Capítulo II
Akcron y Xoia convivían en la misma urbe
fingiendo conocerse por los círculos sociales que ambos compartían y
frecuentaban en Metrópolis 2.
En un buen vehículo tomaba día y medio llegar
hasta allí desde Metrópolis 3. Volando, solo era cuestión de un par de horas.
Xoia partió en un carro blindado; Akcron
desconocía si viajaría todo el trayecto por tierra o si como él, regresaría por
aire. Fue el último en partir justo detrás de Attlas y tras seguirlo un par de
kilómetros tomó una desviación que lo llevaba a un helipuerto clandestino cerca
de Metrópolis 3.
Vio el brillante fuselaje del helicóptero a
lo lejos a pesar de la poca luz de la luna, podía verlo a la perfección gracias
a su afinada visión y excelente sentido de la vista, la oscuridad para él no
era un obstáculo, sus ojos se habituaban a la cantidad de luz y simplemente era como ver durante el día. Un
suspiro se escapó de sus labios de forma inconsciente, llevaba una velocidad
constante pero no iba demasiado rápido, no tenía apuros en llegar y se tomaba
su tiempo para cavilar sobre la reunión y lo poco exitosa que había sido según
sus consideraciones. Sabía de antemano que Laiha estaría más que renuente y
desinteresada en participar en ninguna guerra o conspiración a menos que la
recompensa fuese lo suficientemente jugosa.
Y a ella no la tentaban las ganancias
monetarias y podía imaginar que la opción de volver a su mundo de origen
tampoco le parecería útil y valiosa.
Xoia estaba genuinamente preocupada, si los
humanos decidían limpiar el mundo de los seres que hacían cada vez más evidente
su existencia, todo terminaría terriblemente mal para ellos. Una masacre
innecesaria desde su punto de vista como estratega y diplomático, pero su
opinión personal no contaba, al fin y al cabo por más que moviera los hilos
desde la oscuridad, no siempre podía influir del modo que deseaba sobre los
demás y las decisiones eran tomadas a pesar de que no le convenían a sus
propios intereses.
La diferencia entre sus intenciones y las de
Xoia radicaba en la cantidad de información que él poseía y que le parecía
pertinente mantener en secreto, el tiempo indicado para revelar lo que sabía
era clave para determinar la participación definitiva de Laiha en todo lo que
ya se estaba moviendo en las sombras; las cuales todos podían percibir y que en
efecto estaban plagadas de espantosos monstruos que iban más allá de su comprensión.
El detalle con los humanos era que
consideraban su existencia demasiado importante, producto de lo efímera que
era; su vida, en perspectiva, era en extremo corta comparada con todos ellos, y
los humanos involucrados no querían darse cuenta que no jugaban un papel
preponderante en toda la trama debido a esta diferencia insalvable, lo que
había traído como consecuencia que este mundo fuese considerado solo el
basurero de atrás, un lugar a donde fueron expulsados una cantidad de seres
volátiles y peligrosos, una suerte de prisión muy pintoresca, con demasiados
guardias inútiles y muy pocas celdas especiales.
Porque eso eran los humanos, los medianamente
especiales eran más que todo contenedores, prisiones para mantener cautivos a
Los Condenados.
Tras todos los acontecimientos que se
detonaron antes, durante y después de La Ruptura, la misma humanidad fue
extinguiéndose, victimas de sí mismos y de su ambición, ahora en comparación
solo eran un puñado de sobrevivientes en tierras demasiado hostiles.
Pero la humanidad demostró que ante la
adversidad eran bastante flexibles y adaptables, una cualidad única, si se
tomaba en cuenta.
Se detuvo junto al helicóptero donde dos
personas lo esperaban, el hombre ataviado de negro se acercó hasta la puerta y
abrió inclinando la cabeza muy respetuosamente mientras él salía del carro, no
le dirigió siquiera unas palabras de agradecimiento, se subió a la nave y se
sentó en el puesto del piloto, comenzó a accionar los controles mientras a su
lado se acomodaba en silencio la mujer
El carro partió rumbo a la ciudad mientras
las hélices empezaban a girar, podía ver las luces a lo lejos; se preguntó las
verdaderas razones que Laiha podía tener para excluirse de las Metrópolis donde
podía pasar desapercibida como una humana más por el simple hecho de ser grupos
más nutridos de personas.
