Mi nombre es U.R.C.A.V.S-7D, son las
siglas de Unidad Robótica de Cuidado de Animales y Vida Salvaje 7, soy la
séptima generación de una serie de unidades desplegadas por todo el planeta,
encargadas de monitorear y controlar el bienestar, reproducción y población de
los animales domésticos y salvajes del cuadrante sureste. Tengo doscientos años
en funcionamiento.
Mi forma es antropomórfica emulando la
forma humana, soy el tercer modelo U.R.C.A.V.S que tiene dicha forma y el
primero en ser equipado con un sistema de percepción empático que me permite
comunicarme de manera más efectiva con las criaturas a las que debo cuidar.
Adicionalmente mi diseño posee una membrana especial que recubre mis engranajes
y estructura muy semejante a la piel humana.
Los humanos dejaron de existir hace
exactamente dos mil trescientos cincuenta y cuatro años, seis meses, una
semana, veintitrés horas, cincuenta y cinco minutos, y contando. Esta fecha
está registrada en nuestra base de datos, una súper computadora que almacena
todo el conocimiento de la humanidad y su extinción. Cuando trascurrió un año
exacto del fallecimiento del último humano, los robots que quedaron erigieron
un monumento en el lugar donde pereció. Todos los robots que se mueven por el
planeta lo han visto alguna vez, en el pedestal donde descansa la escultura de
aquella mujer se lee una fecha: Año 1 d. H.
Año uno después de los Humanos.
El planeta que quedó era una ruina, un desastre
nuclear-natural casi sin vida; debido a que nuestra directiva primaria de
cuidar y proteger a los humanos ya no se podía llevar a cabo, muchos de los
primeros robots se desactivaron como única respuesta lógica a la situación,
otros reinterpretaron las directrices y se dedicaron a la recuperación
constante y sistemática del planeta. Recuperaron la vida animal y vegetal,
océanos y ríos, procesaron, reciclaron y descompusieron todo material no
degradable, permitiendo que las especies animales repoblaran toda la faz de la
tierra.
No fui testigo de dichos eventos, pero toda
información sobre ellos es introducida en nuestros bancos de memoria en el
momento en que somos ensamblados, luego con la programación nos incluyen las
primeras leyes implementadas cuando existían los humanos las tres Leyes Asimov,
posteriormente introducen las leyes derivadas de las originales que redirigen
nuestra programación a la preservación de la vida animal y el planeta. Estas
nuevas leyes fueron reinterpretadas y redactadas por Los Asimovitas, robots que
se encargan de programar e introducir todas las leyes en nuestros cerebros
positrónicos. Todo robot ensamblado en el mundo pasa por sus manos
obligatoriamente.
Existen pequeñas ciudades regadas en el
globo, son centros de control, operaciones y almacenamiento de unidades, estas
no poseen nombre, solo números. También tenemos una gran ciudad: el Centro De Ensamblaje,
donde todos los robots del mundo son diseñados, y manufacturados. En ella se
encuentra la sede de Los Asimovitas y la Computadora Central que se puede
enlazar con todas las computadoras del mundo, incluso con la del centro de
control donde yo solía estar, que era un centro satélite aislado e
independiente.
La historia que voy a registrar a
continuación no quedará almacenada en ningún compartimento de memoria de mi
cerebro, ni tampoco quedará en un dispositivo electrónico sujeto a la
vulnerabilidad de este al conectarse a una computadora; todo lo que hoy expongo
será asentado en un sistema más arcaico: el papel y la tinta, y luego será
almacenado para uso de futuras generaciones.
Todo comenzó el día ciento sesenta y dos del año 2354 d. H.
patrullaba el sector 6-12 en el que una
hembra de tigre había dado a luz seis crías; nuestra programación nos permite interferir
en caso de que la vida del animal esté en peligro extremo y/o represente un
desequilibrio en el ecosistema en el cual vive. En este caso no se presentaba
ninguna de las dos opciones, lo hacía por costumbre y en cierto modo algo de…
empatía. Hacía ciento cincuenta años que en la C.D.E me adaptaron la membrana
que me recubre y modificaron mi rostro para otorgarle rasgos humanoides, fue la
última actualización a la que fui sometido con la finalidad de desarrollar un
vínculo diferente con los animales; aparentemente mi aspecto metálico y
brillante, aunque les causaba curiosidad no les generaba confianza. Desde el
punto de vista psicológico los animales no podían interpretar mis intenciones,
claramente pacificas. A partir de aquella actualización y dada la calidad de la
“piel” que me recubre, los animales parecían haber desarrollado más confianza y
podían interpretar mejor mis intenciones de no hacerles daño, lo que me
permitió interactuar con ellos satisfactoriamente.
Como iba relatando, patrullaba el sector
en búsqueda de la guarida de Selene, la única hembra que permitía acercarme, a
veces jugábamos un poco, corríamos hasta que me alcanzaba y me derribaba. Admito,
a pesar de que vaya en contra de mi programación, que sentí mucho entusiasmo de
conocer a sus cachorros y poder jugar con ellos. Creo que puedo decir ahora, y
tras todas las circunstancias que han sucedido, que Selene era mi amiga.
Tras dos horas y treinta y ocho minutos
de búsqueda infructuosa no la conseguí, la deducción más lógica era que se
habían desplazado del lugar, posiblemente hacia el norte; me encaminé en
aquella dirección. Llevaba recorrido veintiséis kilómetros cuando el sonido de
llanto de un animal desconocido llegó a mi sistema auditivo, nunca antes había
oído a ningún animal llorar de esa manera, rastreé el llanto por un kilometro
hacia el oeste hasta que di con algo que debo admitir nunca pensé iba a
encontrarme.
Entre la hierba un poco alta se
encontraba llorando un bebé humano.
Todos mis sistemas, mis sensores de
memoria y matriz cerebral se alteraron ante la imposibilidad lógica y natural
de aquel descubrimiento.
Al cabo de unos minutos pude recobrar un
poco la compostura y procedí a acercarme a él, lo levanté con la mayor
delicadeza que pude y en ese instante dejó de llorar. Por su peso, la delgada y
poca cabellera que tenía y los ojos que casi no abría, deduje que ese bebé
tendría cuando mucho tres o cuatro días de vida, estaba desnudo y algunos
insectos caminaban por su piel morena. Me quité la camisa que llevaba y lo
envolví en ella después de haberle quitado meticulosamente los insectos,
cuidando de no dañar a ninguno en el proceso.
