Hacía ya demasiados años que no se veían;
habían puesto kilómetros de distancia, espacio y tiempo entre ellos, como una
especie de pacto silencioso para no abrir viejas heridas; se habían confinado a
vidas solitarias y misteriosas, se dedicaron a recorrer sus caminos separados
entre las sombras y ahora que se encontraban parecía que en realidad no habían
sanado, y estaba segura de que los demás pensaban lo mismo, que para todos era
en cierto modo una tortura algo agónica encontrarse nuevamente en esa cita
establecida por el destino y que no podían evadir aunque quisieran.
Y ella lo quería.
Llevaba mucho tiempo eludiendo ese encuentro,
escondiéndose y aguardando al mismo tiempo, la fatídica noche en que se
llevaría a cabo, solo para descubrir que no se podía engañar al destino, al fin
y al cabo allí iba, avanzando conscientemente hacía el principio que podía ser
su fin.
Giró en una curva muy cerrada. Deseaba
fervientemente despojarse del casco y sentir al viento silbar en sus oídos,
sentir su cabello arremolinándose alrededor de su cabeza, y no podía hacerlo,
no debía arriesgarse a caer en alguna trampa, protegería su identidad hasta el
último minuto; su vida estaba en juego y estaba dispuesta a defenderla, como
sabía que los demás defenderían la suya propia.
Aceleró un poco más aprovechando la pendiente
recta que se abría en su camino mientas añoraba la libertad de volar, de surcar
los cielos y olvidarse de sus problemas, escabulléndose entre las nubes; pero
aquel cuerpo humano donde habitaba desde hacía milenios la aprisionaba con sus
limitaciones, no poder remontarse en los aires era una cadena que la mantenía
atada a la tierra, un recordatorio constante de la condena que estaba pagando.
Así que se contentaba con conducir su
motocicleta a límites absurdamente peligrosos ahogando la nostalgia que sentía
de un mundo al que no podía regresar, del que no estaba segura querer regresar.
Habían estado separados muchos siglos, un
período que seguramente estaba plagado de miserias y de sombrías batallas.
Demasiado tiempo había pasado – Ridículamente largo – pensó.
Viró a la derecha y el camino se elevó
abruptamente, corrió varios kilómetros de subida hasta que sintió cómo
descendía la temperatura. Muy lejos de la ciudad, demasiado tiempo sin verse y
los pensamientos que pasaban por su cabeza, en una sucesión rápida de imágenes,
despertaron un cosquilleo familiar en sus manos y pecho haciéndole ver que
estaba a la defensiva como de costumbre, con ellos había aprendido que debía
estarlo y aquella noche era peor, casi sentía salir de ella la furia fría y
agresiva que la embargaba; definitivamente las heridas no habían sanado en su corazón
humano y hacían eco en su otro corazón, el que no pertenecía a este mundo.
El camino se hizo plano y recto, bordeado de
árboles bastante tupidos entre los cuales podía verse esporádicamente el brillo
tenue de una luna menguante. Aceleró un poco más, levantado una nube de tierra
a su paso, llegó a un claro algo grande, bordeado de peñascos y protegidos por
un denso follaje que dejaba entrever, entre aquella masa uniforme y oscura, las
luces lejanas de la ciudad. En él habían tres vehículos estacionados y a pesar
de las tinieblas pudo notar la elegancia de cada uno; estacionó frente a uno de
los autos, cerrando el círculo con su modesta motocicleta, divisó las conocidas
figuras de sus viejos compañeros de batalla apostados con despreocupación
frente a sus carros; eran tres en total, como suponía debía ser. Rió por lo
bajo, aquello le pareció una ridícula puesta en escena, todos iban sin
escoltas, como una demostración de buena voluntad, una deliciosa ironía si
recordaba cómo habían sobrevivido siglos en aquel desolado mundo, cómo se
habían infiltrado entre las sociedades que resurgieron tras las catástrofes,
todos ellos se mimetizaron con sus entornos, podían parecer humanos frente a
otros, actuar como tal, pero esa noche dejaban en evidencia su verdadera
naturaleza, una innegable manifestación de sus fuerzas y poderes.
Se irguieron cuando ella apagó la moto, Laiha
no se bajó, se limitó a sacarse el casco dejándolo sobre la máquina y se sacudió
su melena un poco, adoptó una posición casi perezosa, descansó los brazos
cruzándolos encima del yelmo, mientras se inclinaba hacia adelante.