Él gustosamente la hubiese hecho entrar en
Metrópolis 2.
Se elevaron en el cielo nocturno, Akcron no
tenía deseos de hablar y menos aún con su compañera; con la que tarde o
temprano se vería obligado a compartir sus impresiones sobre aquella reunión
para luego informar a La Corte de sus avances – Tal vez ahora los Solaris estén dispuestos a volver a ocupar un lugar
dentro de La Corte – tuvo la certeza que de suceder eso, Laiha tal vez
encontraría mejores motivos para unirse de nuevo a las filas enemigas, pero eso
era mucho menos que una vaga esperanza.
Repentinamente se sintió cansado, vio su
reflejo en el vidrio, su cabello azabache, su piel nívea, sus ojos grises, sus
labios rojizos y provocativos, las líneas estilizadas de su rostro que
acentuaban esa cualidad sensual que exudaba naturalmente por su raza; ya no
quedaba ni un solo rasgo del antiguo humano que usó para poder estar
definitivamente en este mundo, absorbió no solo su energía sino todo en él y
desde La Ruptura poseía el poder de viajar entre los mundos.
Una habilidad que Los Condenados no podían
siquiera concebir.
Pero cuando Laiha se quitó el casco, todavía
quedaban rastros de su humanidad, habían sido muy evidentes para él y posiblemente
para los otros también: los ojos marrones que se tornaron azules en el momento
justo, la piel ligeramente bronceada, el cabello ondulado; de todos ellos era
la que menos había cambiado en comparación. De Attlas quedaba poco, incluso la
magia y el tiempo habían cambiado los rasgos de Xoia, la única humana que
jugaba un papel importante en toda aquella intriga.
Ya estaban llegando a Metrópolis 2,
sobrevolaron uno de los domos menores que se abrió al cielo lentamente dejando
al descubierto una pista de aterrizaje y un espacio lo suficientemente amplio
para maniobrar un descenso entre una fila de helicópteros todos iguales.
Metrópolis 2 era la ciudad que poseía la
mejor y más avanzada tecnología que existía, Akcron había modelado aquella
ciudad, era el artífice de una trampa perfectamente diseñada para que La Corte
confiara en la estabilidad y la seguridad de ésta; si todo salía como lo había
planeado, primero los arrinconaría allí, brindándoles una seguridad que
realmente no poseían, cuando La Corte en pleno estuviera instalada dentro de la
ciudad, él se encargaría de dejar entrar a todos aquellos que quisieran ajustar
cuentas con los malditos bastardos.
Soltó una risita malévola de manera
involuntaria.
Su compañera lo miró de reojo, no confiaba en
él y Akcron lo sabía, lo supo apenas la conoció; él no solo no le inspiraba
confianza, sino que además le aterraba su sola presencia, pero tras años de
entrenamiento en La Corte se dominaba muy bien y eso él se lo concedía de buena
gana, era fuerte y lograba controlarse, pero era simplemente una pieza
reemplazable en todo ese ajedrez que estaban jugando: un simple peón. Aunque si
era honesto consigo mismo, eso eran todos, incluido él, simples peones
reemplazables.
Aterrizaron de manera perfecta, se bajaron
del helicóptero y se dirigieron a una cabina que los llevaría a la ciudad en
cuestión de minutos; ella quería preguntarle la razón tras aquella risa tan
maligna, pero era mejor esperar a que él se decidiera a hablar. En todos los
años que habían servido juntos, no había logrado conseguir ni una sola pista o
prueba de que Akcron los hubiese traicionado o los estuviese traicionando,
situación que le causaba una frustración palpable, muchos miembros en La Corte
mencionaban que era un traidor, pero todos ellos lo hacían con suma discreción,
era una sospecha colectiva susurrada en los rincones oscuros de La Corte, nadie
osaba levantar la voz y acusar al príncipe de una de civilización grande y
afianzada; más aún a él, que durante eones había ejecutado a la perfección todas
las misiones encomendadas, no había modo de probar una alta traición de su
parte, pero era una cuestión que todos sabían, que presentían; incluso cuando
él había sido el responsable de entregar a dos de los principales traidores al
Edén y La Corte.
