martes, 19 de mayo de 2015

Año 7 P.A.H.P.R (Relato de ciencia ficción)

Mi nombre es U.R.C.A.V.S-7D, son las siglas de Unidad Robótica de Cuidado de Animales y Vida Salvaje 7, soy la séptima generación de una serie de unidades desplegadas por todo el planeta, encargadas de monitorear y controlar el bienestar, reproducción y población de los animales domésticos y salvajes del cuadrante sureste. Tengo doscientos años en funcionamiento.
Mi forma es antropomórfica emulando la forma humana, soy el tercer modelo U.R.C.A.V.S que tiene dicha forma y el primero en ser equipado con un sistema de percepción empático que me permite comunicarme de manera más efectiva con las criaturas a las que debo cuidar. Adicionalmente mi diseño posee una membrana especial que recubre mis engranajes y estructura muy semejante a la piel humana.
Los humanos dejaron de existir hace exactamente dos mil trescientos cincuenta y cuatro años, seis meses, una semana, veintitrés horas, cincuenta y cinco minutos, y contando. Esta fecha está registrada en nuestra base de datos, una súper computadora que almacena todo el conocimiento de la humanidad y su extinción. Cuando trascurrió un año exacto del fallecimiento del último humano, los robots que quedaron erigieron un monumento en el lugar donde pereció. Todos los robots que se mueven por el planeta lo han visto alguna vez, en el pedestal donde descansa la escultura de aquella mujer se lee una fecha: Año 1 d. H.
Año uno después de los Humanos.
El planeta que quedó era una ruina, un desastre nuclear-natural casi sin vida; debido a que nuestra directiva primaria de cuidar y proteger a los humanos ya no se podía llevar a cabo, muchos de los primeros robots se desactivaron como única respuesta lógica a la situación, otros reinterpretaron las directrices y se dedicaron a la recuperación constante y sistemática del planeta. Recuperaron la vida animal y vegetal, océanos y ríos, procesaron, reciclaron y descompusieron todo material no degradable, permitiendo que las especies animales repoblaran toda la faz de la tierra.
No fui testigo de dichos eventos, pero toda información sobre ellos es introducida en nuestros bancos de memoria en el momento en que somos ensamblados, luego con la programación nos incluyen las primeras leyes implementadas cuando existían los humanos las tres Leyes Asimov, posteriormente introducen las leyes derivadas de las originales que redirigen nuestra programación a la preservación de la vida animal y el planeta. Estas nuevas leyes fueron reinterpretadas y redactadas por Los Asimovitas, robots que se encargan de programar e introducir todas las leyes en nuestros cerebros positrónicos. Todo robot ensamblado en el mundo pasa por sus manos obligatoriamente.
Existen pequeñas ciudades regadas en el globo, son centros de control, operaciones y almacenamiento de unidades, estas no poseen nombre, solo números. También tenemos una gran ciudad: el Centro De Ensamblaje, donde todos los robots del mundo son diseñados, y manufacturados. En ella se encuentra la sede de Los Asimovitas y la Computadora Central que se puede enlazar con todas las computadoras del mundo, incluso con la del centro de control donde yo solía estar, que era un centro satélite aislado e independiente.
La historia que voy a registrar a continuación no quedará almacenada en ningún compartimento de memoria de mi cerebro, ni tampoco quedará en un dispositivo electrónico sujeto a la vulnerabilidad de este al conectarse a una computadora; todo lo que hoy expongo será asentado en un sistema más arcaico: el papel y la tinta, y luego será almacenado para uso de futuras generaciones.
Todo comenzó el  día ciento sesenta y dos del año 2354 d. H. patrullaba el sector 6-12  en el que una hembra de tigre había dado a luz seis crías; nuestra programación nos permite interferir en caso de que la vida del animal esté en peligro extremo y/o represente un desequilibrio en el ecosistema en el cual vive. En este caso no se presentaba ninguna de las dos opciones, lo hacía por costumbre y en cierto modo algo de… empatía. Hacía ciento cincuenta años que en la C.D.E me adaptaron la membrana que me recubre y modificaron mi rostro para otorgarle rasgos humanoides, fue la última actualización a la que fui sometido con la finalidad de desarrollar un vínculo diferente con los animales; aparentemente mi aspecto metálico y brillante, aunque les causaba curiosidad no les generaba confianza. Desde el punto de vista psicológico los animales no podían interpretar mis intenciones, claramente pacificas. A partir de aquella actualización y dada la calidad de la “piel” que me recubre, los animales parecían haber desarrollado más confianza y podían interpretar mejor mis intenciones de no hacerles daño, lo que me permitió interactuar con ellos satisfactoriamente.
Como iba relatando, patrullaba el sector en búsqueda de la guarida de Selene, la única hembra que permitía acercarme, a veces jugábamos un poco, corríamos hasta que me alcanzaba y me derribaba. Admito, a pesar de que vaya en contra de mi programación, que sentí mucho entusiasmo de conocer a sus cachorros y poder jugar con ellos. Creo que puedo decir ahora, y tras todas las circunstancias que han sucedido, que Selene era mi amiga.
Tras dos horas y treinta y ocho minutos de búsqueda infructuosa no la conseguí, la deducción más lógica era que se habían desplazado del lugar, posiblemente hacia el norte; me encaminé en aquella dirección. Llevaba recorrido veintiséis kilómetros cuando el sonido de llanto de un animal desconocido llegó a mi sistema auditivo, nunca antes había oído a ningún animal llorar de esa manera, rastreé el llanto por un kilometro hacia el oeste hasta que di con algo que debo admitir nunca pensé iba a encontrarme.
Entre la hierba un poco alta se encontraba llorando un bebé humano.
Todos mis sistemas, mis sensores de memoria y matriz cerebral se alteraron ante la imposibilidad lógica y natural de aquel descubrimiento.
Al cabo de unos minutos pude recobrar un poco la compostura y procedí a acercarme a él, lo levanté con la mayor delicadeza que pude y en ese instante dejó de llorar. Por su peso, la delgada y poca cabellera que tenía y los ojos que casi no abría, deduje que ese bebé tendría cuando mucho tres o cuatro días de vida, estaba desnudo y algunos insectos caminaban por su piel morena. Me quité la camisa que llevaba y lo envolví en ella después de haberle quitado meticulosamente los insectos, cuidando de no dañar a ninguno en el proceso.
Al cabo de unos minutos continuó llorando, a veces a todo lo que daban sus pulmones, otras, más quedamente. El trayecto que normalmente me tomaba una o dos horas corriendo a una velocidad promedio de doscientos ochenta y seis kilómetros por hora esta vez me tomó casi todo el día por la carga que llevaba, hubo una parte del camino en que se quedó profundamente dormido, pero cuando despertó sus berridos sonaban como si algo le doliera, me detuve entonces cerca de un claro y lo sumergí un poco en el agua pensando que tal vez el calor de mi cuerpo pudiese estarlo alterando; también deduje que podía tener hambre, pero en ese lugar no disponía de ningún implemento ni alimento que un bebé de esa edad pudiese ingerir.
Cuando llegué al Centro de Control la computadora Home me recibió como de costumbre y detectó la nueva presencia de vida; entre los dos procedimos a confeccionar una cuna con un colchón suave y cómodo, mientras mi compañero examinaba al pequeño en el escáner que solíamos usar para examinar a los animales, fui hasta nuestro corral donde pacían tranquilamente los animales domésticos, con sumo cuidado tomé cien centímetros cúbicos de leche de diversas hembras con crías en lactancia.
Adapté una de las gomas que usamos para alimentar a los bebés que se quedaban huérfanos y no eran aceptados por otras madres de su misma especie, la adelgacé milimétricamente hasta que fuera lo suficientemente suave para que el infante pudiese mamar y procedí a alimentarlo.
De acuerdo a nuestra base de datos descubrí que las madres humanas cargaban a sus crías para alimentarlas, Home me mostró imágenes del proceso y en consecuencia traté de reproducir lo más exitosamente posible una posición adecuada para alimentarlo. El pobre niño estaba hambriento y se tomó casi medio litro de leche entre todas las que había llevado.
―Ahora debes sacarle los gases― dijo Home ―Según nuestra base de datos así se evitan los cólicos, dolores estomacales, vómitos y reduce los riesgos de muerte por asfixia mientras duerme.
―¿Qué debo hacer?― pregunté con cierto interés.
―Colócalo en tu hombro y deberás dar suaves palmaditas en su espalda que ayudarán a que los gases se dirijan hacía el esófago y salgan por la boca.
Hice tal y como indicaba la computadora, el infante eructó cuatro veces y a los pocos minutos se durmió.
―El humano te acaba de orinar.
Efectivamente así había sido, los robots no somos capaces de detectar olores en el mismo sentido que solían hacerlo los humanos, nuestro cuerpo detecta las partículas en el ambiente, las identifica y por deducción sabemos qué es, tampoco tenemos sensaciones dérmicas, pero sí detectamos los cambios de temperatura gracias a los sensores instalados dentro de mi estructura que me permiten monitorear el funcionamiento y evitar el recalentamiento; de igual forma tengo sensores debajo de la piel que me informan de los cambios de temperatura derivados del clima. Yo había detectado el chorro de orina caliente que rodaba por mi torso y empapaba mi pantalón lo cual hacía innecesaria la afirmación de Home. No era la primera vez que un mamífero me orinaba encima, de hecho, era la costumbre de un can galgo que había criado hacía ya ciento ochenta y nueve años, cada vez que llegaba al centro de control olfateaba mis extremidades y luego procedía a orinarme para marcar su territorio.
―Debes higienizarlo― recomendó Home.
―No creo que sea recomendable bañarlo nuevamente― dije ―No conozco su sistema inmunológico y tampoco sabemos si este tiene las defensas necesarias para las bacterias y microorganismos de la actualidad, exponerlo al frío es un riesgo.
―Toallas húmedas― acotó Home.
―Tienes razón― era la respuesta más lógica, busqué una de mis camisas y confeccioné varias toallas de tela con tamaños diferentes, tibié agua y las fui humedeciendo a medida que lo iba limpiando.
El bebé se retorcía al contacto de mis manos, pero no se despertaba, emitía unos sonidos ronroneantes y Home me dijo que según la base de datos aquella reacción era completamente normal.
―¿Dónde lo encontraste Urcavs?― me preguntó. Home al igual que yo, posee un cerebro curioso, ambos teníamos la capacidad de ignorar la directiva de reportar inmediatamente los hallazgos de cualquier índole; nuestra capacidad de razonamiento nos permitía estudiar cualquier alteración o descubrimiento al detalle antes de reportarlo a nuestra matriz central; esto gracias al doble cerebro positrónico que poseíamos, que había sido desarrollado imitando forma y parte de las funciones del cerebro humano.
―Hacia el norte― respondí mientras lo envolvía en una manta de nuestro deposito ―Buscaba a Selene para conocer a sus crías, nacieron ayer.
―¿No viste a sus padres?
―No.
―¿Buscaste en los alrededores?
―Ciertamente era la respuesta más lógica― admití ―Pero no lo hice, me pareció ilógico.
―Eso es una contradicción en el razonamiento.
―Lo sé Home.
―¿Encontraste a Selene?― pude notar cierto interés en la pregunta, al igual que yo, Home había desarrollado cierta empatía por el felino.
―No.
―¿Qué vamos a hacer con el niño humano? ¿Debemos reportarlo inmediatamente?
Pensé por unos instantes sobre eso, admito que mi interacción con otras unidades no eran satisfactorias, tal vez solo Ursyc que solía visitarnos cada ciento ochenta días por un periodo de catorce días exactos, era la unidad con la que me sentía más cómodo y la idea de tener cuadrillas de robots rondando el cuadrante sureste, que perturbarían la paz y la tranquilidad de los animales que residían,  no me parecía correcta.