-Buenas noches Laiha - el primero en hablar fue Attlas, la
saludaba con la fingida cortesía de viejos conocidos que se hubiesen visto
recientemente; percibió el ligero miedo en los ojos de Xoia, seguramente temía
un estallido por su parte debido a la familiaridad con la que él le había
hablado, comprendió que por lo menos uno de ellos estaba consciente de que ella
no quería estar allí y cuando algo no le gustaba no solía ser amable.
Se limitó a inclinar la
cabeza en señal de saludo.
Todo se sumió en un incomodo silencio que
reptaba desde la oscuridad y se apoderaba de ellos, después de todo ese tiempo
volvían a estar reunidos en un mismo lugar; era como encerrar en una jaula a
leones hambrientos e irascibles que estaban dispuestos a matarse unos a otros,
no sabían qué decirse o cómo tratarse, se lanzaban miradas frías y algo
indiferentes; todos ellos pertenecían a otra vida que habían vivido en común y
aunque continuasen viviendo la misma, ya no eran lo que solían ser; habían
cambiado, sobre todo ella y aunque pudiese reconocer a cada uno de ellos, sabía
que ninguno era ya el mismo.
Todos habían cambiado tras La Ruptura.
Laiha había desaparecido por completo,
incluso había hecho correr el rumor de su muerte tras ese funesto evento,
Attlas se dedicaba a negocios clandestinos, Akcron era un respetado miembro en
la ciudad donde residía, tenía una notoria influencia en los asuntos políticos
y Xoia se movía en las más altas esferas sociales. Los miró con intensidad,
posando la vista en cada uno de ellos la misma cantidad de tiempo, examinando
con detenimiento si quedaban rastros de sus antiguas personas, recordando las
viejas deudas por saldar que poseían entre ellos.
–Nos conocemos demasiado bien para andarnos con rodeos y con
formalidades – Laiha tenía un tono de voz suave y profundo, había roto el
silencio tras unos minutos que le parecieron eternos.
–¿Deseas volver tan pronto a la pocilga donde vives? – el dejo de
ironía en la voz de Attlas no la tomó por sorpresa.
–De hecho, sí – respondió apaciblemente – prefiero pasar
desapercibida allá entre los excluidos que vivir acorralada en las grandes
ciudades con un precio que pesa sobre mi cabeza y mirando por sobre el hombro a
ver si aparece algún idiota que se atreva siquiera a intentar cobrarlo.
–Tu cabeza siempre ha tenido precio, Laiha – dijo Akcron con su
voz cadente y seductora – la mayor parte de tu vida lo ha tenido y toda tu
muerte también.
–Sí… – le concedió con cansancio – deberían dejar que los muertos
descansemos en paz.
Todos
permanecieron callados tras aquella triste petición, había más que desaliento
en esa voz, había una profunda resignación a algo que no podían cambiar,
incluso Attlas se identificó con sus palabras con un casi imperceptible gesto
de asentimiento.
Laiha desvió la mirada hacia un pequeño hueco
entre los árboles, a lo lejos se veían las luces de la ciudad conocida como
Metrópolis 3, la única protegida por muros en el mundo; se distrajo lo
suficiente para dejar pasar esa tristeza agónica que se había posado sobre
ellos, esas emociones eran el detonante perfecto para recorrer una vez más los
caminos de la memoria, los recuerdos de un pasado que todos compartían. Su
mente, que siempre le jugaba malas pasadas, le había obligado a recordar las
vidas y las muertes, como empezaba una nueva vida inmediatamente acababa la
anterior; estaba agotada de aquel ciclo que se sucedía interminable.
–¿Para qué me han llamado? – preguntó al fin sin dejar de mirar la
ciudad – no creo que sea para tomar el té – y aunque su voz aparentaba
indiferencia su mirada traía el eco de las imágenes que resonaban en su cabeza.
–Han sucedido una serie de… acontecimientos – Dijo Xoia después de
unos segundos cuando se dio cuenta que ninguno de los otros dos iba a responder
– entre las altas esferas de poder se están gestando planes y complots.
–Eso no es nuevo – respondió Laiha – es una mala costumbre de
todos los seres – se detuvo un instante sopesando la palabra – inteligentes –
dijo al fin, la encaró con una sonrisita burlona en sus labios – no son felices
sin complots y conspiraciones, pero… ¿A qué esferas de poder te refieres?