Al cabo de unos minutos continuó
llorando, a veces a todo lo que daban sus pulmones, otras, más quedamente. El
trayecto que normalmente me tomaba una o dos horas corriendo a una velocidad
promedio de doscientos ochenta y seis kilómetros por hora esta vez me tomó casi
todo el día por la carga que llevaba, hubo una parte del camino en que se quedó
profundamente dormido, pero cuando despertó sus berridos sonaban como si algo
le doliera, me detuve entonces cerca de un claro y lo sumergí un poco en el
agua pensando que tal vez el calor de mi cuerpo pudiese estarlo alterando;
también deduje que podía tener hambre, pero en ese lugar no disponía de ningún
implemento ni alimento que un bebé de esa edad pudiese ingerir.
Cuando llegué al Centro de Control la
computadora Home me recibió como de costumbre y detectó la nueva presencia de
vida; entre los dos procedimos a confeccionar una cuna con un colchón suave y
cómodo, mientras mi compañero examinaba al pequeño en el escáner que solíamos
usar para examinar a los animales, fui hasta nuestro corral donde pacían
tranquilamente los animales domésticos, con sumo cuidado tomé cien centímetros
cúbicos de leche de diversas hembras con crías en lactancia.
Adapté una de las gomas que usamos para
alimentar a los bebés que se quedaban huérfanos y no eran aceptados por otras
madres de su misma especie, la adelgacé milimétricamente hasta que fuera lo
suficientemente suave para que el infante pudiese mamar y procedí a
alimentarlo.
De acuerdo a nuestra base de datos
descubrí que las madres humanas cargaban a sus crías para alimentarlas, Home me
mostró imágenes del proceso y en consecuencia traté de reproducir lo más
exitosamente posible una posición adecuada para alimentarlo. El pobre niño
estaba hambriento y se tomó casi medio litro de leche entre todas las que había
llevado.
―Ahora debes sacarle los
gases― dijo Home ―Según nuestra base de datos así se evitan los cólicos,
dolores estomacales, vómitos y reduce los riesgos de muerte por asfixia
mientras duerme.
―¿Qué debo hacer?― pregunté
con cierto interés.
―Colócalo en tu hombro
y deberás dar suaves palmaditas en su espalda que ayudarán a que los gases se
dirijan hacía el esófago y salgan por la boca.
Hice tal y como indicaba la computadora,
el infante eructó cuatro veces y a los pocos minutos se durmió.
―El humano te acaba de
orinar.
Efectivamente así
había sido, los robots no somos capaces de detectar olores en el mismo sentido
que solían hacerlo los humanos, nuestro cuerpo detecta las partículas en el
ambiente, las identifica y por deducción sabemos qué es, tampoco tenemos
sensaciones dérmicas, pero sí detectamos los cambios de temperatura gracias a
los sensores instalados dentro de mi estructura que me permiten monitorear el
funcionamiento y evitar el recalentamiento; de igual forma tengo sensores
debajo de la piel que me informan de los cambios de temperatura derivados del
clima. Yo había detectado el chorro de orina caliente que rodaba por mi torso y
empapaba mi pantalón lo cual hacía innecesaria la afirmación de Home. No era la
primera vez que un mamífero me orinaba encima, de hecho, era la costumbre de un
can galgo que había criado hacía ya ciento ochenta y nueve años, cada vez que
llegaba al centro de control olfateaba mis extremidades y luego procedía a
orinarme para marcar su territorio.
―Debes higienizarlo―
recomendó Home.
―No creo que sea
recomendable bañarlo nuevamente― dije ―No conozco su sistema inmunológico y
tampoco sabemos si este tiene las defensas necesarias para las bacterias y
microorganismos de la actualidad, exponerlo al frío es un riesgo.
―Toallas húmedas―
acotó Home.
―Tienes razón― era la
respuesta más lógica, busqué una de mis camisas y confeccioné varias toallas de
tela con tamaños diferentes, tibié agua y las fui humedeciendo a medida que lo
iba limpiando.
El bebé se retorcía al contacto de mis
manos, pero no se despertaba, emitía unos sonidos ronroneantes y Home me dijo
que según la base de datos aquella reacción era completamente normal.
―¿Dónde lo encontraste
Urcavs?― me preguntó. Home al igual que yo, posee un cerebro curioso, ambos
teníamos la capacidad de ignorar la directiva de reportar inmediatamente los hallazgos
de cualquier índole; nuestra capacidad de razonamiento nos permitía estudiar
cualquier alteración o descubrimiento al detalle antes de reportarlo a nuestra
matriz central; esto gracias al doble cerebro positrónico que poseíamos, que
había sido desarrollado imitando forma y parte de las funciones del cerebro
humano.
―Hacia el norte―
respondí mientras lo envolvía en una manta de nuestro deposito ―Buscaba a
Selene para conocer a sus crías, nacieron ayer.
―¿No viste a sus
padres?
―No.
―¿Buscaste en los alrededores?
―Ciertamente era la respuesta más lógica― admití ―Pero no lo hice, me
pareció ilógico.
―Eso es una contradicción en el razonamiento.
―Lo sé Home.
―¿Encontraste a
Selene?― pude notar cierto interés en la pregunta, al igual que yo, Home había
desarrollado cierta empatía por el felino.
―No.
―¿Qué vamos a hacer con el niño humano? ¿Debemos reportarlo
inmediatamente?
Pensé por unos instantes sobre eso, admito
que mi interacción con otras unidades no eran satisfactorias, tal vez solo
Ursyc que solía visitarnos cada ciento ochenta días por un periodo de catorce
días exactos, era la unidad con la que me sentía más cómodo y la idea de tener
cuadrillas de robots rondando el cuadrante sureste, que perturbarían la paz y
la tranquilidad de los animales que residían, no me parecía correcta.
Home también permaneció en silencio
esperando mi respuesta, yo barajaba todas las opciones y posibilidades para las
causas de la aparición de dicho bebé humano; tras miles de años nosotros no
habíamos encontrado presencia humana en ningún rincón del planeta y era
imposible que nos equivocáramos. Unidades de diversas índoles se movían hasta
en las áreas más remotas monitoreando la actividad sísmica, animal y ambiental;
inclusive las unidades anteriores a mi habían ido adicionando información de
los descubrimientos que habían hecho durante sus periodos en funcionamiento,
pero en ninguno se hacía mención a humanos, ni siquiera a vestigios de su
antigua civilización.