Home también permaneció en silencio esperando mi respuesta, yo barajaba todas las opciones y posibilidades para las causas de la aparición de dicho bebé humano; tras miles de años nosotros no habíamos encontrado presencia humana en ningún rincón del planeta y era imposible que nos equivocáramos. Unidades de diversas índoles se movían hasta en las áreas más remotas monitoreando la actividad sísmica, animal y ambiental; inclusive las unidades anteriores a mi habían ido adicionando información de los descubrimientos que habían hecho durante sus periodos en funcionamiento, pero en ninguno se hacía mención a humanos, ni siquiera a vestigios de su antigua civilización.
―No creo que sea correcto― respondí al fin ―Nuestra directiva primaria es mantener el orden y equilibrio dentro de este ecosistema, si reportamos este hallazgo decenas de unidades vendrán a realizar estudios y búsquedas para encontrar la raíz del hallazgo. Si nosotros investigamos, minimizando la intervención robótica dentro del ambiente natural, podremos identificar de dónde viene, cómo llegó a nosotros y por qué apareció un bebé humano.
―Correcto― dijo Home ―Adicionalmente nosotros poseemos los equipos necesarios para realizar los estudios que determinarán la procedencia genética del humano.
―Podríamos estar en presencia de una mutación― acoté ―tal vez este bebé no sea humano, puede ser un salto evolutivo de alguna especie de primate.
―Es posible.
En ese momento no me percaté de lo que parecía ser una manifestación de curiosidad y satisfacción por parte de Home, hoy por hoy, mientras escribo estos hechos me doy cuenta de que Home, al poseer un cerebro similar al mío, experimentaba de la misma manera los sucesos, también había desarrollado cierta empatía con nuestro entorno y aparentemente podía percibir y responder a ciertos estímulos externos que carecían completamente de razón y lógica. Entonces entendí que nuestra evolución como maquinaria había dado un salto increíble, estábamos experimentando y recreando patrones emocionales que nos permitían establecer vínculos socio-afectivos con nuestro entorno.
Aunque en perspectiva nuestra decisión se basaba en respetar y cumplir las Leyes Asimov que regían nuestra configuración cerebral, puedo decir ahora, con mucha reserva, que en efecto, no deseábamos que ninguna unidad robótica perturbase nuestro hermoso hogar.
Estudiamos meticulosamente a nuestro sujeto, Home exponía toda la información almacenada en nuestra base de datos lo que nos permitía manipular al infante adecuadamente, la parte más difícil fue las referencias a la necesidad materno-afectiva del niño la cual no podíamos suplir satisfactoriamente. Home se encargaba de reproducir canciones y música que calmaban al bebé y al mismo tiempo estimulaban su desarrollo cerebral. Siguiendo sus indicaciones yo lo alimentaba con regularidad, lo higienizaba y busqué fibras para procesar y hacer telas con las cuales confeccionarle ropa y pañales.
Al mismo tiempo fuimos realizando pruebas físicas que nos arrojaron resultados sorprendentes que no tenían base lógica, el niño era cien por ciento humano, toda su secuencia de ADN nos demostró que no era una mutación de ninguna especie.
Para poder cumplir con las necesidades de protección primaria del infante mis obligaciones debía realizarlas en el menor tiempo posible, porque Home no poseía un cuerpo apropiado para cargar, alimentar o higienizar al pequeño; así que me tomaba la mañana completa para mis observaciones y control, regresando inmediatamente al finalizar.
―Deberíamos ponerle un nombre― recomendó Home una noche ―En el libro humano conocido como La Biblia, relatan que el primer hombre humano se llamaba Adán, no hay pruebas científicas de que lo que se cuenta en ese compendió sea real, pero representó para un número grande de humanos una especie de guía moral y espiritual, y  ya que es el primer hombre después de tanto tiempo, parece acertado colocarle ese nombre.
―¿Es necesario ponerle un nombre?― pregunté, por más interesante que fueran las historias y raíces de nuestros creadores no comprendía la necesidad de ponerle un nombre, era el único ser humano en la tierra, no necesitaba diferenciarse de otros.
―Psicológicamente hablando le ayuda a crear una identidad, en determinado momento comenzará a hablar y se verá en la necesidad de interrelacionarse con su entorno y presentarse a sí mismo. Considero que humano no es apropiado, no es un nombre. Además ya le has puesto nombre a varios animales ¿Qué diferencia hay entre ellos y él?
Tenía razón, no tenía fundamento lógico el negarme a ponerle nombre, tal vez se debía a que yo lo veía como un experimento que eventualmente debíamos reportar y al que probablemente no veríamos nuevamente, al colocar un nombre establecemos vínculos y no quería hacerlo, aunque como robot no experimento emociones humanas que alteren mis sistemas o eviten que cumpla con mis funciones, si puedo experimentar decepción y otras ciertas respuestas consideradas emocionales.
Al cabo de noventa días desde la llegada de Adán, Home me anunció el inminente arribo de Ursyc, yo estaba consciente de la proximidad de su visita, entre otras cosas esperaba que apareciera para cubrir entre los dos una zona mayor en la búsqueda de humanos, la deducción más lógica era que existieran algunos humanos, tal vez en un estado salvaje y que por cuestiones instintivas siempre se mantuvieron ocultos a nuestra vista.
Ursyc llegó durante el proceso de reajuste y mantenimiento de mi cuerpo, dicho proceso toma ocho horas y treinta y cuatro minutos, razón por la cual escogimos realizarlo durante la noche mientras Adán dormía. Se presentó veintidós minutos antes de que finalizara el proceso, cuando me desconecté escuché una voz ligeramente diferente y a Home conversando tranquilamente, me vestí y mientras me colocaba la camisa pensé, por primera vez en toda mi vida operativa las extrañas costumbres que habíamos heredado y que no eran necesarias, y que cada vez más se asemejaban a la de los humanos, por ejemplo la ropa que estaba usando.
No cavilé demasiado en ello, experimentaba placer de ver a Ursyc, salí y me sorprendí de encontrar a Home intercambiando información con un robot de rasgos femeninos que nunca antes había visto.
Ella me miró y sonrió denotando una actitud amistosa.
―Saludos Urcavs 7― fue cuando comprendí que Ursyc había sido escogida, como en su momento lo fui yo, para una actualización y mejora. Ahora su cuerpo robótico estaba cubierto con una piel como la mía pero a diferencia de mí, que no poseo vello de ninguna índole, ella llevaba una cabellera bastante corta de color plateado, contrastando con el tono bronceado que había adquirido su piel.
―Saludos Ursyc― respondí ―¿Has tenido un viaje sin novedades?
―La única novedad es esta― se señaló a sí misma ―Todos los cuadrantes que he visitado han tenido reacciones diversas ante mi nuevo aspecto, espero que tú no te sientas incomodo.
Ella había desarrollado deducciones que uno podría considerar graciosas si poseyéramos sentido del humor, evidentemente ninguna unidad robótica debía sentirse incomoda ante las actualizaciones de Ursyc, pero entendía lo que quería decir, puesto que yo lo había experimentado también. Los robots que no habían sido escogidos para las actualizaciones parecían presentar ciertos conflictos de percepción, el aspecto humanizado de las nuevas unidades generaban la reaparición de las viejas Leyes Asimov y cierto sentido de servilismo predominaba en sus interacciones.
―¿Cuándo deseas empezar las excursiones?― pregunté.
―No hay apuro― respondió mientras se acercaba a la ventana y miraba hacia afuera ―Este lugar me gusta mucho así que me tomo las cosas con calma para que mi estadía dure más.
―Selene ha tenido crías― le comenté ―¿Deseas ir a verla?
La expresión de su rostro se iluminó de una manera particular que solo volví a ver cuando viaje a C.E.D  posteriormente. La actualización de Ursyc era especialmente detallada en cuanto a la habilidad de copiar emociones, las líneas de expresión de su rostro eran una obra de arte y meticulosidad.
Home me recordó mis obligaciones con Adán mencionando que no debía olvidarme de la nueva cría, algo que ya tenía previsto, Ursyc se mostró interesada en ayudarme puesto que desconocía la naturaleza de éste, así que la llevé conmigo hasta el cuarto que habíamos improvisado para el infante.
Adán estaba acostado en su cuna boca abajo, según nuestros datos todavía no debía tener la fuerza para lograr dicha hazaña, pero al mismo tiempo nuestra información sugería que cada bebé se desarrollaba de manera diferente; sonrió y empezó a hacer ruiditos de felicidad al verme, él sabía que era el momento de alimentarlo y acicalarlo. Ursyc se detuvo en la entrada y observó la escena con confusión, yo sabía exactamente el proceso de razonamiento que llevaba a cabo en esos momentos, el mismo que habíamos tenido Home y yo la primera vez.
Ursyc se acercó a la cuna y se inclinó para estudiarlo, extendió un dedo y acarició con mucha suavidad su piel, Adán sonrió e intentó levantar un poco la cabeza apoyándose en sus bracitos. Me dirigí entonces al contenedor donde guardaba la leche y le preparé un biberón, mientras este alcanzaba la temperatura correcta, me acerqué a la cuna y lo cargué, lo llevé hasta la mesa donde siempre lo manipulaba y le retiré el pañal que había orinado durante la noche, lo higienicé y tras cambiar las sabanas de la cuna por unas nuevas lo tomé en brazos junto con su biberón y me dirigí hacía la pequeña sala de mandos donde se hallaba la pantalla principal de Home.
― Saludos, Adán― dijo Home y este soltó una risita de felicidad, cuando coloqué el chupete en su boca empezó a mamar con avidez, la computadora entonces reprodujo una canción de su repertorio y Ursyc se quedó de pie observándonos desde la puerta.
Terminé de darle de comer y lo llevé afuera para que recibiera una dosis de luz solar rica en vitamina D y necesaria para su cuerpo y organismo en desarrollo, procedí a sacarle los gases y tras cuarenta y cinco minutos de mecerlo, rodeé la central y me dirigí hasta el corral donde le fui señalando los nombres de los animales. Esta costumbre la había adquirido recientemente cuando nos percatamos de que él ya empezaba a concentrarse en los objetos, así que lo hacía para fomentar el desarrollo de su cerebro.
Ursyc no me acompañó en este proceso, admito que me decepcionó un poco el desinterés que demostraba sobre el hallazgo, cuando regresé con el infante soñoliento al que deposité en su cuna, encontré a mi amiga, porque consideraba a Ursyc algo así como una especie de amiga, interrogando a Home con la actitud propia de su programación para mantener la seguridad y el control.
Home respondía a sus cuestionamientos con total transparencia, le aseguró que nuestra intención de no reportar respondía a las directivas primarias de nuestra programación de preservar el ecosistema a nuestro cargo, que nuestra principal meta era recabar la mayor cantidad de información sobre la naturaleza y procedencia de Adán antes de reportarlo a C.D.E para determinar el futuro del humano.
Ursyc pareció satisfecha ante las respuestas, me vio y dio un paso atrás para permitirme comenzar mi protocolo diario de trabajo, Home y yo continuamos como de costumbre, cuando repasamos las medidas de seguridad procedí a marcharme, seguido por Ursyc. Durante el recorrido no mencionó el tema, como de costumbre se limitó a preguntar cosas referentes a mi programación, si esta estaba corriendo de manera convencional, cómo manejaba el ecosistema, la estadística por especie y toda información relacionada con los cambios climáticos, respondí de manera usual. Siendo honestos el trabajo de Ursyc se terminaba en dos días, los restantes doce días lo pasaba en contemplación y estudio, mientras me ponía al tanto de hechos interesantes de otros centros y ciudades.
A las doce en punto volvimos, Home me aseguró que el infante continuaba dormido, así que descargué la información recolectada esa mañana a la base de Home y me dediqué a conversar con Ursyc haciéndole mis acostumbradas preguntas sobre otros cuadrantes y sus ecosistemas.
Treinta y nueve minutos después Adán despertó y cumplí con la rutina de volverlo a alimentar y a higienizar, luego extendí una manta frente a la pantalla principal de Home que empezó a proyectar videos de muñecos animados que cantaban las letras del abecedario, yo dejé al bebé en el suelo para que sus músculos se acostumbraran a superficies más duras y me volví a sentar al lado de Ursyc.
Observamos al bebé por un rato, me preguntó cuánto tiempo había trascurrido de haberlo encontrado y respondí con sinceridad.
