por respeto al lector, un autor independiente debe entregar una obra lo más pulcra posible.

                Es por esta razón que los escritores debemos usar los servicios de corrección si no nos sentimos capaces de corregir hasta diez veces nuestra obra antes de que vea la luz; o si por ejemplo no tenemos a alguien que nos haga el favor de corregir nuestra a obra a cambio de la reciprocidad. Como correctora les puedo asegurar que el proceso de corrección es un trabajo arduo, no es solo tildar una palabra aquí o allá, ni acomodar una palabra mal usada, muchas veces me ha tocado reescribir un párrafo completo para darle coherencia, incluso he tenido que adivinar qué quería decir el autor con las frases inconclusas. Es por esta razón que los servicios de correcciones cuestan, porque requieren de perspicacia; es por esta razón que si un autor quiere un acabado profesional en su obra, debe dedicarse a corregir con meticulosidad o pagar los servicios de un corrector.

                Después de meses en este proceso, donde nuestra criatura ya ha madurado, comienza el proceso de la forma; este requiere de un tiempo muchísimo más inferior que el anterior, pero también es muy necesario. Si un autor no conoce las herramientas que le permitirán diagramar su libro para las plataformas de publicación, sean estas virtuales o no, deberá buscar a alguien que sí lo haga. Lo forma es importante, hay un proceso de percepción visual y psicológica a la hora de leer, la manera en que nuestro sistema visual funciona nos da ideas de cómo debemos diagramar; adicional al hecho de que existen ciertas normas básicas que cumplir, normas que le permitirán al lector moverse con mayor facilidad por el libro. Las fuentes muy pequeñas producen cansancio visual, las muy grandes es un desperdicio de papel y tinta, que no haya una buena alineación hace que la vista salté, los diálogos mal estructurados causan confusión y la lista continúa. Adicionalmente se han agregado nuevas normas cuando se trata de plataformas virtuales, conocer el tipo de letra apropiado para una publicación en papel o una digital es indispensable, y esto es solo por poner un ejemplo.








                Si como escritor no te sientes en capacidad de asumir todo el proceso de creación de tu obra, es recomendable hacer la inversión de contratar servicios especializados que te permitan presentarla a los lectores con la mejor calidad posible, al fin y al cabo, la obra es para ellos y serán estos los que te conviertan en un best seller, si esa es la meta que se pautó. No es recomendable convencernos que con solo la publicidad conseguiremos ventas, la experiencia de muchos nos dice que después de leer una mala obra, un lector será más renuente a adquirir tus futuros libros.

                Finalmente, sabemos que estos servicios suelen ser bastante costosos dentro de las plataformas de publicación, pero si pueden adquirirlo a un precio menor con un servicio independiente, no duden en hacerlo, eso puede marcar la diferencia.

                Saludos, espero que les sirva mi reflexión.
               


sábado, 25 de abril de 2015

Del oficio de escribir: ¿Por qué concursar?

En los últimos años ha crecido exponencialmente la cantidad de concursos literarios a nivel mundial; las tecnologías nos han servido de trampolín para acceder a las editoriales de manera más contundente, ya no tenemos que depender de imprimir un manuscrito de ciento cincuenta hojas, anillarlo y luego enviarlo por correo a las editoriales con la esperanza de que en algún punto no demasiado lejos en el futuro, nos contacten con la temida o anhelada comunicación.


Ahora, gracias a la red, podemos enterarnos de los concursos literarios en otros continentes, permitiéndole a los escritores, saltarse el océano y participar por medio de un correo electrónico; una bendición que recibimos con placer aquellos escritores que no escribimos géneros adecuados para las casas editoriales de nuestros países, porque no es un secreto que algunas editoriales son mas estrictitas en sus políticas de publicación y no aceptan con facilidad los géneros que salen del “convencionalismo social” a menos de que la obra en cuestión sea de un autor renombrado.


Claro que la difusión masiva por la red los ha obligado a flexibilizar dichas políticas, dando apertura a nuevos talentos dentro de la literatura, pero con ciertas reservas. Aún hoy en día las editoriales continúan siendo las “máximas autoridades” dentro de este mundo y como algunas máximas autoridades en otros ámbitos, se niegan a cambiar; por suerte existen algunas mentes brillantes y rebeldes que se lanzan en dirección al cambio sin mirar atrás, esas son las editoriales que nos ofrecen algo de esperanza a las personas que no escribimos romance, ni ficción histórica, o las novelas convencionales.