―No creo que sea
correcto― respondí al fin ―Nuestra directiva primaria es mantener el orden y
equilibrio dentro de este ecosistema, si reportamos este hallazgo decenas de
unidades vendrán a realizar estudios y búsquedas para encontrar la raíz del
hallazgo. Si nosotros investigamos, minimizando la intervención robótica dentro
del ambiente natural, podremos identificar de dónde viene, cómo llegó a
nosotros y por qué apareció un bebé humano.
―Correcto― dijo Home ―Adicionalmente
nosotros poseemos los equipos necesarios para realizar los estudios que determinarán
la procedencia genética del humano.
―Podríamos estar en
presencia de una mutación― acoté ―tal vez este bebé no sea humano, puede ser un
salto evolutivo de alguna especie de primate.
―Es posible.
En ese momento no me percaté de lo que
parecía ser una manifestación de curiosidad y satisfacción por parte de Home,
hoy por hoy, mientras escribo estos hechos me doy cuenta de que Home, al poseer
un cerebro similar al mío, experimentaba de la misma manera los sucesos,
también había desarrollado cierta empatía con nuestro entorno y aparentemente
podía percibir y responder a ciertos estímulos externos que carecían
completamente de razón y lógica. Entonces entendí que nuestra evolución como
maquinaria había dado un salto increíble, estábamos experimentando y recreando
patrones emocionales que nos permitían establecer vínculos socio-afectivos con
nuestro entorno.
Aunque en perspectiva nuestra decisión
se basaba en respetar y cumplir las Leyes Asimov que regían nuestra
configuración cerebral, puedo decir ahora, con mucha reserva, que en efecto, no
deseábamos que ninguna unidad robótica perturbase nuestro hermoso hogar.
Estudiamos meticulosamente a nuestro
sujeto, Home exponía toda la información almacenada en nuestra base de datos lo
que nos permitía manipular al infante adecuadamente, la parte más difícil fue
las referencias a la necesidad materno-afectiva del niño la cual no podíamos
suplir satisfactoriamente. Home se encargaba de reproducir canciones y música
que calmaban al bebé y al mismo tiempo estimulaban su desarrollo cerebral.
Siguiendo sus indicaciones yo lo alimentaba con regularidad, lo higienizaba y
busqué fibras para procesar y hacer telas con las cuales confeccionarle ropa y
pañales.
Al mismo tiempo fuimos realizando
pruebas físicas que nos arrojaron resultados sorprendentes que no tenían base
lógica, el niño era cien por ciento humano, toda su secuencia de ADN nos
demostró que no era una mutación de ninguna especie.
Para poder cumplir con las necesidades
de protección primaria del infante mis obligaciones debía realizarlas en el
menor tiempo posible, porque Home no poseía un cuerpo apropiado para cargar,
alimentar o higienizar al pequeño; así que me tomaba la mañana completa para
mis observaciones y control, regresando inmediatamente al finalizar.
―Deberíamos ponerle un
nombre― recomendó Home una noche ―En el libro humano conocido como La Biblia,
relatan que el primer hombre humano se llamaba Adán, no hay pruebas científicas
de que lo que se cuenta en ese compendió sea real, pero representó para un
número grande de humanos una especie de guía moral y espiritual, y ya que es el primer hombre después de tanto
tiempo, parece acertado colocarle ese nombre.
―¿Es necesario ponerle
un nombre?― pregunté, por más interesante que fueran las historias y raíces de
nuestros creadores no comprendía la necesidad de ponerle un nombre, era el
único ser humano en la tierra, no necesitaba diferenciarse de otros.
―Psicológicamente
hablando le ayuda a crear una identidad, en determinado momento comenzará a
hablar y se verá en la necesidad de interrelacionarse con su entorno y
presentarse a sí mismo. Considero que humano no es apropiado, no es un nombre.
Además ya le has puesto nombre a varios animales ¿Qué diferencia hay entre
ellos y él?
Tenía razón, no tenía fundamento lógico
el negarme a ponerle nombre, tal vez se debía a que yo lo veía como un
experimento que eventualmente debíamos reportar y al que probablemente no
veríamos nuevamente, al colocar un nombre establecemos vínculos y no quería
hacerlo, aunque como robot no experimento emociones humanas que alteren mis
sistemas o eviten que cumpla con mis funciones, si puedo experimentar decepción
y otras ciertas respuestas consideradas emocionales.
Al cabo de noventa días desde la llegada
de Adán, Home me anunció el inminente arribo de Ursyc, yo estaba consciente de
la proximidad de su visita, entre otras cosas esperaba que apareciera para
cubrir entre los dos una zona mayor en la búsqueda de humanos, la deducción más
lógica era que existieran algunos humanos, tal vez en un estado salvaje y que por
cuestiones instintivas siempre se mantuvieron ocultos a nuestra vista.
Ursyc llegó durante el proceso de
reajuste y mantenimiento de mi cuerpo, dicho proceso toma ocho horas y treinta
y cuatro minutos, razón por la cual escogimos realizarlo durante la noche
mientras Adán dormía. Se presentó veintidós minutos antes de que finalizara el
proceso, cuando me desconecté escuché una voz ligeramente diferente y a Home
conversando tranquilamente, me vestí y mientras me colocaba la camisa pensé,
por primera vez en toda mi vida operativa las extrañas costumbres que habíamos
heredado y que no eran necesarias, y que cada vez más se asemejaban a la de los
humanos, por ejemplo la ropa que estaba usando.
No cavilé demasiado en ello,
experimentaba placer de ver a Ursyc, salí y me sorprendí de encontrar a Home
intercambiando información con un robot de rasgos femeninos que nunca antes
había visto.
Ella me miró y sonrió denotando una
actitud amistosa.
―Saludos Urcavs 7― fue
cuando comprendí que Ursyc había sido escogida, como en su momento lo fui yo, para
una actualización y mejora. Ahora su cuerpo robótico estaba cubierto con una
piel como la mía pero a diferencia de mí, que no poseo vello de ninguna índole,
ella llevaba una cabellera bastante corta de color plateado, contrastando con
el tono bronceado que había adquirido su piel.
―Saludos Ursyc―
respondí ―¿Has tenido un viaje sin novedades?