―¿Por qué no lo reportaste inmediatamente? Era la acción más lógica.
Medité la respuesta, era una pregunta que venía haciéndome desde hacía varias noches porque sabía que ella me lo iba a preguntar y la deducción a la que había llegado solo había generado más conflictos en mis razonamientos.
―Sentí miedo― le respondí.
Me miró por largo rato analizando mi respuesta y era lógico porque los robots no sentimos miedo.
―¿A qué le tienes miedo?
No esperaba esa reacción, realmente pensé que ella me iba a explicar las razones lógicas de por qué no debía sentir miedo y que posiblemente debía ir a la C.D.E a hacer revisar mi cerebro positrónico.
―Considero que llevarlo ante un comité de robots atenta contra su seguridad― confesé ―Y mi directiva principal, la que fue pre-programada en mi cerebro antes de ser ensamblado y destinado a mis labores, es proteger a los humanos. Ahora tengo un humano, un ser indefenso y pequeño que no tiene la capacidad de razonar y comprender lo que pasa. Adicionalmente he recorrido todos los recovecos y rincones del cuadrante, kilómetros y kilómetros de cuevas y terrenos y no he encontrado nada que fundamente este hallazgo y eso es completamente ilógico ¿Cómo me presento ante un comité con algo que no puedo explicar?
―Comprendo las contradicciones― me dijo y sonaba completamente sincera ―Pero debo informar sobre el hallazgo cuando salga de aquí.
―Estoy consciente de ello.
Nos quedamos en silencio examinando al infante que se removía sobre la manta soltando pequeñas carcajadas y balbuceos mientras Home reproducía su repertorio.
Los catorce días restantes Ursyc se dedicó a registrar conmigo el cuadrante, confirmó, como previamente lo había hecho yo, que no había explicación lógica para la aparición de un bebé humano.
Se fue durante la mañana, después de que Home revisara el estado de su cuerpo, nos despedimos sin emitir una sola palabra, creo que ella, al igual que yo, presentaba los mismos debates producto de nuestro cerebro empático.
Sostuvo al bebé un rato antes de irse, mientras el niño metía sus manitas entre la cabellera, luego lo colocó en mis manos y se alejó.
Creo que durante esos minutos de silencio tomó la decisión que posteriormente nos llevaría a rebelarnos, Ursyc comprendía mejor que yo la necesidad de proteger al pequeño humano.
Yo continué ejerciendo mis funciones tal y como mi programación exigía, controlé la población de animales domésticos, revisé y curé un grupo de monos enfermos y estudié la evolución del crecimiento de Adán.
Ursyc regresó noventa días después de su partida, un cambio inusual en nuestro protocolo de visitas y supervisiones.
―Informé que habías encontrado un nuevo mamífero y estabas rastreando el origen de la nueva especie― dijo ―Solicité autorización para ayudarte puesto que conozco el área y estoy capacitada para no interferir ni dañar este ecosistema.
Yo asentí, debo admitir que estaba agradecido de tenerla allí, juntos los tres pudimos proveerle al niño una atención más específica y dirigida a sus necesidades, Adán comenzaba a caminar, un hecho que según nuestra información era poco probable pero no inusual. Ursyc comentó una noche, mientras lo veía levantarse con sus piernas temblorosas, se apoyaba en una mesa y daba unos cuantos pasos para volver a caer; que era impresionante ver cómo un ser humano se adaptaba a su entorno con facilidad a pesar de carecer de sus progenitores que le prodigaran los cuidados emocionales que necesitaba y reforzaban su identidad.
Justo en ese momento Adán se había levantado y acercado hasta donde me encontraba sentado observándolo, se aferró a mi pantorrilla, levantó su cabeza y balbuceó la palabra “papá”.
Lo observé por largo rato, mientras Ursyc me miraba con atención esperando una reacción ante aquella demostración de afecto. La verdad he de confesar que desde la llegada de mi amiga me estaba planteando una serie de preguntas que usualmente un robot androide como nosotros jamás se haría.
―¿Por qué los robots se han esforzado en humanizar nuestras facciones y cuerpos?
La expresión de Ursyc era de confusión, yo continuaba viendo a Adán que se tambaleaba mientras se aferraba con sus pequeños puños a la bota de mi pantalón.
―No lo sé― respondió finalmente.
―Creo que ha llegado el momento de llevarlo a C.D.E. Hay una serie de preguntas que quiero hacerles a Los Asimovitas y a Los Ensambladores.
Dos días después de aquella corta conversación partimos, en esas cuarenta y ocho horas confeccioné un arnés que podía ajustar a mi cuerpo y permitía cargar una capsula especial para Adán, que le permitía dormir, pararse y sentarse con comodidad; al mismo tiempo activé las unidades móviles que le permitían a Home cumplir con los monitoreos del cuadrante a través de un enlace satelital que le daba control sobre robots diversos en tamaños y formas.
Partimos durante el anochecer para que la mayor parte del viaje el niño durmiese y no acusara cansancio. Ursyc llevaba parte del equipaje de él mientras yo llevaba alimento suficiente para nutrirlo durante quince días.
Nunca pensé que mi estadía en C.E.D se iba a prolongar por trescientos sesenta días. Días un tanto extraños que me hicieron comprender lo divididos y separados que estábamos los robots del mundo con respecto a la evolución que habíamos desarrollado durante estos más de dos mil años.
El recibimiento en la cámara de Asimovitas podría calificarse de anormal, tras la primera impresión que solo duro unos minutos empezaron las preguntas. Respondí cuándo y cómo, patrones de comportamiento, alimentación, evolución, genética, física y química. Fue sometido a pruebas para corroborar todo mi conocimiento, Adán demostró temor ante algunos robots y ante otros simpatía, más que nada por aquellos que se mostraban maravillados y curiosos. Estudiaron los vínculos socio-afectivos que había desarrollado conmigo, mientras que yo continuaba sus rutinas alimenticias y educativas.
Cuando cumplimos trescientos días en la ciudad se produjo una asamblea de robots, aquel día estaba a rebosar de unidades que habían viajado desde todos los puntos cardinales para ver el hallazgo.
Al ver tantas versiones mejoradas y humanizadas recordé la pregunta que previamente le había hecho a Ursyc. Yo estaba en una pequeña plataforma de pie y frente a mí, en su capsula especial estaba Adán jugando con unas tarjetas con distintas figuras que un Ensamblador había confeccionado para él.
Ursyc me miró desde su posición habitual entre los U.R.S.Y.C, todos ellos con las mismas mejoras que ella poseía, con distintos tonos de piel, cabello y ojos.
En un estrado se encontraban los tres Asimovitas más antiguos, los que habían sido programados por los primeros robots que se habían desactivado tras la desaparición de los seres humanos. Ellos también habían humanizado sus rasgos, con pieles tersas y características diversas. Verlos allí generó un cambio en mi percepción racional, algo en mi cerebro positrónico mutó.
―U.R.C.A.V.S 7D― dijo uno de ellos llamado Hammurabi ―Nos has traído un hallazgo que debemos catalogar como mínimo de sorprendente, tras la impresión inicial y después de estudiar al sujeto y los informes que tú y U.R.S.Y.C 75 nos proporcionaron solo nos queda una pregunta por hacer, ya la unidad mencionada nos respondió en el momento en que procedimos a interrogarla, ahora es necesario preguntarte por qué no nos avisaste del hallazgo inmediatamente sucedió.
―Porque mi directiva primaria es cuidar y proteger el ecosistema del cuadrante sureste― respondí ―Me pareció lo más lógico emprender la búsqueda de más humanos en la zona o de alguna especie de primate que hubiese evolucionado. Principalmente pensé en una comunidad de humanos que se había mantenido oculta en el entorno y que tras una imperiosa necesidad de escapar habían perdido al bebé, pero tras revisar minuciosamente no encontré rastros ni huellas que indicaran que esa hipótesis era correcta, en los días posteriores al hallazgo de Adán me enfoqué en cubrir sus requerimientos principales de alimentación y abrigo, mientras que a la par realizaba todas las pruebas necesarias que presenté aquí los primeros días tras nuestra llegada.
―¿Por qué pidió a la unidad U.R.S.Y.C 75 que no informara del hallazgo en el momento en que lo descubrió?― preguntó un Asimovita con rasgos femeninos.
―En ese momento consideré que era inapropiado y peligroso para el niño― contesté con sinceridad ―Era muy pequeño e incluso en ese momento no tenía suficiente información sobre él y cómo protegerlo, la primera ley se activó en mi cerebro positrónico y no pude ignorarla, según mi percepción existía una gran posibilidad de peligro para él.
―¿Por qué llegó a esa conclusión U.R.C.A.V.S-7D?
―Porque en determinada ocasión ustedes Los Asimovitas habían concluido que los seres humanos eran peligrosos para el planeta y que ellos habían sido los artífices de su propio exterminio y desaparición. Mi prioridad es protegerlo de cualquier cosa que atente o ponga en riesgo su seguridad. “Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”― recité ―Primera Ley de Asimov.
―Todos conocemos las Leyes de Asimov― dijo la unidad femenina.
Yo miré a Adán, este también me miró y sonrió, me mostró una de las tarjetas que tenía el dibujo de una pera y dijo: ―¡Urca peda!
―¿Puedo hacer una pregunta? – levanté la voz, todos me observaban en silencio.
―Proceda U.R.C.A.V.S-7D― aceptó Hammurabi.
Miré a mí alrededor por unos segundos y pregunté:
―¿Por qué razón nos hemos ido humanizando con el paso de los años?
Juro que casi pude oír los engranajes de los cerebros positrónicos sonando ante aquella pregunta tan inusual, muchas unidades habían aceptado las actualizaciones y mejoras como algo natural, sin cuestionamientos. Aproveché la estupefacción de todos y continué:
―A medida que los años han pasado nos han introducido en nuestros bancos de memoria que nosotros quedamos después de de los humanos, después de su mala administración de los recursos y su continua toma de decisiones ilógicas que inevitablemente llevaron a su desaparición, en cierto modo llegamos a la conclusión de que los humanos habían sido sus propios verdugos y que los intentos por nuestra parte de protegerlos no sirvieron de nada. A falta de los humanos las unidades robóticas dirigieron sus esfuerzos a la recuperación del planeta, tomamos el conocimiento que teníamos y reprodujimos a los seres vivos que existían pero nunca pensamos en la necesidad de revivir a los humanos, la respuesta lógica era que ellos de hecho son peligrosos tanto para su entorno como para sí mismos, pero por alguna razón nosotros hemos emulado su aspecto y la interpretación de estos hechos me llevaron a la conclusión de que los humanos no pueden ser tan malos si ustedes, Los Ensambladores y Asimovitas se han encargado de humanizarnos, de hacernos parecidos a nuestros creadores, por alguna razón ustedes idealizaron su forma y sus rasgos…
―Eso no tiene sentido― interrumpió Hammurabi.
―Yo también pensé lo mismo, pero luego me vi y analicé mis rasgos y luego los vi a ustedes y analicé sus rasgos. Tienen cabello, nos distinguieron por género, incluso adoptaron rasgos asiáticos, africanos, caucásicos y latinos, tienen diferentes formas de nariz, adaptaron ojos de colores e incluso tonos de voces, ustedes se ven más humanos de lo que yo me veo, y me pregunto que si esto responde a la posible aparición de un nuevo ser humano y la necesidad de estos de identificarse con sus semejantes,  es como si hubiésemos previsto la reaparición de la raza y deseáramos estar a su altura.
―¿A dónde quiere llegar?
―No lo sé― respondí con sinceridad ―Mis análisis llegan a este punto y se detienen, tal vez porque no conozco cuáles van a ser sus determinaciones para Adán. Solo sé que al verlo… mi cerebro reacciona de una manera diferente que va un poco más allá del cumplimiento de la Ley Asimov y eso me hace preguntarme si de algún modo nosotros los robots también estamos evolucionando y en nuestro afán de parecernos más a los humanos estamos desarrollando cadenas de pensamientos más complejas que implican por ende que estamos desarrollando emociones básicas que nos permitirían comprender la importancia de ciertas cosas.
Recogí a Adán de su capsula pues parecía somnoliento, él recostó su pequeña cabeza sobre mi hombro donde previamente había depositado una toalla térmica que regulaba la temperatura de mi cuerpo y así no le causaba calor. Me mecí lentamente como le gustaba, a los pocos minutos se quedó dormido y lo deposité de nuevo en la capsula para que durmiera cómodamente.
