Capítulo V
Attlas miraba la ciudad desde su oficina en
el último piso de un lujoso edificio en el centro empresarial de Metrópolis 3,
tras casi dos semanas del reencuentro esperaba que Laiha o Akcron se
aparecieran por allí buscando información, pero en contra de todas sus
deducciones ninguno de los dos habían aparecido.
Tal vez su vieja compañera de batallas podía
despistar al Vampiro, asegurarle que no tenía ninguna intención de intervenir
en las nuevas cruzadas, pero él sabía que de algún modo u otro al final ella
iba a participar, así fuese por el simple gusto de la revancha, si había
alguien que además de él deseaba clavarle una espada en los intestinos a
ciertos miembros de La Corte era ella.
Vio su propio reflejo en el vidrio,
ciertamente no había vestigios de su antiguo ser, todo rastro de su humanidad
se había perdido tras los nuevos rasgos: piel blanca, cabello castaño claro
tirando a rubio oscuro, ojos azules y un cuerpo bastante fornido producto no
solo de un entrenamiento riguroso, sino todas las circunstancias por las que
había pasado durante todos estos años para lograr posicionarse justo donde
estaba en ese momento.
Viejos recuerdos habían aflorado tras la
corta reunión que habían mantenido los cuatro; también algunas emociones que
creía olvidadas tras tanto tiempo. Entendía que aunque no hubiese rastros
físicos del humano que había sido antes, algo quedaba de él después de todo y
no podía negarse que ambas partes entraba en conflicto cuando su bien apreciada
simbiosis era importunada.
Se giró y escudriñó con calma la estancia;
acostumbrado a los excesos en su vida antes de este mundo persistentemente
buscaba vivir en condiciones apropiadas para un príncipe, siempre y cuando no
estuviese corriendo las peligrosas aventuras a los cuales era adicto; pero con
el paso de los siglos aquel mundo se había vuelto perezoso y en los tiempos que
corrían no había mucho que hacer y disfrutar de innumerables placeres se le
antojaba fútil y aburrido.
Recordó con cierta nostalgia las viejas vidas
donde se enfrentó a poderosos guerreros y terminó escribió líneas sangrientas
en la historia de la humanidad y a veces se sentía orgulloso de eso: de no
haber pasado desapercibido en este mundo, aunque sus obras no estuviesen
firmadas con su verdadero nombre.
Ahora algo de aquellos pasados tiempos había
retornado, la gente estaba sedienta de violencia porque era lo único que
parecía hacerlos sentir vivos, – El
tiempo se ha estancado –, era casi imposible determinar la fecha exacta en
la que se encontraban, no había paso de las estaciones, no habían noches más
largas o días más largos. Nada se movía, todos pretendían continuar con unas
vidas vacías porque eso era lo que se esperaba de ellos.
Era lo que tenían programado en sus mentes.
Attlas no se caracterizaba por ser muy
prudente, en ese momento era una persona poderosa gracias al negocio ilegal de
peleas que manejaba a vox populi y
por el cual había obtenido todos los lujos que poseía: una mujer distinta y
hermosa cada noche, los mejores licores, la mejor comida, dinero y todo lo que
se le pudiese antojar. Todo esto sin que nadie siquiera osase pensar en
controlarlo.
Él manejaba la ciudad tras bambalinas; todas
las personas con cierto poder en Metrópolis 3 le debían favores y de alguna
manera tenían que pagar, y él no escatimaba en cobrarle a nadie. Parte de ese
pago era hacerse los ciegos ante sus negocios y la vista gorda a las
aventurillas sexuales de las que se antojaba, se había revolcado con las
esposas de grandes magnates y de peligrosos mafiosos – “Los peores vicios son los que jamás se olvidan” – pensó que le
diría Laiha de haber estado en su cabeza, casi había escuchado su voz suave
diciéndole eso con un dejo de alcahuetería.
Ver la creciente sed de poder que tenían
algunos miembros destacados de las Metrópolis, le hacía pensar que La Ruptura
no había borrado todo de sus memorias; a pesar de lo que habían pasado los
humanos no habían revivido precisamente lo mejor de ellos.