―La única novedad es
esta― se señaló a sí misma ―Todos los cuadrantes que he visitado han tenido
reacciones diversas ante mi nuevo aspecto, espero que tú no te sientas
incomodo.
Ella había desarrollado deducciones que
uno podría considerar graciosas si poseyéramos sentido del humor, evidentemente
ninguna unidad robótica debía sentirse incomoda ante las actualizaciones de
Ursyc, pero entendía lo que quería decir, puesto que yo lo había experimentado
también. Los robots que no habían sido escogidos para las actualizaciones
parecían presentar ciertos conflictos de percepción, el aspecto humanizado de
las nuevas unidades generaban la reaparición de las viejas Leyes Asimov y
cierto sentido de servilismo predominaba en sus interacciones.
―¿Cuándo deseas
empezar las excursiones?― pregunté.
―No hay apuro―
respondió mientras se acercaba a la ventana y miraba hacia afuera ―Este lugar
me gusta mucho así que me tomo las cosas con calma para que mi estadía dure
más.
―Selene ha tenido
crías― le comenté ―¿Deseas ir a verla?
La expresión de su rostro se iluminó de
una manera particular que solo volví a ver cuando viaje a C.E.D posteriormente. La actualización de Ursyc era
especialmente detallada en cuanto a la habilidad de copiar emociones, las
líneas de expresión de su rostro eran una obra de arte y meticulosidad.
Home me recordó mis obligaciones con
Adán mencionando que no debía olvidarme de la nueva cría, algo que ya tenía
previsto, Ursyc se mostró interesada en ayudarme puesto que desconocía la
naturaleza de éste, así que la llevé conmigo hasta el cuarto que habíamos
improvisado para el infante.
Adán estaba acostado en su cuna boca
abajo, según nuestros datos todavía no debía tener la fuerza para lograr dicha
hazaña, pero al mismo tiempo nuestra información sugería que cada bebé se
desarrollaba de manera diferente; sonrió y empezó a hacer ruiditos de felicidad
al verme, él sabía que era el momento de alimentarlo y acicalarlo. Ursyc se
detuvo en la entrada y observó la escena con confusión, yo sabía exactamente el
proceso de razonamiento que llevaba a cabo en esos momentos, el mismo que
habíamos tenido Home y yo la primera vez.
Ursyc se acercó a la cuna y se inclinó
para estudiarlo, extendió un dedo y acarició con mucha suavidad su piel, Adán
sonrió e intentó levantar un poco la cabeza apoyándose en sus bracitos. Me
dirigí entonces al contenedor donde guardaba la leche y le preparé un biberón,
mientras este alcanzaba la temperatura correcta, me acerqué a la cuna y lo
cargué, lo llevé hasta la mesa donde siempre lo manipulaba y le retiré el pañal
que había orinado durante la noche, lo higienicé y tras cambiar las sabanas de
la cuna por unas nuevas lo tomé en brazos junto con su biberón y me dirigí
hacía la pequeña sala de mandos donde se hallaba la pantalla principal de Home.
― Saludos, Adán― dijo Home
y este soltó una risita de felicidad, cuando coloqué el chupete en su boca
empezó a mamar con avidez, la computadora entonces reprodujo una canción de su
repertorio y Ursyc se quedó de pie observándonos desde la puerta.
Terminé de darle de comer y lo llevé
afuera para que recibiera una dosis de luz solar rica en vitamina D y necesaria
para su cuerpo y organismo en desarrollo, procedí a sacarle los gases y tras
cuarenta y cinco minutos de mecerlo, rodeé la central y me dirigí hasta el
corral donde le fui señalando los nombres de los animales. Esta costumbre la
había adquirido recientemente cuando nos percatamos de que él ya empezaba a
concentrarse en los objetos, así que lo hacía para fomentar el desarrollo de su
cerebro.
Ursyc no me acompañó en este proceso,
admito que me decepcionó un poco el desinterés que demostraba sobre el
hallazgo, cuando regresé con el infante soñoliento al que deposité en su cuna,
encontré a mi amiga, porque consideraba a Ursyc algo así como una especie de
amiga, interrogando a Home con la actitud propia de su programación para
mantener la seguridad y el control.
Home respondía a sus cuestionamientos
con total transparencia, le aseguró que nuestra intención de no reportar
respondía a las directivas primarias de nuestra programación de preservar el
ecosistema a nuestro cargo, que nuestra principal meta era recabar la mayor
cantidad de información sobre la naturaleza y procedencia de Adán antes de
reportarlo a C.D.E para determinar el futuro del humano.
Ursyc pareció satisfecha ante las
respuestas, me vio y dio un paso atrás para permitirme comenzar mi protocolo
diario de trabajo, Home y yo continuamos como de costumbre, cuando repasamos
las medidas de seguridad procedí a marcharme, seguido por Ursyc. Durante el
recorrido no mencionó el tema, como de costumbre se limitó a preguntar cosas
referentes a mi programación, si esta estaba corriendo de manera convencional,
cómo manejaba el ecosistema, la estadística por especie y toda información
relacionada con los cambios climáticos, respondí de manera usual. Siendo
honestos el trabajo de Ursyc se terminaba en dos días, los restantes doce días
lo pasaba en contemplación y estudio, mientras me ponía al tanto de hechos
interesantes de otros centros y ciudades.
A las doce en punto volvimos, Home me
aseguró que el infante continuaba dormido, así que descargué la información
recolectada esa mañana a la base de Home y me dediqué a conversar con Ursyc haciéndole
mis acostumbradas preguntas sobre otros cuadrantes y sus ecosistemas.
Treinta y nueve minutos después Adán
despertó y cumplí con la rutina de volverlo a alimentar y a higienizar, luego
extendí una manta frente a la pantalla principal de Home que empezó a proyectar
videos de muñecos animados que cantaban las letras del abecedario, yo dejé al
bebé en el suelo para que sus músculos se acostumbraran a superficies más duras
y me volví a sentar al lado de Ursyc.
Observamos al bebé por un rato, me
preguntó cuánto tiempo había trascurrido de haberlo encontrado y respondí con
sinceridad.
―¿Por qué no lo
reportaste inmediatamente? Era la acción más lógica.
Medité la respuesta, era una pregunta
que venía haciéndome desde hacía varias noches porque sabía que ella me lo iba
a preguntar y la deducción a la que había llegado solo había generado más
conflictos en mis razonamientos.
―Sentí miedo― le
respondí.
Me miró por largo rato analizando mi
respuesta y era lógico porque los robots no sentimos miedo.