Pero por qué es tan importante concursar, qué merito tiene que llamen a cien escritores solo para premiar a uno o a ninguno, cuál es el criterio para escoger una obra ganadora que al final, probablemente, terminará siendo una más del montón.

Simplemente porque el concursar te da perspectiva, aunque no ganes, el saber que vas a concursar con otros te obliga a replantearte la obra; la escribes con mayor cuidado, te esmeras en minimizar los errores, corriges las faltas de ortografía con más precisión, porque el panel que va a hacer las veces de jurados no son simples lectores que tal vez no comprenden de cuestiones técnicas (que sí existen en el mundo literario, por más que nos queramos sentir libres), las personas que están allí son escritores, que se supone, saben de escribir, que han pasado y pasan por el camino que nosotros transitamos, que han ganado experiencia y pueden ser eminencias dentro de sus géneros; es decir, concursar te obliga de una manera muy sutil a escribir mejor.

Si contamos el hecho de que después de unos intentos (o muchos, dependerá de la terquedad de cada escritor, los habemos muy tercos) conseguimos el tan ansiado premio que le dará peso a nuestra obra y contribuirá a que nos noten un poco más; esto también nos servirá para establecer estándares de calidad dentro de nuestra obra, de ese escritor ganador, se esperarán más obras geniales dignas de galardones cada vez más importantes, que finalmente se convertirán en el currículo de dicho autor.

Obviamente hay autores que pensarán que no necesitan concursar, por X o por Y razones, que pueden ser desde las más mediocres hasta las más acertadas; pero desde mi punto de vista haber sido merecedora de un premio en narrativa me motivó a mejorar cada día, a pulir mi talento para escribir, a plantear mejor mis historias, a convertirme en mejor escritora. Ciertamente encontraremos aquellos que se inflan como sapos y se creen de mejor familia por ganar un par de premios, no menosprecio su talento en sí, pero si me burlo de su calidad humana, creer que eres un genio solo por ganar un premio es ridículo. Conozco un par de escritores con una amplia gama de premios y menciones, y son personas normales, que donde los pongan seguirán siendo eso: personas.

Es bueno concursar, porque puede ser la puerta para publicar en una editorial prestigiosa. En la actualidad sabemos que las razones por las cuales algunas editoriales contratan a nuevos escritores son por sus ventas en Amazon u otras plataformas, al fin y al cabo, para la editorial es un negocio. Pero para nosotros los que escribimos, es un sueño laureado, una meta romanticona, muchos de nosotros no escribimos por dinero (si llega a ¡Bienvenido!) sino porque queremos ser recordados, pasar a la posteridad por nuestras obras, dejar un legado útil a las nuevas generaciones y que perdure en la historia; en resumidas cuentas soñamos que en algún punto nuestros nombres se mencionen junto a los grandes como referencia al cambio, como un notado exponente dentro del mundo literario de nuestra época.

¿Es necesario para un escritor concursar? Tal vez sea la pregunta que algunos de los lectores se haga, la respuesta es: no. No es necesario concursar, pero el concursar te obliga a asumir un reto, no solo de ser mejor, sino te obliga a asumir un reto contigo mismo, de salir de esa zona de confort en la que muchos escritores se encierran y te permite experimentar.


¿Qué ha cambiado en mí después de haber ganado un concurso de literatura? Que me he vuelto muy auto critica, y someto a mi obra a un escrutinio más denso, ha sido una responsabilidad muy grande la necesidad de que lo próximo que salga de mis manos de la talla, que sustente el hecho de que sí me merecía ese galardón.


Saludos a todos, supongo que mucha gente que se ha lanzado a escribir no pensaba que esto requería de tanta reflexión.  

jueves, 23 de abril de 2015

Del oficio de escribir: Los libros son la primera escuela.

Hoy veintitrés de abril celebramos el Día Internacional del Libro, muchos escritores han sacado promociones de sus obras, otros se han lanzado a eventos promocionales en los que se hacen conversatorios y charlas, y algunos se han puesto a reflexionar sobre este día debido al oficio de escribir.