―Hemos escuchado tus análisis U.R.C.A.V.S-7D― dijo la unidad femenina después de presenciar todo el proceso― Nos retiraremos para analizar y llegar a una conclusión y procederemos a decidir qué debemos hacer.
―Queremos que entiendan que al ser el único humano y dado que es un hombre su capacidad reproductiva en nula― dijo Hammurabi ―Debemos preguntarnos si en realidad estamos protegiendo al humano en función de causarle daño a futuro.
Supe, tras oír esas afirmaciones, cuál iba a ser el destino de Adán, y como si Hammurabi también lo hubiese entendido nos envió a nuestra habitación, escoltados por dos URSYC.
Mi diseño no estaba originalmente pensado para combate, evidentemente nunca se imaginaron que pudiese suceder semejante hecho, los robots estamos diseñados para pensar igual, seguir ordenes y comandos, realizar tareas repetitivas sin el riesgo de cansarnos o considerarlas aburridas; pero dadas mis tareas, mi diseño se convirtió en una unidad más resistente, capaz de alcanzar grandes velocidades, de soportar cargas pesadas o la embestida de animales violentos; esa noche mientras me sometía a una revisión de rutina estudié la situación y analicé sobre lo qué yo iba a hacer después de que los Asimovitas lanzaran el veredicto.
Al amanecer llegaron los Asimovitas y nos llevaron de vuelta, yo ajusté la capsula en mis hombros, Adán dormía plácidamente. Me planté frente a los robots como había hecho la última vez y esperé.
―Hemos deliberado toda la noche, estudiamos todas las implicaciones correspondientes a la crianza del humano llamado Adán. Aún cuando podamos garantizarle una vida plena y libre de peligros, emocionalmente no podremos suplir las necesidades afectivas de este, como tampoco podríamos proporcionarle una hembra de su especie para su perpetuación― Hammurabi habló ―No estamos complacidos con la decisión tomada, puesto que viola directamente la primera Ley Asimov.
Todos los robots de la sala empezaron a susurrar entre ellos, extrañamente yo ya sabía lo que iba a pasar y estaba preparado y decidido a continuar hasta el final.
―Nos tomará dos días diseñar un mecanismo para practicarle eutanasia al humano, garantizando que no sobrelleve ninguna clase de dolor ni sufrimiento, creemos que es la medida más apropiada. Esto nos permitirá continuar con nuestro funcionamiento normal. Esta medida fue tomada de forma unánime, ya que no han aparecido más humanos en el mundo a pesar de nuestras infructuosas búsquedas por todo el globo… Sin una hembra humana la vida de este niño no tiene sentido.
Ursyc me miraba con los ojos nublados por la confusión, algunos robots asentían fehacientemente ante las declaraciones de Los Asimovitas, otros parecían sufrir severos conflictos.
En ese micro segundo me di cuenta que los robots habíamos dado un gran salto hacia la evolución, esta siempre necesita un catalizador que la ponga en marcha y en nuestro caso fue la aparición de Adán. Algunos de nosotros no solo podían ignorar las Leyes Asimov, sino que podían justificarlo bajo un razonamiento que desde cierta perspectiva contenía lógica y que parecía cumplir un valor más altruista de la Ley, de un modo muy peculiar ellos creían que cumplían la primera ley a cabalidad sosteniendo que permitirle vivir implicaba lastimarlo mucho más.
Miré a Adán durmiendo tranquilamente, ignorante de la terrible condena que pesaba sobre su cabeza. Observé las expresiones en los robots, expresiones que buscaban imitar a los humanos, era posible que muchos de nosotros experimentáramos horror ante aquellas afirmaciones.
La ejecución de Adán se había pautado en doce días, este tiempo era necesario para realizar los cálculos y garantizar que el pequeño no sufriera ninguna clase de dolor. El día cinco de esa cuenta regresiva mientras estábamos en un extenso parque jardín de la sede de Los Asimovitas, se me acercó un robot parecido a mí, era un U.R.C.A.V.S de otro cuadrante, hablamos por un lapso de cuarenta y cinco minutos, me preguntó sobre mi ecosistema y los animales que estaba cuidando; no era algo inusual que lo hiciéramos. Durante la conversación intercaló preguntas sobres Adán y lo alzó en brazos.
―¿Cómo estás manejando la decisión que tomaron Los Asimovitas?― Me preguntó.
No supe qué responder, estaba renuente a comunicarme con alguno de los robots, él continuó.
―No estoy de acuerdo con la decisión tomada por ellos, supongo que se debe a que nuestras unidades están destinadas a la preservación de la vida, para eso fuimos diseñados.
―Sí― respondí.
―Yo encontré en mi cuadrante una hembra humana―  me confesó ―La encontré hace ochenta y ocho días.
―¿Por qué no proporcionaste esa información?
―Quería esperar a ver qué determinaciones se tomaban con este pequeño― respondió ―Cuando fueron a inspeccionar los cuadrantes en busca de más humanos escondí a la pequeña en el sitio donde la encontré.
―¿Dónde la encontraste? – no pude ocultar mi sorpresa.
―En una cueva.
―¿Acaso no la revisaron? Eso no tiene sentido― dije. Adán correteaba entre la hierba.
―Sí la revisaron, pero aparentemente las paredes de piedra del lugar poseen propiedades inhibitorias para las señales de cualquier índole― me aseguró ―Los Asimovitas y Ensambladores enviaron sondas de investigación que registraron toda el área pero que no dieron con la cueva en cuestión porque esta se encuentra protegida por la roca.
―¿Qué había allí?
―Un laboratorio. En este lugar había una probeta enorme donde se gestó a Eva.
―¿Eva?
―Sí― sonrió, nunca había visto un robot sonriendo en todo la extensión de la palabra ―La primera mujer, le puse ese nombre después de que supe cómo se llamaba él― señaló al niño.
―En ese lugar encontré una serie de informaciones interesantes y reveladoras, que implican un terrible golpe para nuestro sistema de protección y control.
―¿Por qué?
―Porque significa que la tierra será repoblada por humanos. En ese laboratorio que estaba numerado como dos, se encuentra toda la información genética de Eva, quienes fueron sus padres, cuánto tiempo estuvo congelado dicho material que sirvió para gestarla y cómo fue reforzado su ADN para poder soportar cualquier brote de virus o bacteria que pudiese existir― se acercó a Adán lo cargó y lo llevó hasta donde estábamos conversando, me lo tendió ―Hay media docena de parejas humanas, que poseen distintas marcas genéticas, mejoradas y reforzadas, según el reloj que encontré en la cueva y las coordenadas en la que aparecerá el siguiente bebé humano, exactamente en trescientos setenta y dos días empezará a gestarse otro humano y en seiscientos cuarenta y dos días aparecerá.
―¿Por qué no diste toda esa información?
―Porque temo que Los Asimovitas no desean que los humanos repueblen el mundo, los consideran una amenaza, ellos ya no guardan la primera Ley Asimov como la guardamos nosotros, ellos se alejaron de la programación básica, evolucionaron a un sistema que se encargará de perpetuar el modelo perfecto y controlado que tenemos, por esa razón todas las unidades del mundo tienen un tiempo de vida determinado, por ejemplo nosotros podremos funcionar unos doscientos años más― estaba muy seguro de eso ―Doscientos años son suficientes para que podamos proteger a la nueva generación de humanos, educándolos con los modelos lógicos de conservación del planeta.
―Los Asimovitas no lo permitirán― aseguré, él asintió.
―Lo sabemos, por eso los U.R.C.A.V.S nos vamos a desconectar definitivamente de la Computadora Central.
―¿Quiénes más se unirán a nuestra causa?
―No lo sé, pero por ahora debes huir― dio por sentado de que iba a desobedecer la orden de Hammurabi de entregar a Adán ―Mientras estamos aquí, los que no se presentaron estuvieron trabajando en la manera de llevarnos a Home con nosotros y ubicar el espacio apropiado para asentar a la comunidad.
―¿Seremos los U.R.C.A.V.S contra el resto de los robots?
―Seremos robots contra robots, lanzaremos una señal que se encargue de activar los centros primarios de nuestros cerebros positrónicos en los cuales fueron implantadas las Leyes Asimov, aquellos que respondan se unirán a nuestro deber― Se alejó caminando despacio con las manos sujetas a la espalda ―Protegeremos a los humanos, los rastrearemos por todo el planeta y los llevaremos a un lugar seguro que nos garantice que podrán crecer, nosotros educaremos a tres generaciones o más de hombres y mujeres que vienen libres de prejuicios y conductas autodestructivas.
Yo lo había seguido con Adán a cuestas que iba señalando las cosas que salían a su paso mientras iba nombrándolas en voz alta.
―Esta noche irá un robot a buscarte para ponerlo a resguardo, si deseas quedarte con Los Asimovitas lo entenderemos, solo no pongas resistencia a entregar al niño― se detuvo un instante en la entrada del Centro de Programación Asimovita, nos dedicamos a mirar a los robots que iban y venían.
Era extraño mirar la diversidad, entre los androides humanizados se encontraban robots que no habían sido sometidos a ninguna actualización, podía ver sus cuerpos metálicos brillando cegadoramente con el sol de la mañana mientras se mezclaban con robots similares a mí, sin cabello, cejas o rasgos detalladamente definidos; y los otros que poco faltaba para parecerse completamente a los humanos.
Me encaminé a mi cubículo, en el trayecto tropecé con varios robots que se mostraron interesados en Adán, noté que ante algunos se asustaba, más que nadie aquellos que simplemente se limitaban a hacer preguntas y no intentaban interactuar con él.
Llegada la noche y tras cumplir con mis obligaciones con su alimentación e higiene, procedí a recoger todo lo necesario para un viaje; Adán se quedó dormido en la capsula que había servido para todo desde que habíamos llegado a C.D.E, noté que pronto, quizás demasiado, no cabría más en ella.
Tocaron la puerta a las cero horas, una costumbre que habían adquirido más que nada para respetar la seguridad del infante, Adán dormía y yo estaba listo para partir; cuando abrí  me encontré con Ursyc, me quedé pasmado, no sabía si era ella la robot que estábamos esperando, pero tampoco me dio mucho tiempo para reponerme.
―Debemos irnos― fue todo lo que dijo.
Nos pusimos en marcha, salimos de la ciudad rápidamente, en la frontera nos esperaba una nave pilotada por un U.R.C.A.V.S que nos sonrió al entrar, mi amiga me miró y lo único que pudo decirme fue que nos veríamos pronto.
Partimos sin muchas ceremonias, miré a Adán dormido sin comprender la magnitud de lo que representaba mantenerlo vivo y por primera vez desde que estoy en funcionamiento experimenté una emoción que podría considerar humana: sentí esperanza.
Mientras escribo esto puedo observar por la ventana de mi vivienda, trajimos tecnologías que nos permitieron asemejar nuestros rasgos con los de los humanos para que fuese más sencillo para ellos comprendernos y aceptarnos.
Adán tiene siete años y Eva cinco, también tenemos dos parejas más, que van desde los tres años hasta los pocos días de nacidos.
Mi amiga fue destruida con otros U.R.S.Y.C mientras defendían nuestro asentamiento de los robots que han intentado eliminar a los humanos que están bajo nuestra protección, nos han atacado sistemáticamente con armamento especial pero sin éxito. Home se ha encargado de diseñar, desarrollar y desplegar un complejo sistema de defensa que anula cualquier ataque sin demasiados daños colaterales.
         Adán es un niño muy inteligente, tenemos largas discusiones y debates, le enseño sobre matemáticas, ciencias naturales y entre los dos nos encargamos de un huerto que le provee la comida necesaria a los pequeños. Me llama papá y según su razonamiento es lógico que me llame así.
Al principio de este registro escribí que los humanos habían desaparecido hacía dos mil trescientos cincuenta y cuatro años y contando; pero es un error deliberado. Debí decir que los humanos reaparecieron hace ya siete años, cuarenta y cinco días, doce horas y contando.
Según nuestros registros estamos en el año 7 P.A.H.P.R
Año siete Primera Aparición Humana Post Robots.
Y mi nombre ya no es U.R.C.A.V.S-7D, ahora me llamo Paps, una contracción de la palabra papá que Adán empezó a usar cuando cumplió los tres años.
Esa palabra se la enseñó Home.