–A los humanos – le contestó, Laiha soltó una risotada sarcástica.
Todos se quedaron callados nuevamente, esta
vez por un largo rato, la risa de Laiha era una respuesta natural ante aquella
afirmación y aunque los hombres se mantuvieron en silencio, se podía adivinar
que pensaban igual.
–Tal vez deberíamos dejar que hable – dijo Attlas al cabo de unos
minutos, tenía un tono demasiado conciliador, Laiha bufó, Akcron se rió
burlonamente por lo bajo, los ánimos empezaban a caldearse entre todos.
–Se dice que quieren hacer una coalición humana – continuó Xoia
con más coraje del que sentía y una nota de evidente disgusto – unirse contra
Los Condenados, luchar para recuperar el mundo y prosperar de nuevo como
especie dominante.
–¿Al final aceptaron que entre ellos caminan seres de otras
especies? – Preguntó Attlas al aire con cinismo.
–No es solo eso – suspiró – de algún modo
comprendieron que no son de este mundo…
–Tarde o temprano iba a suceder – Akcron se volvió hacia ella – no
podíamos esperar a que vivieran en la ignorancia por el resto de su existencia.
–Lo sé – aceptó Xoia – pero es como si hubiesen adquirido una
comprensión sobre qué son Los Condenados, de dónde vienen, como si se hubieran
dado cuenta de que hay algo más allá de este mundo y de esta realidad y lo que
fuese que los mantenía separados de esas otras “cosas” se hubiese derrumbado.
–Eso también iba a suceder – le espetó Laiha – este mundo ha
permanecido estancado mucho tiempo y sin su fluidez eventualmente se iban a dar
cuenta.
–Y los monstruos de su imaginación salieron de la oscuridad y
poblaron las ciudades – recitó Akcron en un tono enigmático.
Y como si se hubiese tratado de una orden a la noche una ráfaga de
viento helado bajó como una cascada colándose entre el follaje y le arrancó gemidos
ululantes a la oscuridad, desencadenando
una reacción tenebrosa en todo el lugar, parecía que todo a su alrededor
cobraba vida y se ponía a la defensiva por la presencia de ellos, como si ese
algo supiera lo peligrosos que podían ser.
Xoia observó detalladamente a cada uno de ellos, todos se estaban
sumiendo en una profunda melancolía, pero de algún modo inexplicable ella
estaba contenta de reencontrarse con ellos a pesar de los amargos recuerdos que
en ese momento la embargaban, también habían vivido buenas experiencias, ellos
eran la única conexión con su pasado, ese que le hacía entender que de todos,
ella tenía escapatoria. Miró a Akcron y le sonrió con tristeza – Exactamente –
le concedió en un susurro apenas audible.
–¿Ven? – preguntó Laiha en tono de burla cortando con su voz esa
sensación de desasosiego – Esa es la razón por la cual no vivo en las ciudades,
está llena de criaturas indeseables.
Nadie rió.
–Sí, hay intenciones de tomar las ciudades,
de conquistar este mundo – dijo Akcron recostándose de su auto – en cualquier
momento ya no solo habrá una fractura entre los mundos, de hecho habrá una
colisión y el Edén está más cerca de este mundo que cualquier otro… pero eso no
será un problema para los demás…
–¿Qué quieres decir exactamente con colisión? – preguntó Xoia.
–Significa que tendremos un lindo choque entre este miserable
mundo y el otro – respondió Laiha con arrogancia.
–No es necesario el tono de… - empezó Attlas.
–¿El tono de burla? – Laiha lo increpó – no sé si te has dado
cuenta, pero en estos momentos no necesitamos regodearnos en la ingenuidad
humana.
–Ese no es el punto y tú lo sabes – los ánimos entre ellos
empezaban a encenderse.
–El problema no es lo que yo sepa – le respondió – sino lo que
otros están esperando – miró a Xoia directamente – aún esperas un milagroso
escape o que alguien se levante como salvador, alguien que te salve y salve a
tu raza que estaba perdida incluso antes de ser creada.
–No creo que sea el momento para discutir esto – Attlas elevó la
voz.