Por ejemplo hoy voy a hablar de los libros y cómo estos deben influir en los escritores, sobre todo en aquellos que como yo, se están lanzando a dar sus primeras brazadas a ver qué tal nos va, y más aún en aquellos que solo asoman tímidamente la posibilidad de empezar a escribir.


Cuando has tomado la decisión definitiva de escribir al público, la visión del escritor pasa a formar una mente dual, en la que ya no solo se impregna de la historia y de sus emociones, sino que empieza a diseccionar la estructura; algo así como lo que le sucede al que estudia cine, ya después de empezar la carrera las películas dejan ser meras películas, empiezan a analizar la fotografía, la producción, el elenco, el sonido, la cámara y demás; de esa misma forma el nuevo escritor comienza (o debe comenzar) a analizar el libro.

Ciertamente hay personas que escribimos infiriendo ciertas normas gramaticales y de redacción, digo infiriendo porque no nos dedicamos a estudiar la lengua y sus normas a cabalidad, sino que nos lanzamos a escribir con el conocimiento ingenuo que nos da la escuela, algunos no sabrán que es un pasado perfecto, qué es un adverbio, ni si se rió se acentúa o no; noveles escritores que no están muy pendientes de si la Real Academia de la Lengua Española decide que twittear es un palabra que se usará en el castellano y tendrá un nicho en nuestro diccionario. Y en cierta medida esos tecnicismo de la lengua los vamos adsorbiendo a medida que vamos corrigiendo, revisando y publicando; porque es mentira que con el paso de los años un escritor no se equivoca, ojala pudiésemos conversar con los artífices de la coherencia detrás de las obras de grandes y admirados maestros en la literatura.

Lo que si debemos ver, más que con pasión, con objetividad, es que aunque uno desee innovar y romper las estructuras ortodoxas que dominan la literatura, primero hay que conocerlas, usarlas, empaparnos con ellas y respetarlas; luego cuando la experiencia nos de la sabiduría para romperlas y no hacer el ridículo, osar y hacerlo.

En mi trabajo de correctora me he encontrado con una ensalada desagradable de guiones, suspensivos y comillas usados indiscriminadamente para determinar los diálogos; y aparte de todo eso, hacen los diálogos de corrido en una sola línea; así que mientras voy unificando el criterio de nuestro bien amado guión o comillas, también tengo que dilucidar quién dice qué cosa, eso queridos amigos, es causa de rechazo de una novela.

Las muletillas y cacofonías son el pan de cada párrafo al corregir, evidentemente hay algunas personas que se toman la delicadeza de buscar sinónimos, palabras con el mismo significado que sustituyan las repeticiones, convirtiendo la lectura en algo fluido y agradable, si no somos capaces de emular esa norma básica al escribir, y más que nada por pura arrogancia, se han equivocado de oficio, al mundo de las letras se debe entrar con humildad. El uso indiscriminado de: a el/la, de el/la, para el/la, el repetir cuatro o cinco veces en el mismo párrafo de diez líneas que estaba en la casa, su casa, la casa; hacen lenta y pesada la lectura.

Narrar en tiempo pasada y soltar una acción en tiempo presente es como un balde de agua fría en la narración, por más concentrado que uno esté mientras lee, el cerebro registra la anomalía, obviamente si es una o dos en toda la historia puede pasarse, pero que de un párrafo a otro se generen esos cambios en los tiempos narrativos da dolor de cabeza y hará que el lector deje olvidado ese libro para siempre.

Evidentemente hay elementos más técnicos que dominar, algunos los adquiriremos con el tiempo, otros no; pero lo importante es comprender que esos libros que nos inspiraron a escribir lo hicieron no solo por su historia, el libro no es solo su historia, detrás de cada página hay un trabajo multidisciplinario que permite que ese objeto de tus pasiones te inspire, bajo esa premisa: ¿Convertiremos nuestras obras en escuelas para los futuros escritores que nos leerán?


Desde que estoy en este mundo he repetido hasta la saciedad una premisa que procuro mantener en mi proceso de escribir: “La mejor historia del mundo se puede perder si no está bien planteada” y ese planteamiento engloba TODO.