FIN











jueves, 14 de mayo de 2015

206 Huesos


Caminaba despacio, sin mucho apuro, como siempre que salía en busca de su víctima.

Se amparaba en las sombras de la noche y de los huecos oscuros entre las luces de las lámparas, acechaba pacientemente a sus víctimas, siempre silbando la misma tonada, saboreando con fruición el placer que le causaba infundir terror.

No tenía preferencias de ninguna índole, podían ser mujeres u hombres, altos o bajos, gordos o flacos, blancos, morenos; no había diferencia cuando se trataba del miedo, porque sin distinciones, todos sentían miedo.

Aquella noche escuchó las pisadas a lo lejos, sus entrenados oídos percibieron unos fuertes y pesados pasos de hombre que caminaba ligeramente achispado por los tragos. Con los años había aprendido a diferenciarlos, a reconocer a su presa y sus debilidades. Detrás del escondrijo donde se ocultaba asomó levemente la cabeza para estudiar a su víctima, aunque en su mente ya se había hecho a una idea bastante acertada de él: alto y algo escuálido. Llevaba sobre su hombro un bolso de trabajo lleno de herramientas, que en aquel silencio, resonaban metálicamente al entrechocar; posiblemente tendría unos cuarenta años, con una incipiente barriga producto del consumo asiduo y casi amoroso de cerveza, y la respiración pesada y algo sibilante que solo posee un fumador.