–No, el momento fue durante La Ruptura – dijo Laiha levantando la
voz un poco más que él – cuando todo se fue a la mierda y tú tenías la mente
nublada y creíste que nada iba suceder, cuando todos tenían la sed de aventura
a flor de piel pero la lógica bien enterrada en sus cerebros que los hizo creer
invencibles… ¿Qué crees que sucedió cuando Xoia se dio cuenta de que se iba a
quedar sola? ¿Acaso pensaron que esto no iba a pasar jamás? Fueron demasiado
estúpidos al creer en eso y no vale la excusa de que eran jóvenes e inexpertos,
vivimos demasiadas vidas antes de esta para estar preparados y…
–¡Suficiente! – exclamó Akcron en tono cortante, Laiha se quedó
callada, él suspiró suavemente tratando de encontrar la paciencia necesaria
para lidiar con ellos – Por una razón Xoia nos llamó a este lugar y tal vez
tienes razón Laiha, todos nos dejamos llevar por lo que experimentábamos,
incluso tú – dijo con calma – ¡Pasarán eones y ustedes nunca se pondrán de
acuerdo! – los señaló con tono acusador, respiró profundo nuevamente y continuó
– Sí, hay planes de abordar este mundo, sabemos que la fuerza que sostiene al
Edén ya no es igual de poderosa, que no posee la misma capacidad, pero estaba
previsto, solo sucedió un poco antes – Akcron dejó escapar su aliento – los
humanos están más sensibles de lo que ellos piensan.
–Lo único que oigo es blah blah comienza la guerra – dijo Attlas
con rebeldía, siempre había detestado ese aire de madurez y superioridad con el
que solía hablarles cuando ellos se alteraban un poco.
–No solo es eso – respondió Akcron – el Edén y este mundo
colisionarán – esta vez su tono de voz fue distinto, quería hacerles entender
que lo que decía no era simplemente una figura simbólica.
Todos permanecieron en silencio asimilando
aquella afirmación tan rotunda; los mundos colisionarían. Implicaba más de lo
que todos querían asumir: los humanos más cerca de su creador, Laiha y Attlas
tendrían la oportunidad de volver a su mundo, este último podría encontrarse de
nuevo con la familia que había dejado atrás.
–Son demasiadas cosas para una noche… – dijo Laiha rompiendo el
silencio en un susurro.
–Laiha tiene razón – concordó Attlas – normalmente habrían corrido torrentes de vino entre
nosotros antes de llegar a ésta conversación – tenía una forzada sonrisita
picara en los labios.
–Esta vez no tenemos tiempo para vino, ni para medidas diplomáticas
– respondió Akcron, en su tono evidenciaba que debían olvidar cuanto tiempo que
llevaban sin verse o cuales rencores los separaban.
–Sabíamos que esto iba a pasar – dijo Xoia con un hilo de voz,
mientras les daba un poco la espalda y apoyaba la palma de su mano en el capó
del auto – pero no sabía que fuese a suceder tan pronto.
–¿Pronto? – preguntó Laiha con genuina sorpresa – ¡Han pasado
demasiadas vidas…! demasiadas muertes…. – susurró; ella y Attlas habían llegado
a este mundo en un ciclo constante de vida y muerte – Es como volver a casa y
no tener la llave que abre la puerta – dijo; aun en la oscuridad vio cómo
Attlas asentía – no lo puedes comprender Xoia, incluso con tu vida
extremadamente larga no podrías entenderlo.
–Hemos muerto excesivas veces – Attlas se volvió en dirección a la
ciudad mientras decía eso.
–¿Qué piensan hacer los humanos? – interrogó Laiha a Xoia – No es
tan fácil como piensan, no pueden decir: ¡Vamos a acabar con esos monstruos! Y
creer que en efecto acabaran con nosotros.
–La verdad es que aún no llegan a un acuerdo sobre eso – respondió
volviéndose hacía ellos – no es fácil tomar una decisión cuando no saben
exactamente contra qué pelean o qué acontecimiento se acerca, estamos ciegos e
ignorantes.
–¡Bendita ignorancia! – exclamó Attlas.
–Creo que la ignorancia es una maldición en estos momentos –
aseguró Laiha con una risita.
–Los miembros más poderosos de la humanidad se han reunido –
reveló Xoia – cada uno ha descubierto a su manera que las cosas son diferentes,
varios de ellos han contratado a algunos Condenados para protección alegando
que la mejor manera de controlar al enemigo es teniéndolo cerca, también en los
bajos fondos se planean apuestas de peleas y enfrentamientos entre criaturas
extrañas, he de suponer que son Condenados, todo se ha sumido en una decadencia
sin límites – suspiró – hombres y mujeres obligadas a pelear como bestias –
parecía verdaderamente contrariada con lo que había visto y oído; Attlas
sonreía con disimulada arrogancia.