―¿A qué le tienes
miedo?
No esperaba esa reacción, realmente
pensé que ella me iba a explicar las razones lógicas de por qué no debía sentir
miedo y que posiblemente debía ir a la C.D.E a hacer revisar mi cerebro
positrónico.
―Considero que
llevarlo ante un comité de robots atenta contra su seguridad― confesé ―Y mi
directiva principal, la que fue pre-programada en mi cerebro antes de ser
ensamblado y destinado a mis labores, es proteger a los humanos. Ahora tengo un
humano, un ser indefenso y pequeño que no tiene la capacidad de razonar y
comprender lo que pasa. Adicionalmente he recorrido todos los recovecos y
rincones del cuadrante, kilómetros y kilómetros de cuevas y terrenos y no he
encontrado nada que fundamente este hallazgo y eso es completamente ilógico
¿Cómo me presento ante un comité con algo que no puedo explicar?
―Comprendo las
contradicciones― me dijo y sonaba completamente sincera ―Pero debo informar
sobre el hallazgo cuando salga de aquí.
―Estoy consciente de
ello.
Nos quedamos en silencio examinando al
infante que se removía sobre la manta soltando pequeñas carcajadas y balbuceos
mientras Home reproducía su repertorio.
Los catorce días restantes Ursyc se
dedicó a registrar conmigo el cuadrante, confirmó, como previamente lo había
hecho yo, que no había explicación lógica para la aparición de un bebé humano.
Se fue durante la mañana, después de que
Home revisara el estado de su cuerpo, nos despedimos sin emitir una sola
palabra, creo que ella, al igual que yo, presentaba los mismos debates producto
de nuestro cerebro empático.
Sostuvo al bebé un rato antes de irse,
mientras el niño metía sus manitas entre la cabellera, luego lo colocó en mis
manos y se alejó.
Creo que durante esos minutos de
silencio tomó la decisión que posteriormente nos llevaría a rebelarnos, Ursyc
comprendía mejor que yo la necesidad de proteger al pequeño humano.
Yo continué ejerciendo mis funciones tal
y como mi programación exigía, controlé la población de animales domésticos,
revisé y curé un grupo de monos enfermos y estudié la evolución del crecimiento
de Adán.
Ursyc regresó noventa días después de su
partida, un cambio inusual en nuestro protocolo de visitas y supervisiones.
―Informé que habías
encontrado un nuevo mamífero y estabas rastreando el origen de la nueva
especie― dijo ―Solicité autorización para ayudarte puesto que conozco el área y
estoy capacitada para no interferir ni dañar este ecosistema.
Yo asentí, debo admitir que estaba
agradecido de tenerla allí, juntos los tres pudimos proveerle al niño una
atención más específica y dirigida a sus necesidades, Adán comenzaba a caminar,
un hecho que según nuestra información era poco probable pero no inusual. Ursyc
comentó una noche, mientras lo veía levantarse con sus piernas temblorosas, se
apoyaba en una mesa y daba unos cuantos pasos para volver a caer; que era
impresionante ver cómo un ser humano se adaptaba a su entorno con facilidad a
pesar de carecer de sus progenitores que le prodigaran los cuidados emocionales
que necesitaba y reforzaban su identidad.
Justo en ese momento Adán se había
levantado y acercado hasta donde me encontraba sentado observándolo, se aferró
a mi pantorrilla, levantó su cabeza y balbuceó la palabra “papá”.
Lo observé por largo rato, mientras
Ursyc me miraba con atención esperando una reacción ante aquella demostración
de afecto. La verdad he de confesar que desde la llegada de mi amiga me estaba
planteando una serie de preguntas que usualmente un robot androide como
nosotros jamás se haría.
―¿Por qué los robots
se han esforzado en humanizar nuestras facciones y cuerpos?
La expresión de Ursyc era de confusión,
yo continuaba viendo a Adán que se tambaleaba mientras se aferraba con sus
pequeños puños a la bota de mi pantalón.
―No lo sé― respondió
finalmente.
―Creo que ha llegado
el momento de llevarlo a C.D.E. Hay una serie de preguntas que quiero hacerles
a Los Asimovitas y a Los Ensambladores.
Dos días después de aquella corta
conversación partimos, en esas cuarenta y ocho horas confeccioné un arnés que
podía ajustar a mi cuerpo y permitía cargar una capsula especial para Adán, que
le permitía dormir, pararse y sentarse con comodidad; al mismo tiempo activé
las unidades móviles que le permitían a Home cumplir con los monitoreos del
cuadrante a través de un enlace satelital que le daba control sobre robots
diversos en tamaños y formas.
Partimos durante el anochecer para que
la mayor parte del viaje el niño durmiese y no acusara cansancio. Ursyc llevaba
parte del equipaje de él mientras yo llevaba alimento suficiente para nutrirlo
durante quince días.
Nunca pensé que mi estadía en C.E.D se
iba a prolongar por trescientos sesenta días. Días un tanto extraños que me
hicieron comprender lo divididos y separados que estábamos los robots del mundo
con respecto a la evolución que habíamos desarrollado durante estos más de dos
mil años.
El recibimiento en la cámara de
Asimovitas podría calificarse de anormal, tras la primera impresión que solo
duro unos minutos empezaron las preguntas. Respondí cuándo y cómo, patrones de
comportamiento, alimentación, evolución, genética, física y química. Fue
sometido a pruebas para corroborar todo mi conocimiento, Adán demostró temor
ante algunos robots y ante otros simpatía, más que nada por aquellos que se
mostraban maravillados y curiosos. Estudiaron los vínculos socio-afectivos que
había desarrollado conmigo, mientras que yo continuaba sus rutinas alimenticias
y educativas.
Cuando cumplimos trescientos días en la
ciudad se produjo una asamblea de robots, aquel día estaba a rebosar de
unidades que habían viajado desde todos los puntos cardinales para ver el
hallazgo.
Al ver tantas versiones mejoradas y
humanizadas recordé la pregunta que previamente le había hecho a Ursyc. Yo
estaba en una pequeña plataforma de pie y frente a mí, en su capsula especial
estaba Adán jugando con unas tarjetas con distintas figuras que un Ensamblador
había confeccionado para él.
Ursyc me miró desde su posición habitual
entre los U.R.S.Y.C, todos ellos con las mismas mejoras que ella poseía, con
distintos tonos de piel, cabello y ojos.