Siempre he sostenido que llamarme a mi misma escritora es un título muy grande y que requiere de una responsabilidad muy pesada, porque desde mi punto de vista y tras veintinueve años de libros a cuestas, mi visión de los que escribieron esas obras es muy idealizada, no viene acompañadas de caballeros andantes ni de damiselas en apuros; la verdad llana es que considero que estos autores, los de los libros que me educaron, fueron personas con una sensibilidad especial hacia el mundo, con una imaginación peculiar y diferente que los condujo a sobresalir entre otros, que ellos supieron unificar los distintos matices emocionales en un solo personaje logrando que miles de personas por un instante fuesen una sola. Desde este punto de vista, llamarme escritora, da un poco de miedo.

Pero más allá de todo eso, de que los libros sean nuestra primera escuela, los que escribimos para publicar debemos comprender que esa obra es nuestra mientras se escribe, que ya después que abandona nuestras manos pasa a ser del lector, y es a ellos a quienes les debemos el respeto y la responsabilidad de entregar una buena obra; esto significa que debemos bajarnos de esa nube esponjosa llamada ego y entender que ese lemita que a más de uno le he oído y leído “Es que yo escribo así, ese es mi estilo” no es excusa para la mediocridad.

Entre los amigos que comparten conmigo este mundo nos criticamos duramente, incluso nos insultamos a veces (aunque esto tiene más que ver con jodedera que con intenciones destructivas) pero hemos optado por decirnos la verdad, así que cuando alguien se acerca a mí preguntándome si la historia sirve, yo siempre procuro decir la verdad.
Saludos… Y feliz día del libro.

domingo, 19 de abril de 2015

Del oficio de escribir: ¿Quién otorga el título de escritor?

El día viernes diecisiete de abril de dos mil quince viajé a la capital de mi país al 1er Encuentro entre Escritores y Lectores, una iniciativa de una querida amiga que buscaba el casi utópico sueño de congregar a amantes de los libros por igual. Digo casi utópico porque ese día sí llegaron unas cuantas personas, tanto escritores como lectores, y también los que como yo, vamos dando nuestros primeros pasos.

Fue una experiencia enriquecedora sin igual, todos los congregados (de diversas latitudes de Venezuela) aportaron su experiencia en este mundillo, conocí excelentes personas que nos obsequiaron sus vivencias e ilustraron las diversas vías por las cuales una persona puede publicar; nos reímos, nos burlamos, revelamos nuestros sueños, nos quejamos de las editoriales, y paren ustedes de enumerar.

Parte de esta experiencia me llevó a preguntarme una serie de cosas, como por ejemplo el por qué de las ínfulas de algunas personas que se inflan como sapos porque han publicado una novela (o cincuenta, no hay diferencia), que se negaron a participar alegando una serie de excusas ridículas que solo expuso la calidad humana y la poca humildad detrás de ese "escritor", una cualidad indispensable en todo aquel que decide caminar en estos senderos, porque solo con humildad es que un escritor evoluciona.

Llegamos a la conclusión de que cualquier persona puede escribir, porque escribir es el acto simple de unir palabras, que una persona puede llevar un diario, redactar un blog, crear una novela; que el verdadero paso que te lleva a ostentar el título es publicar, y más allá que eso, que te lean.

Lo que nos llevó a concluir que uno no es escritor, que la meta final es ser autor.

Algunos pensarán, mientras leen estas líneas, que probablemente es lo mismo, que son sinónimos y lo único que estoy haciendo es tirármela de erudita y filosofa. Pero la verdad es que existe una diferencia, tal vez subjetiva por su significado etéreo, pero verídica y palpable, aunque se toque con las fibras creativas, porque en esa palabra radica todo: Crear. 

Cualquiera puede escribir, pero no todos pueden crear.


Muchos escritores se llenan la boca diciendo que lo son, pero mirando hacia atrás, muchos grandes escritores se sacudían, y se sacuden, el título cada vez que pueden, requiere de mucha responsabilidad andar pregonando a los cuatro vientos que eres escritor, porque el poder que conlleva este oficio es delicado; las personas que escriben son consideradas más que inteligentes, hay un aura mágica alrededor de ellos porque se supone que somos capaces de transmitir emociones vívidas a través de las letras, que poseemos una inteligencia diferente, una comprensión muy intuitiva del mundo que nos permite comunicarnos con desconocidos como si un hilo telepático conectara al lector y al autor; y es muy posible que todo eso sea cierto, por eso hay que ser muy tonto y osado para ostentar, así como así, un título como ese con tantas responsabilidades.

