En Venezuela y
parte de Suramérica existe la leyenda del Silbón, en otros países es conocido
con otros nombres, en Colombia, es el Silbador.
Examinando la
historia que da origen a la leyenda, encontramos que en rasgos generales en un
hijo que asesina a su padre; versiones más, versiones menos, termina siendo
maldecido por el abuelo, sometiéndolo previamente a una tortura.
La versión más
extendida en Venezuela es la del hijo malcriado, que le dice a su padre que
quiere comer asaduras de venado (las tripas, para decirlo coloquialmente) y
dicho padre sale a la caza con fusil al hombro; el hijo al ver que su padre no
volvía, salió en su búsqueda y lo encontró en el camino y al ver que su padre
no traía caza se airó y lo mató, luego procedió a destriparlo y posteriormente
le llevó las asaduras a su madre que, tras horas de cocinar y que no se
ablandaran, sospechó la terrible procedencia de la carne y le avisó al abuelo
del chico.
Este lo ató a
un poste y comenzó a darle latigazos (algunas versiones dicen que con un fuete,
algo más creíble tomando en cuenta la procedencia de la leyenda, que se originó
en los llanos), después de este castigo vertió ají picante y sal en sus
heridas, lo soltó y lo hizo perseguir por una jauría de perros rabiosos.
Las
descripciones de este espanto concuerdan en que es muy alto, de extremidades
alargadas, algunos aseguran que es un gigante y que cuando camina las copas de
los árboles se estremecen. Una cualidad característica es el silbido, aunque
investigando la leyenda no encontré las raíces de esta acción particular.
Estudiando la
moraleja oculta de la leyenda, uno podría pensar que el Silbón castiga a los
niños malcriados y pendencieros, de este modo habría una relación directa con
el hombre del saco (o el coco), pero en Venezuela, esta alma en pena castiga a
mujeriegos y borrachos, lo que me lleva a pensar que puede ser que la otra
versión de la leyenda sea más acertada que la que conocemos mayormente en este
país.
La segunda
versión nos habla de un hombre que asesinó a su padre, esta vez las razones son
completamente diferentes, en este caso, el asesinato y posterior destripamiento
se debió a los insultos del progenitor hacia la esposa del hijo tildándola de
mujerzuela; el
abuelo al ver lo que había sucedido mandó
a atar al joven a un poste en el medio del campo y le destruyo la espalda a
latigazos, ordenó que sus heridas fueran lavadas con agua ardiente, y al
liberarlo junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Antes de soltarlo su
abuelo lo maldijo y condenó a llevar los huesos de su padre en un saco por toda
la eternidad.
Indistintamente
la versión que prefiera el venezolano, una cosa es muy cierta, esta leyenda
está arraigada dentro de nuestra idiosincrasia, el silbido peculiar es conocido
por todos e incluso nos enseñan que si este suena cerca el Silbón está lejos,
pero si se escucha lejos el espectro está muy cerca y también se escucharán los
sonidos de los huesos entrechocando dentro de su saco. Algunos cuentan que el
Silbón tiene otras maneras de llevarse a sus víctimas (no todas culpables),
funge como una especie de mensajero de la muerte, pues puede aparecerse
cerca de una casa ciertas noches, dejando en el suelo el saco y poniéndose a
contar los huesos uno a uno. Si una o más personas lo escuchan, no pasará nada,
pero si nadie lo escucha, al amanecer un miembro de la familia de la casa no
despertará.
Aunque casi todos los llaneros tienen una historia de miedo
con el Silbón, la más conocida es la de Juan Hilario, creo que casi todos los
venezolanos hemos escuchado la leyenda, por lo menos una vez en la vida.
Después de conocer la riqueza que posee esta leyenda, decidí
experimentar con ella, adaptando al espanto a una historia de horror, trayendo
sus principales características a la modernidad. He aquí un extracto del
relato:
“Escuchó pasos detrás de él, giró
su cabeza y miró por sobre el hombro, en las tinieblas de la calle vio una
sombra más negra que la oscuridad, alta y alargada que parecía resonar con el
eco de los huesos que sonaban en su propio saco.
Y por un momento se vio a sí mismo
observando hacía atrás, por un instante fue el hombre que caminaba adelante, en
esa fracción de segundo él fue la víctima.
Miró hacia el frente, donde su
presa continuaba su avance impasible en esa calle interminable, su corazón se
aceleró, silbó nuevamente –Do re mi fa sol la sí– en ese tono bajo y
reverberante mientras se repetía mentalmente “Si suena cerca está lejos… Si
suena lejos está cerca”
Y justo detrás de él, resonó el
mismo silbido como si se hallara a kilómetros de distancia y junto con este
matraquearon los huesos de su saco.
“Maracas, suenan como maracas”,
Pensó.
Sintió los pasos más cerca, la
sombra se abalanzaba sobre él, silbó de nuevo pero en el remanso de oscuridad
de una farola a otra su víctima se había desvanecido, sus pasos ya no se
escuchaban en el pavimento, el viento no le traía los restos de su respiración
ronca y entrecortada.
De un segundo a otro las cosas
habían cambiado. Ahora él se había convertido en el perseguido”
Este
relato, titulado 206 Huesos, pertenece al libro “Los Hijos Malditos de Mayo”
que será lanzado el seis de mayo de este año, y el cual invito a leer para que
disfruten de tres historias de horror.
Por acá les dejo un book-tráiler de la historia.
Saludos desde mis mundos
oscuros.