Alguien tocó la puerta sacándolo de sus
cavilaciones, una mujer de piel oscura y prodigiosa belleza abrió y pasó
adelante sin esperar una invitación de su parte, iba ataviada con un vestido
blanco muy ceñido que dibujaba su silueta sin dejarle nada a la imaginación, lo
miró e inclinó la cabeza en señal de saludo, luego se dirigió al elegante sofá
que tenía en un extremo de la estancia y se sentó cómodamente. Attlas no se
sorprendió de esta conducta así que se acercó a un bar oculto tras unos paneles
metálicos en la pared y sirvió un vaso de whiskey que ofreció a la mujer. Ella
estaba allí buscando trabajo, pero no era un simple trabajo atendiendo alguna
necesidad de él, que con el paso de los años había descubierto que eran muchas
y muy variadas; la dama era una Metamorfa,
un ser que podía cambiar de forma a su antojo, podía ser cualquier animal que
ella decidiera, algo bastante atractivo para su negocio que se valía de la
necesidad de parafernalia entre la floreciente sociedad adinerada de Metrópolis
3; había entrado a la Metrópoli hacía solamente dos días y normalmente pasaría
hasta un año antes de que Attlas aceptara recibirla, pero dadas sus
habilidades, las cuales no se había tomado la molestia de ocultar; decidió
evitarle las necesarias medidas burocráticas, esa mujer era una adición muy
interesante a su plantilla de combatientes, tanto que no podía simplemente
dejar pasar la oportunidad.
–Dime en qué animales te puedes convertir Kadora – fue directo al
grano, todos sabían que Attlas carecía de la capacidad de ser sutil.
–Lamentablemente en este lugar no puedo cambiar completamente – se
lamentó, tenía una voz suave y ligeramente ronca – pero puedo recrear ciertas
características y la fuerza o velocidad del animal que escoja; pero solo he
logrado recrear felinos y algunas serpientes.
–Impresionante de todos modos – replicó Attlas, pensando en lo
habilidosa que era, los seres como ella solo solían cambiar en un solo tipo de
especie – ¿Podrías darme una demostración?
Kadora no se movió de su asiento, tenía una
pierna cruzada sobre la otra en una pose muy sensual, exponía parte de un muslo
bien torneado y el resto de su pierna culminada en una exquisita zapatilla
plateada, su piel se empezó a tornar naranja oscuro, rayas negras aparecieron
abrazando sus brazos, cuello y parte del rostro que adoptó una ligera forma
felina, con ojos amarillos y nariz algo achatada; sus manos, que segundos antes
parecían delicadas, se habían agrandado y sus dedos se alargaron y ensancharon
un poco, las uñas con barniz blanco terminaron convertidas en garras negras y
afiladas
Él no pudo negarse que la imagen era
impresionante, aquella mujer tan atractiva no había perdido un ápice de su belleza
con aquella transformación, definitivamente tenía potencial y le otorgaría una
nueva dimensión a sus espectáculos, dimensión que desde hacía algún tiempo
venía pensando; a pesar de todo lo que pudiera ser y todo lo que seguramente
pensaban Laiha, Akcron y Xoia, había sido bastante discreto con sus peleadores,
algunos eran Condenados como él, pero ninguno había manifestado ninguna
habilidad que se saliera estrepitosamente de lo común, así que consideraba que
tal vez ya era hora de cambiar de actitud y darle cabida a otras clases de
Condenados. Todo era una cuestión de inclusión.
Al fin y al cabo todos tenían derecho a estar
en este mundo. O por lo menos los habían dejado allí a su suerte.
Regresó al bar y se sirvió un trago, presionó
un botón oculto y pocos segundos después entró una mujer asiática vestida de
cuero rojo.
–Catia querida – dijo con su voz seductora – ella es nuestra nueva
adquisición – señaló a Kadora que había retomado su forma humana – ya sabes qué
debes hacer con ella.
La mujer le sonrío complacientemente y le
tendió una mano a Kadora señalando la salida, ésta se puso de pie sin poder
ocultar su satisfacción. Las mujeres alrededor de él caían rendidas con
facilidad ante esa aura rebelde y sensual que emanaba. Se retiraron en silencio
dejándolo solo nuevamente, se acercó al gran ventanal y continuó observando las
luces de la ciudad, no podía quejarse de su vida, no estaba tan mal.
Pero se estaba tornando muy aburrida, y para
un guerrero como él la vida no solo se componía de placeres.
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Hoy culmino con la publicación de los cinco capítulos prometidos de Los Condenados, si desean conocer el resto, pueden comprar el libro en formato físico o digital a través de Amazon
Kindle: relinks.me/B00QMK9WFQ
Papel: relinks.me/9801271485
CS estore: htpps://www.createspace.com/4850629
Saludos desde mis mundos oscuros.
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