Yo no soy escritora, he publicado dos novelas, voy por la tercera, siempre he dicho que soy una pichona de escritora; en realidad creo que soy una ingenua que avanza en un camino que soñó transitar siempre, que se lanza, con más emoción que conciencia, con más coraje que prudencia, a la maravilla de parir historias que algún día consigan a sus lectores (porque para cada historia hay un lector) y entonces, solo entonces, estas personas que adoptarán mis historias, me otorguen el tan ansiado título de escritora.

Posiblemente esto sucederá después de que yo muera, como lo ha demostrado la historia en muchísimas ocasiones, o tal vez suceda en unos años, con algo de suerte; o puede que sea mañana ¿Quién sabe?

Por ahora esta pichona que está tras estas líneas les cuenta que fue una experiencia maravillosa, que todas las personas que conocí dejaron una enseñanza, que me emocioné mucho cuando se acercaron a preguntarme por mis redes, que me comentaron que han leído mis entradas; me encantó pensar que mi experiencia de ganar un premio le sirvió a los que quieren escribir a arriesgarse a concursar, pero que sobre todo pudimos, entre todos, desmitificar un poco lo que es ser un escritor.

Aquellos que no fueron por excusas de que sus agentes literarios les recomendaron que no fueran, no tienen idea de lo que se perdieron, sus complejos de divas los alejarán de las mejores experiencias de sus vidas y de sus carreras, convivir con escritores te enseña que el ego solo te asfixia y te convierte en idiota, que podrás ser best seller de un libro, pero de qué sirve si no tienes la capacidad de disfrutar el compartir con otras personas, que se suponen tienen esa capacidad especial de ver el mundo de una manera diferente.

Solo me queda despedirme, no me arrepiento si herí susceptibilidades, agradezco a la soñadora de Audrymar Rodriguez por echarle un camión de bolas, a Richard Sabogal por tener esperanzas y sueños y luchar por ellos, a Martha Molina porque a pesar de su éxito como autora independiente mantiene una humildad increíble, a Xiomary Urbáez por su carisma y su historia, y que como Martha, tiene una humildad maravillosa por más "respaldo" de una editorial importante, y miles de gracias a Micky, a Carlos, a Ricardo, a Minerva y Héctor, y a todos los que participaron y que no menciono, porque sentamos un precedente, y espero que el próximo año sea mucho mejor, pero si es igual a este tampoco me arrepentiría de ir, porque este fue fantástico.

Saludos a todos.

martes, 7 de abril de 2015

Del oficio de escribir: Escritores... ¿Por vocación o por reconocimiento?

Hoy en día cualquiera salta a la palestra y se proclama, con tambores y trompetas, escritor; simplemente porque escribe frases filosóficas, lleva un diario y ha escrito unas cuantas historias en un blog.



Ser escritor requiere más que juntar letras, formar palabras, construir oraciones y que estas se conjuguen de forma tal que tengan sentido y se cree una obra. En mi humilde opinión, la opinión de una pichona de escritora; escribir requiere de un entendimiento mucho más amplio y sutil del concepto de escribir. Este es un proceso de crecimiento, conocimiento y auto-conocimiento, de continua expansión, como la del universo; nace, se alimenta, se transforma y explota en miles de direcciones a la vez y cuando alcanza toda su magnificencia, el escritor se retrae hacia sí mismo para volver a condensarse en una masa que implosionará, de nuevo, cuando encuentre su cauce y vuelva a expandirse otra vez.

Tal vez mi metáfora sea un poco rara, pero así lo veo yo, y cada uno lo verá de una manera distinta, pero en resumidas cuentas y en lo que todos terminamos coincidiendo, es que escribir requiere osadía y creatividad, casi, casi, a partes iguales.