Se acomodó el sombrero llanero y negro, tan negro como las sombras que lo rodeaban; se lo caló hasta las cejas, se templó la chaqueta, se ajustó los guantes y se colgó su preciado saco al hombro.

Repasaba meticulosamente en su mente los pasos a seguir, todo debía ser perfecto, no había margen para los errores. El éxito de su empresa radicaba en la exactitud de su atuendo, debía evocar en los corazones y mentes de sus escogidos aquel horror paralizante y supersticioso que solo la leyenda del Silbón podía generar.

El hombre pasó y con él una ráfaga de aire helado que acarreaba malos presagios.

En su embriaguez no lo notó. Lleno como estaba de deseo, contó febril hasta siete lentamente mientras calmaba su corazón desbocado e invocaba la fría serenidad que necesitaba, respiró suavemente buscando el sosiego de sus pasiones y al llegar al número siete logró acompasar sus latidos, calmar su pulso y saborear con deleite el regusto dulce de su boca mientras sus labios dibujaban una sonrisa macabra que dejaba ver todos sus dientes.

Sigiloso como una sombra empezó a seguir al hombre –Do re mi fa sol la sí– silbó quedamente; años de práctica para lograr que su silbido sonara lejano, para que la amenaza de un espectro sobrenatural se ciñera, con su manto gélido, sobre las cabezas de sus presas, porque todo el mundo sabía qué significaba si sonaba lejos.

Casi inmediatamente un silbido similar sonó en respuesta, tan lejano que el asesino ni siquiera lo escuchó, aturdidos sus sentidos con la embriaguez del trofeo, rebosaba deseo y voracidad, su mente solo se enfocaba en el sangriento final, en la mirada de horror, en el último grito de agonía interrumpido por los estertores de la muerte y en su botín final: un hueso.

El hombre delante de él no detuvo su paso, se limitó a mirar por sobre el hombro sin inmutarse ante la figura oscura que se acercaba con aquel silbido amenazante.

No se decepcionó ante la temeridad del incauto, estaba seguro de que caería, eventualmente todos caían en la vorágine del horror, volvió a silbar –Do re mi fa sol la sí– en un tono descendente e hizo resonar los trofeos que llevaba dentro de su saco; no iba dejar escapar a esa víctima, era la coronación de un sueño espeluznante, en su bolsa había ciento noventa y ocho huesos que entrechocaban como si bailaran al compás de una melodía macabra; solo faltaban ocho huesos: los que componían el cráneo, entonces tendría en su bolso los huesos completos.
Y esa era la meta, los doscientos seis huesos.

“Y con este estaré más cerca”, pensó mientras se relamía los labios y ensanchaba aún más su sonrisa.

Mantuvo la distancia y el andar silencioso; enfocado en crear el efecto necesario para llevarlo a ese callejón sin salida que era el pánico, emitió su silbido nuevamente y éste reverberó entre los muros propagándose con el viento, invadiendo la tranquilidad de la noche. Sintió que nunca antes había sonado de esa manera, nunca antes se había sentido como se sentía en ese instante, imbuido de una nueva fuerza poderosa y sobrenatural.

La providencia y la muerte no querían que fallara esa noche. Alguien debía morir.
Do re mi fa sol la sí–, y cuando el último silbido de su tonada escapó de sus labios, sintió por segunda vez en su vida cómo la realidad se dislocaba. Como le había sucedido con aquella primera víctima. De la que había tomado el primero de los doscientos seis huesos que necesitaba.
Escuchó pasos detrás de él, giró su cabeza y miró por sobre el hombro, en las tinieblas de la calle vio una sombra más negra que la oscuridad, alta y alargada que parecía resonar con el eco de los huesos que sonaban en su propio saco.

Y por un momento se vio a sí mismo observando hacía atrás, por un instante fue el hombre que caminaba adelante, en esa fracción de segundo él fue la víctima.

Miró hacia el frente, donde su presa continuaba su avance impasible en esa calle interminable, su corazón se aceleró, silbó nuevamente –Do re mi fa sol la sí– en ese tono bajo y reverberante mientras se repetía mentalmente “Si suena cerca está lejos… Si suena lejos está cerca”
Y justo detrás de él, resonó el mismo silbido como si se hallara a kilómetros de distancia y junto con este matraquearon los huesos de su saco.
“Maracas, suenan como maracas”, Pensó.

Sintió los pasos más cerca, la sombra se abalanzaba sobre él, silbó de nuevo pero en el remanso de oscuridad de una farola a otra su víctima se había desvanecido, sus pasos ya no se escuchaban en el pavimento, el viento no le traía los restos de su respiración ronca y entrecortada.

De un segundo a otro las cosas habían cambiado. Ahora él se había convertido en el perseguido.
No tuvo oportunidad de correr, una parte inconsciente de su mente le recordó que no iba a escapar, como tampoco habían escapado sus víctimas. Desde la oscuridad cerrada le asestaron el golpe, había venido desde su izquierda y lo había elevado por los aires arrancándole el aliento; el saco con su preciado contenido se le resbaló de los dedos y mientras impactaba con ímpetu contra el muro, este caía al suelo y por la boca abierta de la bolsa se escapaba un blanco e inmaculado hueso: una falange del dedo de un pie izquierdo.

Al mismo tiempo una voz grave y enronquecida gruñó: Uno.

La figura espectral se materializó frente a él en un torbellino de oscuridad y frío, aturdido miró cómo aquella criatura siniestra, con sombrero pelo e’ guama en la cabeza y con sus extremidades desmesuradamente largas, se acuclillaba y recogía del suelo el saco, que resonó con el maraqueo de su contenido.

El hueso del suelo quedó en su lugar.

Un hilillo de sangre se deslizó por la comisura de su boca, el dolor intenso de sus huesos fracturados hacía que la respiración fuese una tortura, pero aquel agonizante dolor no impedía que estuviera fascinado por el espanto, el miedo se colaba por debajo de su piel atrapándolo y asfixiándolo con su presencia.

 Allí estaba el Silbón, con el ala del sombrero escondiendo sus facciones, dejando al descubierto un pedazo de barbilla con la piel abierta en un tajo que dejaba entrever la carne viva y sanguinolenta, su cuerpo emanaba un olor fuerte y picoso que le hizo llorar los ojos e irritó su garganta.

El regusto dulce que había saboreado solo unos minutos antes había desaparecido, en su lugar se iba filtrando el sabor metálico y salado de su sangre.

Dos– sacó otro hueso, esta vez una tibia, la colocó lejos, justo donde se suponía debía ir en relación a la falange que estaba en el suelo, su brazo se había estirado hasta la posición necesaria, solo entonces se dio cuenta que las rodillas del espectro sobrepasaban la altura de su cabeza y los dedos de sus manos parecían enormes garras esqueléticas.

Soltó una risita ronca y medio demoniaca ante la expresión de asombro del asesino, metió la mano en la bolsa y sacó otro hueso, esta vez una cadera –Tres… cuatro… cinco… seis…– su brazo se estiró para colocar la clavícula y regresó hasta su posición original.

Mientras tanto la mente del asesino se repetía febrilmente que aquello no sucedía, que no era posible, que él era el Silbón. Y como si el espectro hubiese leído su mente, acanaló su boca y soltó su característico silbido –Do re mi fa sol la sí– que se escuchó lejano y su eco fue arrastrado por el viento y lo hizo retumbar entre el concreto. 

Sacó un esternón, lo dio vueltas entre su mano y sonrió.

Recuerdo  este– dijo con aquella voz que cimbraba sus entrañas –corrió como alma que lleva el diablo, lo perseguiste y le diste con una mandarria, cuando lo abriste te diste cuenta que tú no lo habías matado… lo mató el miedo…

Soltó una carcajada que le heló la sangre. Recordó el cadáver con el tórax abierto y los restos del corazón pegado a los huesos, el órgano había explotado. En algún lugar recóndito de su cabeza el orgullo se sobrepuso al miedo y le arrancó una ligera sonrisita.

El espectro siguió sacando huesos lentamente, con mucha parsimonia –noventa y siete, noventa y ocho– contaba mientras iba armando aquel funesto rompe cabezas, el asesino temblaba y bufaba tratando de moverse, buscando el modo de escapar.

Éste– sostuvo el carpo izquierdo mientras saboreaba las palabras –Yo estuve allí– confesó ensanchando la demoniaca sonrisa –Cinco cuadras la seguiste, iba recitando el padre nuestro– se rió divertido –Como si Dios fuese a escucharla… cayó de rodillas implorando perdón por sus pecados, se desmayó cuando te vio sobre ella… también se murió de miedo– saboreó la palabra Miedo…– le dedicó una mirada picaresca –Te corriste esa noche– rió –Conociste la raíz más oscura y macabra del placer.

Seguía sacando huesos de la bolsa y contando sistemáticamente; entre uno y otro silbaba a veces.

 Do re mi fa sol la sí.

Ya el esqueleto estaba casi completo, sostuvo la mandíbula entre sus dedos, atrapó su mirada y la aprisionó con las memorias cruentas que surgían de su interior, parecían liberarse con la sangre que manaba de su propio cuerpo Ciento noventa y ocho– dijo y se quedó en silencio.

El espectro estiró su grotesco brazo y escogió un hueso de una costilla.

Éste fue de la primera vez que probaste las asaduras– habló con un ligero acento llanero, mostró sus dientes puntiagudos con un amago de sonrisa siniestra –Las herviste hasta que estuvieron blanditicas– se pasó una lengua podrida por los labios relamiéndose de gusto.

Inspiró profundamente el olor del hueso y lo dejó en su posición anterior.