En un estrado se encontraban los tres
Asimovitas más antiguos, los que habían sido programados por los primeros
robots que se habían desactivado tras la desaparición de los seres humanos. Ellos
también habían humanizado sus rasgos, con pieles tersas y características
diversas. Verlos allí generó un cambio en mi percepción racional, algo en mi
cerebro positrónico mutó.
―U.R.C.A.V.S 7D― dijo uno
de ellos llamado Hammurabi ―Nos has traído un hallazgo que debemos catalogar
como mínimo de sorprendente, tras la impresión inicial y después de estudiar al
sujeto y los informes que tú y U.R.S.Y.C 75 nos proporcionaron solo nos queda
una pregunta por hacer, ya la unidad mencionada nos respondió en el momento en
que procedimos a interrogarla, ahora es necesario preguntarte por qué no nos
avisaste del hallazgo inmediatamente sucedió.
―Porque mi directiva
primaria es cuidar y proteger el ecosistema del cuadrante sureste― respondí ―Me
pareció lo más lógico emprender la búsqueda de más humanos en la zona o de
alguna especie de primate que hubiese evolucionado. Principalmente pensé en una
comunidad de humanos que se había mantenido oculta en el entorno y que tras una
imperiosa necesidad de escapar habían perdido al bebé, pero tras revisar
minuciosamente no encontré rastros ni huellas que indicaran que esa hipótesis
era correcta, en los días posteriores al hallazgo de Adán me enfoqué en cubrir
sus requerimientos principales de alimentación y abrigo, mientras que a la par
realizaba todas las pruebas necesarias que presenté aquí los primeros días tras
nuestra llegada.
―¿Por qué pidió a la
unidad U.R.S.Y.C 75 que no informara del hallazgo en el momento en que lo
descubrió?― preguntó un Asimovita con rasgos femeninos.
―En ese momento
consideré que era inapropiado y peligroso para el niño― contesté con sinceridad
―Era muy pequeño e incluso en ese momento no tenía suficiente información sobre
él y cómo protegerlo, la primera ley se activó en mi cerebro positrónico y no
pude ignorarla, según mi percepción existía una gran posibilidad de peligro
para él.
―¿Por qué llegó a esa
conclusión U.R.C.A.V.S-7D?
―Porque en determinada
ocasión ustedes Los Asimovitas habían concluido que los seres humanos eran
peligrosos para el planeta y que ellos habían sido los artífices de su propio
exterminio y desaparición. Mi prioridad es protegerlo de cualquier cosa que
atente o ponga en riesgo su seguridad. “Un robot no puede hacer daño a un ser
humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”― recité ―Primera
Ley de Asimov.
―Todos conocemos las
Leyes de Asimov― dijo la unidad femenina.
Yo miré a Adán, este también me miró y
sonrió, me mostró una de las tarjetas que tenía el dibujo de una pera y dijo: ―¡Urca
peda!
―¿Puedo hacer una
pregunta? – levanté la voz, todos me observaban en silencio.
―Proceda
U.R.C.A.V.S-7D― aceptó Hammurabi.
Miré a mí alrededor por unos segundos y
pregunté:
―¿Por qué razón nos
hemos ido humanizando con el paso de los años?
Juro que casi pude
oír los engranajes de los cerebros positrónicos sonando ante aquella pregunta
tan inusual, muchas unidades habían aceptado las actualizaciones y mejoras como
algo natural, sin cuestionamientos. Aproveché la estupefacción de todos y
continué:
―A medida que los años
han pasado nos han introducido en nuestros bancos de memoria que nosotros
quedamos después de de los humanos, después de su mala administración de los
recursos y su continua toma de decisiones ilógicas que inevitablemente llevaron
a su desaparición, en cierto modo llegamos a la conclusión de que los humanos
habían sido sus propios verdugos y que los intentos por nuestra parte de
protegerlos no sirvieron de nada. A falta de los humanos las unidades robóticas
dirigieron sus esfuerzos a la recuperación del planeta, tomamos el conocimiento
que teníamos y reprodujimos a los seres vivos que existían pero nunca pensamos
en la necesidad de revivir a los humanos, la respuesta lógica era que ellos de
hecho son peligrosos tanto para su entorno como para sí mismos, pero por alguna
razón nosotros hemos emulado su aspecto y la interpretación de estos hechos me
llevaron a la conclusión de que los humanos no pueden ser tan malos si ustedes,
Los Ensambladores y Asimovitas se han encargado de humanizarnos, de hacernos
parecidos a nuestros creadores, por alguna razón ustedes idealizaron su forma y
sus rasgos…
―Eso no tiene sentido―
interrumpió Hammurabi.
―Yo también pensé lo
mismo, pero luego me vi y analicé mis rasgos y luego los vi a ustedes y analicé
sus rasgos. Tienen cabello, nos distinguieron por género, incluso adoptaron
rasgos asiáticos, africanos, caucásicos y latinos, tienen diferentes formas de
nariz, adaptaron ojos de colores e incluso tonos de voces, ustedes se ven más
humanos de lo que yo me veo, y me pregunto que si esto responde a la posible
aparición de un nuevo ser humano y la necesidad de estos de identificarse con
sus semejantes, es como si hubiésemos
previsto la reaparición de la raza y deseáramos estar a su altura.
―¿A dónde quiere llegar?
―No lo sé― respondí con
sinceridad ―Mis análisis llegan a este punto y se detienen, tal vez porque no
conozco cuáles van a ser sus determinaciones para Adán. Solo sé que al verlo…
mi cerebro reacciona de una manera diferente que va un poco más allá del
cumplimiento de la Ley Asimov y eso me hace preguntarme si de algún modo
nosotros los robots también estamos evolucionando y en nuestro afán de
parecernos más a los humanos estamos desarrollando cadenas de pensamientos más
complejas que implican por ende que estamos desarrollando emociones básicas que
nos permitirían comprender la importancia de ciertas cosas.
Recogí a Adán de su capsula pues parecía
somnoliento, él recostó su pequeña cabeza sobre mi hombro donde previamente
había depositado una toalla térmica que regulaba la temperatura de mi cuerpo y
así no le causaba calor. Me mecí lentamente como le gustaba, a los pocos
minutos se quedó dormido y lo deposité de nuevo en la capsula para que durmiera
cómodamente.