No es escritor aquel que consigue la fama con una fórmula prefabricada y se queda con dicha fórmula que le permite inundar el mercado con la misma obra solo que con personajes diferentes; no puede considerarse escritor el que escribe pero no evoluciona, si la última obra se lee exactamente igual que la primera, no eres un escritor, eres un imitador, y aunque se pueda ser bueno imitando, nunca dejarás de ser eso, un imitador.

Claro que muchos de nosotros empezamos imitando, después de pasar años leyendo, pero leyendo de todo y no solo los géneros que nos gustan. Convertimos a los libros en nuestra primera escuela, con esa diversidad comenzamos imitando los estilos y usando las mismas palabras de aquellos que admiramos, pero poco a poco vamos dejándolas atrás, vamos sustituyendo los estilos copiados por los propios, al principio nuestras frases son tímidas, ingenuas, redundantes; luego agarramos confianza y soltamos las letras, creamos historias originales, y buscamos ser diferentes en cada nueva obra que nace de nuestras manos; osamos en la creación, jugamos con las formas, nos atrevemos a cambiar, a probar y estrellarnos, porque somos escritores por amor al arte, no por reconocimiento.



Existen fórmulas para escribir, pero no existen fórmulas para convertirse en escritor, escribir un blog no te convierte en escritor, como tampoco es escritor el que es periodista, ni educador, ni el que estudia letras; no hay una carrera que te convierta en escritor, aunque algunas pueden acercarte más a la vocación que otras.

Se cree que un escritor nace debido a la experiencia de la vida, que llega un punto en que, aquellos que tienen el talento, encontrarán el inicio de ese camino y se volcarán en él, por eso es que se considera que la edad media de un escritor son los cuarenta; yo considero eso una media verdad, conozco personas talentosas que no llegan a los treinta y se les puede augurar un maravilloso futuro en las letras, como menciono anteriormente y recalco ahora, son los libros nuestra primera escuela, y cuando una persona lee desde muy temprana edad, descubre el mundo fantástico detrás de cada libro, lo que eventualmente te conduce a querer construir tus propios mundos.

Respeto cada género y a los buenos escritores dentro de cada uno, pero por ejemplo, un escritor que me dice que escribe romance pero jamás ha leído María de Isaacs, me parece un tanto fraudulento, o para ponerlo en un término más amable, aquellos escritores de cualquier género que no han leído los grandes clásicos de la literatura de ese género, los que cimentaron el mundo actual, considero que no tienen la escuela, y es por eso que estos no tienen las pelotas para tomar lo aprendido, des-construir esas bases para erigir lo propio, y por lo tanto, probablemente no pasen a la posteridad.

No digo que un escritor deba evolucionar de una novela a otra, pero si en el proceso de su carrera no lo hace, ni siquiera será un escritor sobresaliente, aunque tenga muchas ventas. Un producto que se vende mucho no implica que sea bueno, he visto que con la adecuada publicidad te pueden vender veneno y todos los consumidores lo comprarán felices.

Pero algo que sí me gusta de todos aquellos que se lanzan a escribir, son las agallas; aunque se escriba mal, se requiere de agallas para ponerse a escribir; la diferencia estribará en la humildad que tengamos para asumir las críticas y en base a eso mejorar. Sé que en el camino encontraremos detractores de nuestra obra, también encontraremos pendejos que no critican en pro de mejorar sino de destruir, suelen ser los mismos pendejos mediocres que se creen los hijos perdidos de Cervantes, es decir, se creen cagados por Shakespeare y que si ellos no nacen, el mundo reclama.

Por ahora, esta pichona de escritora se contenta con escribir y ser leída, me emociono como una niña pequeña cuando me dicen que mis historias gustan, me emociono aún más cuando me critican y me dicen en qué debo mejorar, o cuando me piden que me arriesgue e intente cosas nuevas.



Tengo poco más de un año en este mundillo, en los últimos meses mi vida se ha revolucionado con las nuevas amistades que he generado, gente talentosa que tiene marcado la palabra triunfo en su camino, y estoy agradecida con ellos y ellas, sobre todo porque lo que menciono arriba: la evolución y el cambio; son cosas que he visto en cada uno de ellos.

Mi mejor recomendación para todos los que se están lanzando al agua, humildad, lectura, escritura y de nuevo más humildad... y más lectura.


Saludos desde mis mundos oscuros…