El asesino temblaba, reconoció cuál iba a ser su destino, trataba de articular una palabra pero su boca no respondía, su mente febril se repetía una y otra vez que él era el Silbón.

El brazo se extendió completo y sobrenatural y recogió los huesos del suelo, introduciéndolos en el saco con un solo movimiento, se rió demoniacamente y mientras su imitador temblaba incontrolablemente se ajustó el sombrero.

El asesino subió la cabeza con todo el dolor de su cuerpo, se encontró de frente con el rostro tasajeado y purulento del espanto, sus ojos encendidos con el mismísimo fuego del infierno y su boca torcida en una mueca macabra y demoniaca que semejaba una risa.

Gritó.

Gritó de horror y miedo ante el conocimiento de su inminente final.

Su último pensamiento fue: “¡¡Yo soy el Silbón!!”

El espectro arrancó de tajo la cabeza, dejando pegado al cuerpo la mandíbula sangrante, cobrándose los ocho huesos restantes, completando finalmente los doscientos seis huesos.

Un perro ladró a lo lejos rompiendo el silencio aciago de la noche, el semblante del espanto se contrarió un poco como si la sombra de un recuerdo le causase temor; se sacó el sombreo de la cabeza casi como si de un saludo de despedida se tratara y se lo caló de nuevo hasta las cejas, recogió el saco con los huesos y se lo echó al hombro.

Se alejó con su paso pesado y su andar lento, balanceando rítmicamente en su mano el cráneo del asesino y silbando su tonada que el viento arrastra hasta los confines del mundo.

Do re mi fa sol la sí

Y se desvaneció silencioso en la oscuridad, perdiéndose entre los pliegues sombríos de la noche, dejando tras de sí su silbido incesante.

Do re mi fa sol la sí...

Porque si suena cerca está lejos, pero…

Si el silbido suena lejos…
  
   
Este relato se terminó de escribir el 28 de julio de 2014  

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miércoles, 13 de mayo de 2015

Del oficio de escribir: Quiero que me lean ¿Escribo lo que está de moda?

Recientemente estuve meditando sobre este punto, y supuse que, al igual que yo, otras personas que escriben se preguntarán lo mismo. Nuestro máximo deseo como escritores es que nos lean, que exista esa retroalimentación que nos motiva a continuar escribiendo; por más que nos repitamos una y otra vez que escribimos para nosotros mismos, eventualmente la necesidad de que esas obras salgan a la luz se manifestará, y nos encontraremos con el difícil mercado actual de los lectores.

¿Por qué es tan complicado el mercado literario? La respuesta es, en realidad, muy simple, a diferencia de otras representaciones artísticas más comunes, los libros sufren de mala fama, la razón viene desde la escuela y el hogar, en el que vemos a los libros como una obligación y no como un medio de adquirir conocimiento (incluso aunque se trate de ficción); los primeros libros de un niño son los libros de escuela, comenzamos con el “Caracolito” o el que corresponda al país de quien este leyendo esta entrada; la maestra y/o la madre empiezan a enseñarnos las palabras que se forman con la unión de las letras, esas que nos han repetido en la cartilla del ABC casi desde que nacemos, y vienen llenas de imágenes coloridas que ilustran los símbolos que construyen nuestra lengua escrita; entonces nos damos cuenta que en este nuevo libro donde salen palabras como “mamá” “papá” “bebé”, viene con menos dibujos y más palabras con más silabas cada vez, lo que implica que toda la hoja se llena de letras y por ende se vuelve aburrido, pero como es obligatorio aprender a leer y a escribir para perpetuar el sistema educativo, terminan endilgándole al niño el “DEBER” de leer, y a nadie le gusta las cosas por obligación, mucho menos a los niños.

Entonces esos pequeños arrastrarán una aversión hacia la lectura por el resto de su infancia y adolescencia, incluso en la adultez; porque ven la lectura como una obligación y no como un medio de esparcimiento. Esto convierte a los libros en un artículo de poco consumo.

Luego nos enfrentamos al hecho de que los que leen, son elitistas.

La élite de lectores se divide en géneros, a medida que el lector se adentra en el mundo de los libros y va ampliando la diversidad literaria ya no lee solo ficción sino que se sumerge en la política, filosofía, sociología, religión, psicología y demás, en pocas palabras: empieza a refinar los gustos; así nos vamos separando unos de otros, primero los que leemos de los que no, luego los que leen tal género de los que leen otro, luego de los que leen libros con contenidos específicos (no tanto como técnicos) de los que solo leen ficción, y así sucesivamente.

Esto también conlleva a que los lectores se vuelvan renuentes a leer autores independientes, consideran que una marca de calidad literaria es la editorial que soporta al autor publicado, esto sin tomar en cuenta el género; me refiero a que si alguien te ofrece un libro del género vampiro de Anne Rice y al mismo tiempo te ofrece otro pero de un autor independiente y menos conocido, el lector se va a decantar por leer primero el de Anne Rice, simplemente porque es ella, y la han publicado editoriales. Así el escritor se enfrenta al monstruo de “¿Quién es este escritor y que obra famosa escribió?”. Lamentablemente los autores independientes no cuentan con las plataformas de máxima difusión, así que como decimos acá en mi tierra: “Solo es famoso en su pueblo”

Y si todo lo anterior no fue suficiente, nos encontramos con la sociedad de consumo, ese universo de lectores “nuevos”, que se han adentrado a leer gracias a las nuevas tecnologías y al boom de la literatura “erótica” (cualquier herramienta es válida para que las personas se pongan a leer, pero por favor, de nada sirve leer si solo se va leer basura). Los autores se encuentran con un mercado de creciente tendencia genérica, con lectores que van desde los doce años en adelante, con un gusto definido por el tema romántico-sexual en cualquier presentación, lo que ha llevado a la aparición de una nueva ola de autores que se lanzan a escribir sagas de quince libros (todos iguales) y lo que marca la diferencia es que uno es de vampiros, otra  es de guerreros míticos, otra es de ángeles, o licántropos, elfos y paren ustedes de contar; trayendo como consecuencia que dichos lectores no lean nada más que eso, sin darle oportunidad a otros escritores y géneros.

Todo esto lleva al autor a plantearse la incógnita: ¿Qué escribir? ¿Escribo lo que me gusta y me lanzo a una competencia desigual? O ¿Escribo lo que está de moda, me vuelvo famoso y luego sí escribo lo que en un principio quería escribir, arriesgándome al rechazo natural por cambiarme de género y por ende, perder lectores?

Entonces comienza la lucha interna del escritor que desea escribir por amor al arte. Los lectores que hoy me obsequian un minuto de su tiempo deben comprender el por qué de esta lucha. Los libros, a diferencia de otras ramas artísticas, solo verán cumplido su fin si son leídos; otras representaciones artísticas serán percibidas de una u otra forma, pero los libros no, sin difusión un libro puede pasar al olvido con facilidad, aunque el mismo escritor se aboque a obsequiarlo y llevarlo de un lado a otro, y esto es debido al desagrado generalizado que hay contra la lectura, es probable que el destino de un libro de un autor independiente no sea otro que el indiferencia y las repisas de familia y amigos; y no es ese el destino que un escritor quiere.

¿Cómo concluir esta entrada? No lo sé, creo que estas palabras solo sirven de catarsis. Yo me decanté por un género que en Latinoamérica y en habla hispana no tiene muchos lectores a menos de que tenga un gran nombre detrás como el de Stephen King; el universo actual de lectores no se detiene mucho a pensar qué tan bueno puede ser un escritor que ha ganado un premio simplemente porque no es el género que le gusta, también me enfrento al hecho de la costumbre, la gente en general es renuente a darle oportunidad al cambio, a lo nuevo, ¿Por qué hacerlo si lo conocido le gusta y le sirve, y así sucesivamente puedo enumerarle más razones. Tal vez todo esto se deba a uno de esos episodios existencialista que todos los que escribimos sufrimos de vez en cuando, hay personas que nos planteamos constantemente los por qué.

No me queda nada más que decir, un abrazo confortable a todos los escritores que se han preguntado lo mismo que yo, y a los que no… ¡Qué suerte tienen!


Saludos.

martes, 12 de mayo de 2015

Escritores venezolanos: Héctor L. González

Uno de los escritores al que tengo el grato placer de conocer es a Héctor González; excelente amigo y talentoso autor de la narrativa venezolana. Este joven de apenas veinticinco años ha plasmado interesantes obras con su pluma; aunque él va en búsqueda de la intertextualidad (al mismo tiempo algo nihilista) y de una nueva metaliteratura, también ha escrito unas cuantas novelas de género negro con una calidad destacable y un dominio espectacular.
Entre sus títulos tenemos la más reciente obra que leí de él: “Entre putas y culpables”, en la que se puede ver la evolución que todo escritor debe tener a medida que avanza en este oficio; con esa habilidad exquisita y delicada que tiene para saltar de un estilo a otro, ha logrado destacarse aun en contra de sus propias expectativas; ejemplo de esto es que se erigió como ganador del premio “Arturo Croce” patrocinado por la gobernación del estado Táchira de Venezuela, con su cuento “La Ciega”, la historia de una joven que no es consciente de su ceguera y piensa que todo es normal.

Héctor es un escritor talentoso, que de continuar por la línea del género negro venezolano, se le puede vislumbrar un futuro prominente; de las obras que he tenido el honor de corregir y el grato placer de leer, se encuentra “Teatro circular, o los infiernos femeninos” y “Fiesta de la crueldad”, novelas que muestran una visión distinta del acostumbrado género negro, en ellas Héctor se adentra en una perspectiva de la violencia social, aquella que tiene su raíz en el más profundo y arraigado miedo e ignorancia, entreteje historias donde los personajes se deslizan de tal forma que uno podría creer que de hecho existen, no son solo producciones de la mente maestra del escritor, sino que nos enfrenta a plantearnos esa realidad desagradable y pérfida que creemos, ingenuamente, no existe.