―Hemos escuchado tus
análisis U.R.C.A.V.S-7D― dijo la unidad femenina después de presenciar todo el
proceso― Nos retiraremos para analizar y llegar a una conclusión y procederemos
a decidir qué debemos hacer.
―Queremos que
entiendan que al ser el único humano y dado que es un hombre su capacidad
reproductiva en nula― dijo Hammurabi ―Debemos preguntarnos si en realidad
estamos protegiendo al humano en función de causarle daño a futuro.
Supe, tras oír esas afirmaciones, cuál
iba a ser el destino de Adán, y como si Hammurabi también lo hubiese entendido
nos envió a nuestra habitación, escoltados por dos URSYC.
Mi diseño no estaba originalmente
pensado para combate, evidentemente nunca se imaginaron que pudiese suceder
semejante hecho, los robots estamos diseñados para pensar igual, seguir ordenes
y comandos, realizar tareas repetitivas sin el riesgo de cansarnos o
considerarlas aburridas; pero dadas mis tareas, mi diseño se convirtió en una
unidad más resistente, capaz de alcanzar grandes velocidades, de soportar
cargas pesadas o la embestida de animales violentos; esa noche mientras me
sometía a una revisión de rutina estudié la situación y analicé sobre lo qué yo
iba a hacer después de que los Asimovitas lanzaran el veredicto.
Al amanecer llegaron los Asimovitas y
nos llevaron de vuelta, yo ajusté la capsula en mis hombros, Adán dormía
plácidamente. Me planté frente a los robots como había hecho la última vez y
esperé.
―Hemos deliberado toda
la noche, estudiamos todas las implicaciones correspondientes a la crianza del
humano llamado Adán. Aún cuando podamos garantizarle una vida plena y libre de
peligros, emocionalmente no podremos suplir las necesidades afectivas de este,
como tampoco podríamos proporcionarle una hembra de su especie para su
perpetuación― Hammurabi habló ―No estamos complacidos con la decisión tomada,
puesto que viola directamente la primera Ley Asimov.
Todos los robots de la sala empezaron a
susurrar entre ellos, extrañamente yo ya sabía lo que iba a pasar y estaba
preparado y decidido a continuar hasta el final.
―Nos tomará dos días
diseñar un mecanismo para practicarle eutanasia al humano, garantizando que no sobrelleve
ninguna clase de dolor ni sufrimiento, creemos que es la medida más apropiada.
Esto nos permitirá continuar con nuestro funcionamiento normal. Esta medida fue
tomada de forma unánime, ya que no han aparecido más humanos en el mundo a
pesar de nuestras infructuosas búsquedas por todo el globo… Sin una hembra
humana la vida de este niño no tiene sentido.
Ursyc me miraba con los ojos nublados
por la confusión, algunos robots asentían fehacientemente ante las
declaraciones de Los Asimovitas, otros parecían sufrir severos conflictos.
En ese micro segundo me di cuenta que
los robots habíamos dado un gran salto hacia la evolución, esta siempre
necesita un catalizador que la ponga en marcha y en nuestro caso fue la
aparición de Adán. Algunos de nosotros no solo podían ignorar las Leyes Asimov,
sino que podían justificarlo bajo un razonamiento que desde cierta perspectiva
contenía lógica y que parecía cumplir un valor más altruista de la Ley, de un
modo muy peculiar ellos creían que cumplían la primera ley a cabalidad
sosteniendo que permitirle vivir implicaba lastimarlo mucho más.
Miré a Adán durmiendo tranquilamente,
ignorante de la terrible condena que pesaba sobre su cabeza. Observé las
expresiones en los robots, expresiones que buscaban imitar a los humanos, era
posible que muchos de nosotros experimentáramos horror ante aquellas
afirmaciones.
La ejecución de Adán se había pautado en
doce días, este tiempo era necesario para realizar los cálculos y garantizar
que el pequeño no sufriera ninguna clase de dolor. El día cinco de esa cuenta
regresiva mientras estábamos en un extenso parque jardín de la sede de Los
Asimovitas, se me acercó un robot parecido a mí, era un U.R.C.A.V.S de otro
cuadrante, hablamos por un lapso de cuarenta y cinco minutos, me preguntó sobre
mi ecosistema y los animales que estaba cuidando; no era algo inusual que lo
hiciéramos. Durante la conversación intercaló preguntas sobres Adán y lo alzó
en brazos.
―¿Cómo estás manejando
la decisión que tomaron Los Asimovitas?― Me preguntó.
No supe qué responder, estaba renuente a
comunicarme con alguno de los robots, él continuó.
―No estoy de acuerdo
con la decisión tomada por ellos, supongo que se debe a que nuestras unidades
están destinadas a la preservación de la vida, para eso fuimos diseñados.
―Sí― respondí.
―Yo encontré en mi
cuadrante una hembra humana― me confesó
―La encontré hace ochenta y ocho días.
―¿Por qué no
proporcionaste esa información?
―Quería esperar a ver
qué determinaciones se tomaban con este pequeño― respondió ―Cuando fueron a
inspeccionar los cuadrantes en busca de más humanos escondí a la pequeña en el
sitio donde la encontré.
―¿Dónde la
encontraste? – no pude ocultar mi sorpresa.
―En una cueva.
―¿Acaso no la
revisaron? Eso no tiene sentido― dije. Adán correteaba entre la hierba.
―Sí la revisaron, pero
aparentemente las paredes de piedra del lugar poseen propiedades inhibitorias
para las señales de cualquier índole― me aseguró ―Los Asimovitas y
Ensambladores enviaron sondas de investigación que registraron toda el área
pero que no dieron con la cueva en cuestión porque esta se encuentra protegida
por la roca.
―¿Qué había allí?
―Un laboratorio. En
este lugar había una probeta enorme donde se gestó a Eva.
―¿Eva?
―Sí― sonrió, nunca
había visto un robot sonriendo en todo la extensión de la palabra ―La primera
mujer, le puse ese nombre después de que supe cómo se llamaba él― señaló al
niño.
―En ese lugar encontré
una serie de informaciones interesantes y reveladoras, que implican un terrible
golpe para nuestro sistema de protección y control.
―¿Por qué?