–¿Aún no te acostumbras, verdad? – le preguntó Laiha mientras
miraba a Xoia que no podía huir de aquella mirada intensa, podía ver sus ojos
brillantes y azules a través de la oscuridad, absorbiéndola, empujándola más
allá de los limites que ella misma se había establecido.
–No – asumió con voz firme – todavía espero lo mejor de los demás.
–La diferencia entre nosotros y los humanos es que a nosotros solo
nos queda ser así, no tenemos más alternativas que ser sus monstruos, que los
humanos nos llamen “criaturas” o “seres” – parecía molesta por eso – así que no
vamos fingiendo ser mejores o peores personas, somos lo que somos.
Otra vez aquel silencio pesado entre ellos.
–Tienes que entender que la naturaleza primigenia de todas las
criaturas es salvaje y peligrosa – dijo Attlas casi a modo de disculpa tras un
rato.
–Me enfermas – le reprochó Laiha con cierto tono indiferente –
siempre tratando de salvar una ingenuidad que no existe – chasqueó la lengua –
¿De qué manera se están organizando? ¿Contra quién van a pelear?
–Eso no es importante – se impuso Akcron – por lo menos no en estos
momentos, sabemos que pelearán contra Los Condenados o con ellos, pero en este
instante todo se resume a que por primera vez en la historia de la humanidad
están jugando un papel más protagónico y ahora van a disfrutar en primera fila
la guerra.
–Continúa la guerra – Laiha saboreó las palabras.
–Ciertamente – dijo Attlas – ¡Al fin! – suspiró despacio.
–¿Seguirás al conejo blanco a casa? – le preguntó mientras se
ponía el casco.
–No lo sé Dorothy – respondió Attlas – ¿Todavía sigues en Kansas?
–No – se escuchó la voz velada por el casco, encendió su moto y la
aceleró, el rugido del motor reverberó en todo el lugar, una bandada de aves
salió huyendo de la copa del árbol más cercano, era un ruido ensordecedor que
le causaba cierto placer, podía sentir la adrenalina corriendo por su sangre
junto con el deseo de ponerse en marcha – hace mucho tiempo que Kansas dejó de
existir y un tornado me trajo a una tierra diferente – giró sobre sí misma
violentamente y dio la vuelta levantando una alta nube de polvo.
Todos miraron el camino que Laiha había
tomado, tenía razón en esa última afirmación que les lanzó, ciertamente el
mundo que conocieron ya no era el mismo y el que conocían estaba a punto de
cambiar.
Laiha imaginó cómo todos trataban de recordar
una realidad más simple, durante todo el trayecto de regreso a la que
consideraba su casa, la inundaron los recuerdos: las miradas, las frases, las
revelaciones de que todo seguía un curso que ninguno había estimado por
considerarlo imposible e irreal, recordó las despedidas, las últimas noches de
amor apasionado, la lluvia cayendo y el significado de ésta, recordó lo bueno y
lo malo, recordó la última noche estrellada y sus consecuencias, las heridas y
las armas que las habían causado, recordó la rendición, el abismo, la
oscuridad.
No sabía si había sido igual para todos, si
los cuatro habían pasado por esa sombría redención que era el reconocimiento de
su condena, y aunque ciertamente Akcron era solo un viajante temporal en este
mundo, intuía que de algún modo él había ido pagando a cuenta gotas muchas
penas. Attlas había conocido de primera mano lo que era morir y nacer sin
tiempo de asimilar la tragedia, el dolor y el cambio; él, al igual que ella,
solo era un Condenado a una vida repetitiva y sin sentido, que solo había
logrado tomar forma cientos de años atrás cuando extrañamente habían conseguido
burlar a la muerte tras un despertar trágico y doloroso por La Ruptura; incluso
Xoia, la única humana entre ellos, había cargado con un deber tan pesado e
incomprensible que podían decir que ella también había sido condenada.
El viaje de retorno también lo fue hacia su
pasado, cuando se dio cuenta dónde estaba, se acercaba a la ciudad donde se
había escondido los últimos años.
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