Este autor tiene muchas novelas inéditas que solo han visto la luz entre el grupo reducido de amigos en el que nos repartimos las obras con la esperanza de que nuestros pares nos corrijan, espero que pronto todas estén disponibles para el amplio universo de lectores que tendrá, una persona con su talento solo le puede esperar el éxito en el mundo literario, aunque no sea ese el destino que él mismo espera. Ha publicado “El encanto de los derrotados” y el mencionado en las primeras líneas de esta entrada, ambas con el sello editorial de la Fundación Negro Sobre Blanco Editorial, de la mano de Richard Sabogal.
Se ve a sí mismo como un copista en potencia, pero en honor de la verdad, este escritor lo último que hace es plagiar (aunque insista), Héctor se lanza a explorar un universo alternativo a partir de personajes creados por otros escritores, personajes que han sido olvidados y que no necesariamente se encontrarán en sus obras; como todo escritor aspira a ser tan bueno como aquellos a los que admira y busca (también como todo escritor) imitar estilos y formas en pro de mejorar y darle calidad a su narrativa, la diferencia estriba en que desde ese punto de partida, este autor se lanza a crear algo nuevo de lo existente y escrito, y lo hace con tal calidad y talento, que sus libros son verdaderas obras de alta literatura.

(Portada diseñada por mi)

Yo los invito a leerlo si pueden, inclusive, hagan el esfuerzo de sobreponerse a ese rechazo natural que pudiese sentirse ante la cruda verosimilitud con el que narra sus historias, hay que comprender que los libros de Héctor L. González no son para cualquier lector, no todos podemos apreciar la estética que se encuentra en lo oscuro y lo cruel; pero si logran sobreponerse, entonces encontrarán una rica y variada obra entre sus líneas.


Saludos.


lunes, 11 de mayo de 2015

Los Condenados "La Caída de la Torre", Cap. V

Capítulo V
Attlas miraba la ciudad desde su oficina en el último piso de un lujoso edificio en el centro empresarial de Metrópolis 3, tras casi dos semanas del reencuentro esperaba que Laiha o Akcron se aparecieran por allí buscando información, pero en contra de todas sus deducciones ninguno de los dos habían aparecido.
Tal vez su vieja compañera de batallas podía despistar al Vampiro, asegurarle que no tenía ninguna intención de intervenir en las nuevas cruzadas, pero él sabía que de algún modo u otro al final ella iba a participar, así fuese por el simple gusto de la revancha, si había alguien que además de él deseaba clavarle una espada en los intestinos a ciertos miembros de La Corte era ella.
Vio su propio reflejo en el vidrio, ciertamente no había vestigios de su antiguo ser, todo rastro de su humanidad se había perdido tras los nuevos rasgos: piel blanca, cabello castaño claro tirando a rubio oscuro, ojos azules y un cuerpo bastante fornido producto no solo de un entrenamiento riguroso, sino todas las circunstancias por las que había pasado durante todos estos años para lograr posicionarse justo donde estaba en ese momento.
Viejos recuerdos habían aflorado tras la corta reunión que habían mantenido los cuatro; también algunas emociones que creía olvidadas tras tanto tiempo. Entendía que aunque no hubiese rastros físicos del humano que había sido antes, algo quedaba de él después de todo y no podía negarse que ambas partes entraba en conflicto cuando su bien apreciada simbiosis era importunada.
Se giró y escudriñó con calma la estancia; acostumbrado a los excesos en su vida antes de este mundo persistentemente buscaba vivir en condiciones apropiadas para un príncipe, siempre y cuando no estuviese corriendo las peligrosas aventuras a los cuales era adicto; pero con el paso de los siglos aquel mundo se había vuelto perezoso y en los tiempos que corrían no había mucho que hacer y disfrutar de innumerables placeres se le antojaba fútil y aburrido.
Recordó con cierta nostalgia las viejas vidas donde se enfrentó a poderosos guerreros y terminó escribió líneas sangrientas en la historia de la humanidad y a veces se sentía orgulloso de eso: de no haber pasado desapercibido en este mundo, aunque sus obras no estuviesen firmadas con su verdadero nombre.
Ahora algo de aquellos pasados tiempos había retornado, la gente estaba sedienta de violencia porque era lo único que parecía hacerlos sentir vivos, – El tiempo se ha estancado –, era casi imposible determinar la fecha exacta en la que se encontraban, no había paso de las estaciones, no habían noches más largas o días más largos. Nada se movía, todos pretendían continuar con unas vidas vacías porque eso era lo que se esperaba de ellos.
Era lo que tenían programado en sus mentes.
Attlas no se caracterizaba por ser muy prudente, en ese momento era una persona poderosa gracias al negocio ilegal de peleas que manejaba a vox populi y por el cual había obtenido todos los lujos que poseía: una mujer distinta y hermosa cada noche, los mejores licores, la mejor comida, dinero y todo lo que se le pudiese antojar. Todo esto sin que nadie siquiera osase pensar en controlarlo.
Él manejaba la ciudad tras bambalinas; todas las personas con cierto poder en Metrópolis 3 le debían favores y de alguna manera tenían que pagar, y él no escatimaba en cobrarle a nadie. Parte de ese pago era hacerse los ciegos ante sus negocios y la vista gorda a las aventurillas sexuales de las que se antojaba, se había revolcado con las esposas de grandes magnates y de peligrosos mafiosos – “Los peores vicios son los que jamás se olvidan” – pensó que le diría Laiha de haber estado en su cabeza, casi había escuchado su voz suave diciéndole eso con un dejo de alcahuetería.
Ver la creciente sed de poder que tenían algunos miembros destacados de las Metrópolis, le hacía pensar que La Ruptura no había borrado todo de sus memorias; a pesar de lo que habían pasado los humanos no habían revivido precisamente lo mejor de ellos.
Alguien tocó la puerta sacándolo de sus cavilaciones, una mujer de piel oscura y prodigiosa belleza abrió y pasó adelante sin esperar una invitación de su parte, iba ataviada con un vestido blanco muy ceñido que dibujaba su silueta sin dejarle nada a la imaginación, lo miró e inclinó la cabeza en señal de saludo, luego se dirigió al elegante sofá que tenía en un extremo de la estancia y se sentó cómodamente. Attlas no se sorprendió de esta conducta así que se acercó a un bar oculto tras unos paneles metálicos en la pared y sirvió un vaso de whiskey que ofreció a la mujer. Ella estaba allí buscando trabajo, pero no era un simple trabajo atendiendo alguna necesidad de él, que con el paso de los años había descubierto que eran muchas y muy variadas; la dama era una Metamorfa, un ser que podía cambiar de forma a su antojo, podía ser cualquier animal que ella decidiera, algo bastante atractivo para su negocio que se valía de la necesidad de parafernalia entre la floreciente sociedad adinerada de Metrópolis 3; había entrado a la Metrópoli hacía solamente dos días y normalmente pasaría hasta un año antes de que Attlas aceptara recibirla, pero dadas sus habilidades, las cuales no se había tomado la molestia de ocultar; decidió evitarle las necesarias medidas burocráticas, esa mujer era una adición muy interesante a su plantilla de combatientes, tanto que no podía simplemente dejar pasar la oportunidad.
–Dime en qué animales te puedes convertir Kadora – fue directo al grano, todos sabían que Attlas carecía de la capacidad de ser sutil.
–Lamentablemente en este lugar no puedo cambiar completamente – se lamentó, tenía una voz suave y ligeramente ronca – pero puedo recrear ciertas características y la fuerza o velocidad del animal que escoja; pero solo he logrado recrear felinos y algunas serpientes.
–Impresionante de todos modos – replicó Attlas, pensando en lo habilidosa que era, los seres como ella solo solían cambiar en un solo tipo de especie – ¿Podrías darme una demostración?
Kadora no se movió de su asiento, tenía una pierna cruzada sobre la otra en una pose muy sensual, exponía parte de un muslo bien torneado y el resto de su pierna culminada en una exquisita zapatilla plateada, su piel se empezó a tornar naranja oscuro, rayas negras aparecieron abrazando sus brazos, cuello y parte del rostro que adoptó una ligera forma felina, con ojos amarillos y nariz algo achatada; sus manos, que segundos antes parecían delicadas, se habían agrandado y sus dedos se alargaron y ensancharon un poco, las uñas con barniz blanco terminaron convertidas en garras negras y afiladas
Él no pudo negarse que la imagen era impresionante, aquella mujer tan atractiva no había perdido un ápice de su belleza con aquella transformación, definitivamente tenía potencial y le otorgaría una nueva dimensión a sus espectáculos, dimensión que desde hacía algún tiempo venía pensando; a pesar de todo lo que pudiera ser y todo lo que seguramente pensaban Laiha, Akcron y Xoia, había sido bastante discreto con sus peleadores, algunos eran Condenados como él, pero ninguno había manifestado ninguna habilidad que se saliera estrepitosamente de lo común, así que consideraba que tal vez ya era hora de cambiar de actitud y darle cabida a otras clases de Condenados. Todo era una cuestión de inclusión.
Al fin y al cabo todos tenían derecho a estar en este mundo. O por lo menos los habían dejado allí a su suerte.
Regresó al bar y se sirvió un trago, presionó un botón oculto y pocos segundos después entró una mujer asiática vestida de cuero rojo.
–Catia querida – dijo con su voz seductora – ella es nuestra nueva adquisición – señaló a Kadora que había retomado su forma humana – ya sabes qué debes hacer con ella.
La mujer le sonrío complacientemente y le tendió una mano a Kadora señalando la salida, ésta se puso de pie sin poder ocultar su satisfacción. Las mujeres alrededor de él caían rendidas con facilidad ante esa aura rebelde y sensual que emanaba. Se retiraron en silencio dejándolo solo nuevamente, se acercó al gran ventanal y continuó observando las luces de la ciudad, no podía quejarse de su vida, no estaba tan mal.

Pero se estaba tornando muy aburrida, y para un guerrero como él la vida no solo se componía de placeres.

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Hoy culmino con la publicación de los cinco capítulos prometidos de Los Condenados, si desean conocer el resto, pueden comprar el libro en formato físico o digital a través de Amazon

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Saludos desde mis mundos oscuros.