–Laiha no tiene interés en participar de ningún complot – dijo finalmente
de manera distraída mientras miraba por los paneles de vidrio cómo se deslizaba
la cabina a través de un pasillo tubular de paredes transparentes que les
permitía observar todo lo que sucedía en aquel centro que rodeaba la ciudad;
era la única parte que coincidía con la verdadera naturaleza tecnológica de
ésta: todo era metalizado y controlado por inteligencias artificiales y robots
– Xoia asegura que los humanos se están organizando ante un posible ataque de
algún grupo de Condenados.
–¿Y eso va a pasar? ¿Los Condenados tienen planeado atacar las
ciudades de los humanos? – no había emoción alguna en su voz.
–No – aseguró Akcron – Attlas es quien mantiene contacto con
ellos, él se dedica a lo que mejor sabe hacer: disfrutar de los excesos.
Arregla peleas ilegales entre Los Condenados, él gana, ellos ganan, los humanos
se divierten, pero todo es ilegal.
–Attlas aseguró eso, ¿No?
–Attlas no puede asegurar nada, ni siquiera nosotros podemos asegurar
nada, ellos no tienen un patrón de comportamiento definido, aunque quisieran
revancha, no quieren caer en un peor basurero que este mundo.
La mujer asintió comprensiva, odiaba este
mundo, era restrictivo para sus habilidades, demasiado denso.
–Por ahora solo podemos confiar en lo que Attlas dice, Los
Condenados todavía no saben qué van a hacer, nadie se ha levantado como líder
para organizarlos, los pocos seres de alguna importancia que fueron confinados
a este lugar no tienen interés en dirigir a un montón de resentidos y los
demás, los peces gordos, esos están en el Hades y a pesar de que el velo que
separa a este mundo de ese no es muy grueso, ni siquiera La Ruptura les dio el
poder de liberarse de aquel sitio atemporal; el ambiente de este mundo es
excesivamente denso, la energía que pasa de nuestros mundos a éste no alcanza a
llegar allá.
La mujer aceptó que tenía razón, los rumores decían
que la antigua heredera de la casa Solaris no tenía intenciones de enfrascarse
en batallas en las que sabía había demasiadas desventajas. Desde que la Antigua
Familia había abandonado La Corte, las posibilidades de Laiha Solaris se habían
reducido drásticamente, por otra parte Attlas nunca se había caracterizado por
demostrar demasiado interés en la política y en las intrigas, simplemente
disfrutaba generando caos y problemas, era un psicópata nada mas, fácil de
mantener bajo control.
Akcron percibió todas las cavilaciones de la
mujer con bastante satisfacción; como siempre cada uno actuaba su papel
impecablemente, si realmente aquella mujer entendiera el alcance de lo que esas
condenas habían generado comprendería que el peor error que habían cometido en
La Corte había sido ese: enviarlos a este mundo; sembraron bombas de tiempo que
estaban próximas a explotar.
–Mi querida Eudokia – dijo Akcron con su voz más seductora – por
ahora no debemos atormentarnos, hay que dejar que todo siga su curso natural –
la cabina se detuvo y las puertas se abrieron a una habitación exquisitamente
decorada, a partir de allí, el modernismo y la tecnología quedaban
perfectamente ocultos tras el modelo de una ciudad humana clásica. Metrópolis 2
era un monumento a la antigua y triste gloria de los humanos – entreguémonos a
placeres mas encantadores.
Las puertas se abrieron dando paso hacia otra
habitación, allí, casi como en un frenesí, decenas de mujeres y hombres se
entregaban a los placeres más básicos de comida y bebida, todo en abundancia;
se abalanzaban a las bandejas con gula y entre las sombras no demasiado oscuras
de ese pequeño salón, se entregaban lujuriosamente a los placeres de la carne.
Eudokia sintió sed.
Akcron posó delicadamente su mano sobre aquel
hombro cubierto de cuero; los rasgos de la vampiresa se acentuaron cuando el
delicioso aroma del lugar llegó a su olfato, empezaba a sentir cómo su
excitación aumentaba exponencialmente, y no podía culparla, todo lo que se
encontraba en ese recinto estaba servido para su disfrute.
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