―Porque significa que
la tierra será repoblada por humanos. En ese laboratorio que estaba numerado
como dos, se encuentra toda la información genética de Eva, quienes fueron sus
padres, cuánto tiempo estuvo congelado dicho material que sirvió para gestarla
y cómo fue reforzado su ADN para poder soportar cualquier brote de virus o
bacteria que pudiese existir― se acercó a Adán lo cargó y lo llevó hasta donde
estábamos conversando, me lo tendió ―Hay media docena de parejas humanas, que
poseen distintas marcas genéticas, mejoradas y reforzadas, según el reloj que
encontré en la cueva y las coordenadas en la que aparecerá el siguiente bebé
humano, exactamente en trescientos setenta y dos días empezará a gestarse otro
humano y en seiscientos cuarenta y dos días aparecerá.
―¿Por qué no diste
toda esa información?
―Porque temo que Los
Asimovitas no desean que los humanos repueblen el mundo, los consideran una
amenaza, ellos ya no guardan la primera Ley Asimov como la guardamos nosotros,
ellos se alejaron de la programación básica, evolucionaron a un sistema que se
encargará de perpetuar el modelo perfecto y controlado que tenemos, por esa
razón todas las unidades del mundo tienen un tiempo de vida determinado, por
ejemplo nosotros podremos funcionar unos doscientos años más― estaba muy seguro
de eso ―Doscientos años son suficientes para que podamos proteger a la nueva
generación de humanos, educándolos con los modelos lógicos de conservación del
planeta.
―Los Asimovitas no lo
permitirán― aseguré, él asintió.
―Lo sabemos, por eso
los U.R.C.A.V.S nos vamos a desconectar definitivamente de la Computadora
Central.
―¿Quiénes más se
unirán a nuestra causa?
―No lo sé, pero por
ahora debes huir― dio por sentado de que iba a desobedecer la orden de Hammurabi
de entregar a Adán ―Mientras estamos aquí, los que no se presentaron estuvieron
trabajando en la manera de llevarnos a Home con nosotros y ubicar el espacio apropiado
para asentar a la comunidad.
―¿Seremos los
U.R.C.A.V.S contra el resto de los robots?
―Seremos robots contra
robots, lanzaremos una señal que se encargue de activar los centros primarios
de nuestros cerebros positrónicos en los cuales fueron implantadas las Leyes
Asimov, aquellos que respondan se unirán a nuestro deber― Se alejó caminando
despacio con las manos sujetas a la espalda ―Protegeremos a los humanos, los
rastrearemos por todo el planeta y los llevaremos a un lugar seguro que nos
garantice que podrán crecer, nosotros educaremos a tres generaciones o más de
hombres y mujeres que vienen libres de prejuicios y conductas autodestructivas.
Yo lo había seguido con Adán a cuestas
que iba señalando las cosas que salían a su paso mientras iba nombrándolas en
voz alta.
―Esta noche irá un
robot a buscarte para ponerlo a resguardo, si deseas quedarte con Los
Asimovitas lo entenderemos, solo no pongas resistencia a entregar al niño― se
detuvo un instante en la entrada del Centro de Programación Asimovita, nos
dedicamos a mirar a los robots que iban y venían.
Era extraño mirar la diversidad, entre
los androides humanizados se encontraban robots que no habían sido sometidos a
ninguna actualización, podía ver sus cuerpos metálicos brillando cegadoramente
con el sol de la mañana mientras se mezclaban con robots similares a mí, sin
cabello, cejas o rasgos detalladamente definidos; y los otros que poco faltaba para
parecerse completamente a los humanos.
Me encaminé a mi cubículo, en el
trayecto tropecé con varios robots que se mostraron interesados en Adán, noté
que ante algunos se asustaba, más que nadie aquellos que simplemente se
limitaban a hacer preguntas y no intentaban interactuar con él.
Llegada la noche y tras cumplir con mis
obligaciones con su alimentación e higiene, procedí a recoger todo lo necesario
para un viaje; Adán se quedó dormido en la capsula que había servido para todo
desde que habíamos llegado a C.D.E, noté que pronto, quizás demasiado, no
cabría más en ella.
Tocaron la puerta a las cero horas, una
costumbre que habían adquirido más que nada para respetar la seguridad del
infante, Adán dormía y yo estaba listo para partir; cuando abrí me encontré con Ursyc, me quedé pasmado, no
sabía si era ella la robot que estábamos esperando, pero tampoco me dio mucho
tiempo para reponerme.
―Debemos irnos― fue
todo lo que dijo.
Nos
pusimos en marcha, salimos de la ciudad rápidamente, en la frontera nos
esperaba una nave pilotada por un U.R.C.A.V.S que nos sonrió al entrar, mi
amiga me miró y lo único que pudo decirme fue que nos veríamos pronto.
Partimos
sin muchas ceremonias, miré a Adán dormido sin comprender la magnitud de lo que
representaba mantenerlo vivo y por primera vez desde que estoy en
funcionamiento experimenté una emoción que podría considerar humana: sentí
esperanza.
Mientras
escribo esto puedo observar por la ventana de mi vivienda, trajimos tecnologías
que nos permitieron asemejar nuestros rasgos con los de los humanos para que
fuese más sencillo para ellos comprendernos y aceptarnos.
Adán
tiene siete años y Eva cinco, también tenemos dos parejas más, que van desde
los tres años hasta los pocos días de nacidos.
Mi
amiga fue destruida con otros U.R.S.Y.C mientras defendían nuestro asentamiento
de los robots que han intentado eliminar a los humanos que están bajo nuestra
protección, nos han atacado sistemáticamente con armamento especial pero sin
éxito. Home se ha encargado de diseñar, desarrollar y desplegar un complejo
sistema de defensa que anula cualquier ataque sin demasiados daños colaterales.
Adán
es un niño muy inteligente, tenemos largas discusiones y debates, le enseño
sobre matemáticas, ciencias naturales y entre los dos nos encargamos de un
huerto que le provee la comida necesaria a los pequeños. Me llama papá y según
su razonamiento es lógico que me llame así.
Al principio de este registro escribí
que los humanos habían desaparecido hacía dos mil trescientos cincuenta y
cuatro años y contando; pero es un error deliberado. Debí decir que los humanos
reaparecieron hace ya siete años, cuarenta y cinco días, doce horas y contando.
Según nuestros registros estamos en el
año 7 P.A.H.P.R
Año siete Primera Aparición Humana Post
Robots.
Y mi nombre ya no es U.R.C.A.V.S-7D,
ahora me llamo Paps, una contracción de la palabra papá que Adán empezó a usar
cuando cumplió los tres años.
Esa palabra se la enseñó Home.
FIN